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El poder infantil de elegir tiene sus límites

Fomentar que los hijos decidan qué quieren y cómo parece ser la tendencia. Pero dejarlos escoger de la A a la Z puede crearles trastornos de personalidad en la adultez.

26 de Abril de 2006 | 12:47 |
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Cada vez es menos frecuente encontrarse con la otrora típica imagen de los hermanos vestidos iguales. Esa costumbre ha ido quedando en el pasado, porque cada vez son menos los padres que imponen sus decisiones y cada vez más los que dejan que los niños elijan qué ponerse.

Una actitud que trasciende la ropa y se extiende a aspectos tan variados como la decoración de la pieza, los paseos de fin de semana e, incluso, las vacaciones.

"Es que permitir que los niños elijan ciertas cosas les da seguridad, les fomenta el autocontrol y los hace ser más dueños de sí mismos", explica la psiquiatra infanto-juvenil Ximena Sepúlveda.

Pero enfatiza la palabra "ciertas", porque también ha visto las consecuencias de depositar en los niños el poder de decidir hasta el auto que los padres se van a comprar.


Pequeña omnipotencia

"Se da mucho eso de que les pregunten todo para que se sientan tomados en cuenta. Pero al final lo único que hacen es criar a un tirano y generar en el niño un sentimiento de omnipotencia que no es acorde con la realidad", opina la profesional.

Paz Ramírez (35) comprobó que eso de hacerlos elegir tiene sus límites cuando su hija de 4 años empezó a acusar recibo del exceso de poder que su mamá le había dado. "Me dio por preguntarle todo: en qué plato quería comer, qué quería llevar de colación o a dónde quería ir y, bueno, el resultado fue que se puso súper rebelde y se acostumbró a hacer lo que ella quería", cuenta.
Elecciones adultas
A medida que los niños se acercan a la adolescencia aumentan sus exigencias. "Quieren más autonomía y mayor libertad de elegir", dice la psicóloga infanto-juvenil Oriana Valverde.

Sin embargo, es en este período cuando más necesitan límites de parte de los padres. "Ahí ellos pueden recurrir a la negociación, en que uno le pregunta la opinión a los hijos y se conversa. Pero finalmente son los padres los que toman la decisión". En su opinión, esto le produce al niño la sensación de que su opinión fue escuchada y, por lo tanto, se sentirá más responsable de acatar lo que se acordó.

No permitir que el niño elija u opine puede convertirlo en un adulto sumiso, sin iniciativa propia e incapaz de imponerse.

A la larga, agrega la psiquiatra, eso puede generar trastornos de personalidad, problemas de adaptación y dificultad para acatar las normas. "Sin contar con el sentimiento de culpa, porque si fueron ellos los que decidieron ir a tal parte de vacaciones y resultó un desastre, van a cargar con una culpa que puede ser muy dañina a esa edad".

Para lograr el equilibrio, basta con atender las señales que el propio niño va dando. "Eso parte cerca de los dos años, junto con el desarrollo del lenguaje. De repente llega un día en que lo estás vistiendo y te dice que quiere ponerse otra cosa. Bueno, eso indica que está pidiendo la posibilidad de elegir su ropa", afirma la psicóloga infanto-juvenil Oriana Valverde.

La importancia de esto radica en que es ahí, y no antes, cuando los padres pueden dejar que su hijo opte entre algunas posibilidades. "Cuando es muy chico lo pueden abrumar o angustiar, porque necesita tener la seguridad de que son los papás los que manejan la situación", acota.

Y el hecho de dejarlos elegir también debe conllevar un manejo parental. "Es importante que sean los adultos los que den las opciones, que les digan 'esto o lo otro', 'A o B'. Eso no sólo le da la sensación de que los padres son los que rayan la cancha, sino que también le facilita las cosas".

Mejor aún si, además de presentarles las alternativas, los padres les enseñan que las decisiones tienen consecuencias. Lo importante es saber aprovechar las oportunidades para hacerlo. "Por ejemplo, si está eligiendo un par de zapatos, uno puede mostrarle cuál le va a servir más o cuál le va a combinar con la ropa que tiene", afirma Oriana Valverde.

Ahora, también existe un consenso respecto de aquellos ítemes en los que uno puede permitir que sea el niño el que elija. "La ropa, los juguetes. En general, cosas que no sean trascendentales y que tengan relación directa con él", dice Ximena Sepúlveda.

Lo anterior excluye aquellas situaciones en que haya cariño involucrado, como preguntarle si quiere salir con el papá o la mamá. Según Oriana Valverde, en esos casos es mejor decirle directamente que vaya con uno de los dos, porque de otra forma uno le está generando un conflicto. "Al final no va a importar cuál sea su decisión, siempre le va a producir un sentimiento de culpa", opina.

Tan importante como restringir los ámbitos de elección del pequeño es hacerlo sentir que la posibilidad de tomar sus propias decisiones es un privilegio, algo que se merece. Así lo cree Oriana Valverde, quien recomienda condicionar las elecciones de los hijos a su rendimiento en otras áreas como la escolar y la familiar. "Si es buen alumno y se porta bien en la casa uno puede entregarle más responsabilidades y hacerlo partícipe de ciertas decisiones como, por ejemplo, el destino familiar de vacaciones. Pero si tiene problemas en el colegio y es insolente sería una locura estarle preguntando a dónde quiere ir, porque ése es un privilegio que no ha demostrado merecer".