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El paso del amor romántico al amor maduro

En muchos de los problemas conyugales se ve de fondo la incapacidad de las personas para evolucionar, lo que implica ir logrando la aceptación del otro.

03 de Julio de 2006 | 11:35 |
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La escena se repite una y otra vez en las consultas de los terapeutas: personas que llegan diciendo que sus parejas no les provocan nada, pero que les aportan compañía y que eso no deja de ser importante para ellos.

Más allá de las dificultades específicas que pueda sobrellevar cada pareja, en ellas se advierte que muchas personas quedan entrampadas en una de las tareas esenciales del amor: entender que ser pareja no es una situación estática, sino una experiencia en constante cambio y que hay que ir evolucionando a la par. En otras palabras, a muchos les cuesta pasar del amor romántico al amor maduro.

"Si la expectativa a los 50 años es que el amor sea tal cual fue en la primera etapa, se hace difícil no frustrarse", dice Claudia Cáceres, sicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar.

Las 4 herramientas

Para la sicóloga, el amor romántico es ese que se suele asociar con las "maripositas en el estómago", pues existe la sensación de haber encontrado el calce perfecto, la media naranja.

En esta primera etapa -que con claridad se extiende hasta la llegada de los hijos- la persona tiende a idealizar a su pareja. "Tiene que ver con poner aspectos de uno mismo en el otro, con las ganas de que las cosas sean de una determinada manera, pero sin la clara conciencia de que son expectativas personales", dice.
Eso no es malo en sí mismo, es una fase que hay que disfrutarla; pero se espera que en la medida en que cada uno de los integrantes evolucione, la idealización también disminuya, aunque sin perderla del todo.

El paso del amor romántico al amor maduro invita, por lo tanto, a ir logrando la aceptación del otro. Ojo, no de aguantarlo, sino de verlo como un otro que puede tener intereses, necesidades y puntos de vista que son distintos y legítimos. "Es alcanzar una visión que integra los aspectos positivos de mi pareja con los negativos que me incomodan, porque no hay ninguna posibilidad de que exista un ser humano que me complete 100%. Eso es una fantasía", afirma la terapeuta.

De igual forma, quienes descubren el amor maduro no tienen problemas para asumir que la vida en pareja tiene un aspecto de rutina, que puede ser más tranquilo, más de compañía y, no por eso, dejar de ser amor.

Si bien no hay fórmulas mágicas para lograr el objetivo de manera exitosa, la sicóloga cita cuatro pilares básicos que facilitan una buena relación.

Al primero lo llamó "el deslinde". Esto es, establecer límites alrededor de la pareja que la definan como tal frente al mundo. Por ejemplo, no se puede tratar de la misma manera a la señora que a la compañera de trabajo. Mientras más claros y explícitos sean, mejor, así se evita después la frase típica: "Pero si pensé que eso no te importaba".

Lo segundo es que la pareja sea capaz de intercambiar conductas de autonomía y de dependencia. Es decir, "esa historia antigua de que el hombre era el fuerte y la mujer la débil hoy ya no funciona mucho. Ambos esperan sentirse cuidados o independientes, según sea el momento". La palabra clave, sin duda, es flexibilidad.

El tercer cimiento es que ambos sientan que valen lo mismo, respecto de los hijos, de la familia y de ellos mismos. Y si hay algo que, a juicio de la especialista, las generaciones actuales deberían recoger de las antiguas "es la fuerza de voluntad, eso que las abuelas llamaban el 'querer querer' y que por estos días a muchos les falta".

A cada etapa su afán

Formación de pareja estable.
-Exige renunciar a cualquier otra posible pareja; distanciarse un poco de la relación con las familias de origen; entablar las propias normas, intereses, etc.
-Empezar a pensar en un "nosotros" y ya no tanto en gratificaciones personales.
-Desarrollar habilidades de comunicación para negociar límites con la pareja (salidas con amigos, etc.).
-Es normal que aparezcan miedos (separarse de los padres, sentirse amarrados, con responsabilidades).

Estructuración (antes de la llegada de los hijos).
-Renegociar los roles, pues se han conocido nuevos aspectos del otro.
-Se discute sobre normas y valores, también se reparten tareas.
-Se redefinen límites familiares.
-Aceptar que son dos personas que sienten y piensan de forma distinta.
-Etapa difícil que puede llevar a una lucha de poder.
-El embarazo es un momento crítico al que debe prestarse atención y compartir emociones al respecto (alta tasa de infidelidades masculinas).

Paso de la pareja a la familia.
-Reacomodar la relación, pero con un tercero (luego con un cuarto o un quinto hijo).
-Hacer el esfuerzo de que la crianza no lo absorba todo y permanezcan ciertos espacios de pareja.
-Suele pasar que a los temas no resueltos antes de la llegada de los hijos se les echa tierra hasta que éstos crecen (entrada al colegio). Tratar de que eso no ocurra.

La mitad de la vida.
-Redefinir y resignificar el vínculo ("Misión cumplida" con los hijos y momento de ver qué queremos para adelante).
-Ambos cónyuges evalúan si los objetivos planteados en lo individual y familiar se cumplieron (ojo que pueden aparecer frustraciones y culpas hacia la relación).
-Se van recuperando espacios para la pareja y la vida individual. Identificar esas cosas postergadas que gratifican y negociarlas.
-Primera vez que se plantea en pareja el tema de la muerte.

La vejez.
-Recoger toda la experiencia vivida y transmitirla a las generaciones nuevas. Muchas veces las parejas se unen en esta tarea de conectarse con otros.
-La "abuelidad" es una fase de mucha unión en la pareja.
-La pareja se centra en el cuidado físico mutuo (acompañar al médico, preocuparse de los remedios o de la enfermedad), y el amor se expresa mucho a través de esto.
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