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“Podría haber sido desde bailarina hasta pintor”

03 de Abril de 2006 | 11:44 |
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Mientras la mayoría de las personas justifican su éxito contando sus logros, Gumucio hace lo contrario. El escritor entrega un listado de los elementos por los que no debería haber llegado a triunfar, para demostrar lo mucho que ha alcanzado. “Mira, soy profesor de castellano, estudié en el Instituto profesional Blas Cañas, soy disléxico, tengo problemas fonoaudiológicos, escribo con dificultad. Tomando en cuenta todas esas dificultades, más alguna fobia, angustia y ansiedad, yo encuentro que me ha ido bastante bien”.

Su abuela lo marcó durante la infancia. No es que la señora haya puesto un fierro caliente sobre los muslos del joven, sino que puso en sus manos los libros que prendieron la vocación del niño. “Ella me ayudó mucho, fue realmente una segunda madre, quizás un padre y le debo muchísimo. Creo que me hice escritor por culpa de ella, porque quería ser artista, pero no sabía qué. Podría haber sido desde bailarina hasta pintor”. Si optó por ponerse un lápiz en la mano en vez de un tutú en las caderas fue porque “escribir era una forma de hacer arte más barata, con menos ejercicio y no había que usar malla”.

-¿Qué otros recuerdos tienes sobre tu infancia?
“Escribí un libro entero sobre el tema, por lo cual los recuerdos ya no existen y se transforman en los del libro; ya no me pertenecen, son discurso. De alguna forma, una de las razones por las que uno escribe es para eso. Por eso, en general los libros son sobre cosas desagradables y terribles, porque así uno se las regala a los demás”.

Los recuerdos de infancia que Gumucio extirpó de su memoria tienen como escenario a Francia, el país donde vivió sus primeros años. A pesar de haber sido extranjero durante ese tiempo, dice no sentirse desarraigado. “No, yo tengo una relación con Chile muy voluntariosa, hecha a partir de mis propias ganas de ser parte de algo. Me siento perfectamente cómodo en Chile y no tengo conflictos con eso, pero ha sido un trabajo”.

-¿Por qué tu voluntad se inclinó hacia Chile?
“Mi voluntad se inclinó hacia Sudamérica, más que hacia Chile. Cuando tomo el avión y llego a América Latina, me siento en casa, integrado a la estructura. Hay algo que a mi me intriga, me gusta, me interesa, me acomoda en esa manera de pensar y hacer las cosas, que tiene que ver con el subdesarrollo y con la pobreza también.
“En Europa me sentí siempre con la necesidad de ser perfecto, de estar completamente integrado a una sociedad llena de supuestos y de cosas que funcionan de una determinada manera, en la que nunca tenía mi lugar. Allá, siempre me sentí marginado, desarraigado y solitario. Cuando volví a Chile, entendí que aquí servían todas esas rabias y rarezas que sufría; de ahí viene mi contacto con Chile. Como uno no puede ser sudamericano, porque es una ridiculez, soy chileno. Pero podría haber sido peruano o boliviano”.

-¿Fue muy decisivo el hecho de que en un principio conociste a Chile sólo por el discurso?
“Sí, eso marcó mi distancia con Chile, marcó mi cultura y también mi relación con el idioma. El castellano es mi segunda lengua, así que también tengo una desconfianza con el idioma que se basa un poco en eso. En el mundo del castellano me siento cómodo, pero también un extranjero y me gusta. Por ello, tampoco tengo ningún misticismo con el lenguaje. Creo que un libro traducido es tan bueno como el original y que las lenguas no comportan visiones de mundo, como piensan algunos. El idioma es el idioma no más”.

Además de teorías sobre el idioma, Gumucio está pronto a exponer sus particulares ideas sobre el humor en el primer taller del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales. “Creo que el humor es totalmente conservador y convencional, siempre supone que hay un orden y que las cosas tienen que ser de una determinada manera. Cuando las cosas podrían ser de otra forma están castigadas con la risa que es primordialmente una forma de represión y de uniformidad. Aunque algunos logran subvertirla y llegar feliz a su casa”.

-¿Tú subvertiste la risa?
“Totalmente, lo he tomado toda mi vida como herramienta. Permanecería en la virginidad más total sino fuera por eso, ha sido mi única manera de entrar a muchas cosas. Soy una persona que si tomo un vaso se me cae todo en los zapatos, si hubiese querido ser serio estaría perdido, no tendría cómo. Entonces, ha sido una venganza lenta y progresiva contra el mundo”.

Si la seriedad no es lo suyo, la normalidad tampoco. Incluso dice que una de las cosas que lo une a su esposa es que “en el fondo pertenecemos al mismo país, que es el de la gente más o menos rara”.

-¿Por qué siempre dices que eres raro?
“Yo no me siento raro, me siento completamente normal. Me muevo como si fuera normal, hago las cosas como si fuera normal, nunca he intentado ser raro ni hacer nada raro. Lo que pasa es que la gente en sí me lo recuerda”.
“A mí lo que me parece raro es que a la gente le parezca raro; pero yo no me lo parezco, de hecho no lo soy. Soy una persona muy aburrida, que tiene pasiones, sueños y visiones de mundo completamente mediocres. No lo digo con falsa modestia, sino que con mucho orgullo. Sé ganar mi plata, sé cómo gastarla, sé qué hora es y qué tengo que hacer”.

-Eso para ti es ser normal.
“Eso es lo real y detesto por sobre todas las cosas la fantasía. La gente que se hace sueños porque dice cosas de sí misma que no son ciertas o se inventa personajes, son tipos sin ninguna atracción. Estoy mucho más cerca de Sancho que de don Quijote. Por supuesto está matizado, pero, sí, intento recuperar los momentos en que he sido un idiota que ha creído”.

-¿En qué has creído?
“He tenido pretensiones, ideas de mí mismo que son erradas y me han costado caro. He tratado de pensarlas y mejorarme de ellas. No creo en la fantasía”.

-¿Y en sueños, como ambiciones?
“No tengo sueños. No me acuerdo en verdad. Si los tengo, no me recuerdo y los que tengo son aburridísimos: que debo ir al banco y firmar un cheque, cosas así”.
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