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“Siempre piensan que soy mucho más terrible, irreverente y malvado de lo que realmente soy”

Un poco de todo, una especie de hermafroditismo intelectual se esconde tras la corteza cerebral de Gumucio. En un sólo cuerpo habitan decenas de contrasentidos, pero el escritor no se complica con ello, porque ha sabido explotar de manera creativa sus desacuerdos internos.

06 de Junio de 2006 | 09:19 |
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Hablar con Gumucio es casi como estar viendo diapositivas en un Viewmaster. A cada pestañeo, cambia de posición: Gumucio de frente, Gumucio tres cuartos, Gumucio de perfil, Gumucio de espaldas. Además, se echa para adelante, para atrás, habla, calla, incluso olfatea el plumón que tiene sobre la mesa.

Nadie detiene al escritor de 35 años. De hecho, esta entrevista se desarrolló en seis escenarios. Su inagotable movilidad se expresa también en lo laboral. Además de publicar libros, Gumucio ha colaborado con medios como el mítico canal Rock and Pop, radio Zero, revista Ya, The Clinic, LUN e incluso el suplemento infantil Timón.

-¿Cuál es tu criterio para elegir los medios en los que trabajas?
“Mi criterio es: si el medio es como las pelotas pero puedo hacer lo que a mí me interesa y no me obligan a estar a su altura, pues tengo un estómago bastante sólido para... Muchas veces me han dado espacios para hacer mi trabajo en lugares que no habría elegido y en otros que habría escogido, no me dan lugar para hacer lo que quiero; esa es la contradicción vital. Pero para mí venderse no tiene relación con trabajar en determinados lugares. Todos vivimos en Chile y este país también significa mil cosas horrorosas y uno está aquí. Venderse no es eso, sino hacer las cosas mal”.

-¿Te has vendido?
“Sí, muchas veces. Por supuesto que también lo he hecho mal y asqueroso y flojo. He hecho muchas cosas horribles. Pero siento que si tomo en total mi carrera, el balance es más bien positivo; no en que sea súper genio, pero sí en que por lo menos he tratado de hacerlo bien”.

-¿En qué ocasiones te has vendido y has hecho cosas horribles?
“No me puedo acordar. Pero miles de veces, mil pequeñas cosas. Muchas veces he antepuesto el sueldo a mi dignidad”.

-¿Actualmente?
“No, actualmente siento que no. Las cosas en que trabajo me satisfacen. He tenido una gran suerte en la vida en el sentido de que soy muy poco dúctil: no puedo disimular, ni fingir, ni tratar de ser muy distinto a lo que soy; por lo cual la gente me compra por lo que soy o no me compra. Si alguien accede a contratarme, es porque ya sabe a lo que se expone.
“De hecho siempre piensan que soy mucho más terrible, irreverente y malvado de lo que realmente soy. Cuando ven que soy un tipo adaptable, no tan de izquierda, ni tan terrible y la persona más reverente del mundo; empieza la decepción”.

-Se ha construido una caricatura tuya.
“No, yo soy un poco eso. Soy un poco irreverente y un poco de izquierda, y un poco de derecha y un poco reverente”.

-¿Qué tienes de derecha?
“Odio el discurso de izquierda. El indigenismo, el musulmanismo, el culto a las minorías y todas esas cosas me parecen asquerosas. También soy anticomunista a carta cabal y las economías protegidas me parecen más o menos, no más. Estoy a favor de la libre empresa”.

-Entonces, ¿qué tienes de izquierda?
“Pienso que hay que tener protección social, creo en la solidaridad y en los cambios, no considero que haya gente que nació para pobre, estoy contra la esclavitud y contra la discriminación. Soy un izquierdista a la antigua, de los años cuarenta”.

Aunque no fue (completamente) política, Gumucio vivió una revolución a fines de los ‘90. Los compañeros de esa guerrilla son los amigos que mantiene hasta hoy. El campo donde se desarrolló su sublevación personal fue Canal 2, un lugar donde sintió que se abrió: “Yo perdí todo tipo de virginidad en ese lugar”. También comenzó una nueva etapa “no necesitábamos vivir con mucha plata porque no importaba mucho y no sé... fue lo que el mundo dice que es la juventud, que yo lo viví a los 25 años; o sea, bien tarde”.

-Fue como un sueño.
“Fue como un sueño. Ahora, nosotros lo vivimos como si fuera una pesadilla, porque más lo que sufríamos, pero por puras wueas que hoy en día me parecen ridículas. Vivía con la ansiedad y la angustia de tener que ser famoso, pero al mismo tiempo tener que ser súper original, pero al mismo tiempo ser súper puro, y al mismo tiempo ser súper vendido y todas estas contradicciones”.

-¿“Plan Z” y “Gato por liebre” fueron un aporte, lograron una apertura?
“Por lo menos yo me siento muy honrado de no haber aceptado este orden basado en el miedo y haberlo dicho públicamente, a través del humor; además, a través de una manera creativa”.

-Una vez dijiste: “Los que logran escribir libros importantes lo hacen sólo al renunciar a ser respetables y decentes”.
“Sí, es como una especie de rebeldía. O sea, no. Yo trato de ser bien educado y decente, porque encuentro que es mucho más importante ser una persona bien educada y decente que un buen escritor. La verdad es que la literatura es una actividad delincuencial, muy picaresca”.

-¿Por qué?
“Porque hay unas condiciones objetivas que obligan a que sea así, sobre todo en Chile o en Sudamérica. Cuando escribes, estás trabajando, pero no te pagan por eso; por lo cual tienes que hacer cualquier trabajo, que te tiene que ocupar poco en la mente, para financiar tu trabajo importante. En la vida laboral tienes que ocupar tu mente y tu corazón en eso, pero si eres escritor estás mintiendo; siempre le estás poniendo el gorro a tu trabajo o a tu vida o a tu esposa”.

-¡A la esposa también!
“También con la literatura, si es que eres seriamente escritor. Siempre estás como haciéndole el quite. Además, la escritura es un trabajo con la memoria, por el que muchas veces debes falsear datos y eso es muy peligroso. Igual son gente malsana, algo te lleva a escribir, que no es normal. Son personas que tienen alguna herida, algo que les hizo procesar mal las experiencias”.

-¿En tu caso, procesar mal por haber vivido tu infancia en Francia?
“Tenía genéticamente la enfermedad, como la gente que tiene un virus y algunos lo desarrollan y otros no. Las circunstancias hicieron que se manifestara fácilmente en mí, porque tenía que sobrevivir. Escribir me ha ayudado mucho a sobrevivir, me alivia, me explica, me explica sobre todo”.

-¿A ti mismo o al mundo?
“Las dos cosas, en verdad”.

-¿Qué te complica más, el mundo o tú?
“Es una pregunta para una frase o para dos mil páginas. Pero el mundo me complica cada vez menos. Cada vez me complico menos yo. Cada vez me voy poniendo una persona menos interesante, con menos conflictos o muy mediocres y me vuelvo una persona más contenta; entonces esto es terrible para mí”.

-Entonces crees que la felicidad se alcanza por medio de la ignorancia.
“No, no, no, no. No, yo creo que no. A ver. Creo que cuando era más escritor tenía una cantidad de problemas falsos y estúpidos, dudas idiotas, típicamente de adolescente” (enfatiza estúpidos o idiotas con tono de repulsión).

-¿Cómo cuáles?
“Cómo funcionan las cosas, cómo se pide un crédito, cómo es la gente. Veo que muchos de mis colegas escritores, que respeto y todo, son unos idiotas porque tienen puros problemas tontos. Antes encontraba que un tipo que no sabía sacar una cuenta de banco era un tipo la raja, ahora me parece que es un pobre pelotudo. Y que alguien pretende que le paguen por no saber, me parece triste”.

-Entonces eres menos escritor, porque entiendes más del mundo.
“Sí, por supuesto. Voy pensando cada vez más como piensa el pequeño burgués, que las cosas son como son. Por ejemplo, sufría mucho por que me iba mal con las mujeres. Entonces, buscaba explicaciones místicas, existenciales y humanas para entender eso; pero he descubierto que es simplemente una cosa genética y del mercado sexual. Claro que es muy aburrido como explicación, pero así es. Con el tiempo me he ido transformando en un viejo de campo que tiene puras filosofías como básicas, porque las otras me parecen muy poco satisfactorias y muy estúpidas”.

-¿Tus ensayos podrían llegar a ser filosofías?
“Muchas gracias por el halago, pero creo que lo que yo hago es ensayismo galante. Hago como un ensayismo para seducir con bonitas palabras y para que me paguen una buena cantidad de dinero. Pero en mi escritura no hay conocimiento; un amigo en Barcelona me lo criticaba siempre, que era sólo literatura”.

-¿Aspiras a eso?
“Sí aspiro a ello, pero necesitaría trabajar, estudiar y leer y no tengo tiempo para tanta cosa. Ahora, mi alivio es que Borges tampoco logró producir conocimiento, sólo hizo periodismo galante”.

-¿Te consideras más escritor que periodista o son lo mismo?
“Para mí es lo mismo, todo es parte del mismo trabajo. Es como una especie de intentar descubrir qué es la realidad, nombrando todo lo que no lo es. La realidad es lo que queda cuando ya has despejado todas las mentiras, es la x de toda esta ecuación. ¡Pucha que está buena mi teoría!”

-¿Te importa mucho la crítica y la cantidad de gente que compra tus libros?
“Total, para eso escribo. Escribes para resolver dudas internas y personales. Escribes porque necesitas hacerlo y porque si no se aburre mucho uno. Publicas para que lo lean, para saber si esas intuiciones que tienes son reales o no, y por vanidad”.

-¿Vanidad muy grande en tu caso?
“Lo justo y necesario. Lo que pasa es que no hay escritor sin vanidad, es completamente absurdo”.

-¿La escritura te satisface, es un oficio pleno para ti?
“Eso me lo pregunto muchas veces. Cuando lo hago me gusta mucho y lo disfruto, pero la carrera literaria y todo lo que tiene que ver con ella me produce mucha angustia y me es muy difícil. El tipo de vida que la literatura obliga, me complica. Me gusta, la parte buena, pero la parte mala no”.

-¿Cuál es la parte mala?
“El aislamiento, la espera, la paciencia, la soledad, la pedantería, el mundo de la cultura, la vanidad, las peleas. Conozco muchos escritores que lo son en un cien por ciento y viven de eso; viven mal, pero viven de eso. El tipo de angustia que ellos sufren me es muy difícil de aguantar. De hecho, ése es como mi impedimento para ser un escritor de verdad. Esa parte como que no me llega nada. Ahora, la parte de escribir, de inventar cosas, de imaginar, de tener control sobre las palabras y crear un lenguaje; todo eso me satisface plenamente y lo gozo con total frenesí. Lo que pasa es que demanda tiempo, paciencia, soledad, aislamiento; que es lo que no me gusta.
“La contradicción vital es que cuando puedo sentarme a escribir, que es algo que evito hacer con verdadero frenesí, gozo y además me siento completo”.

-¿Te sientes muy lleno de contradicciones?
“Me siento como disperso, pero cuando escribo me siento redondo. Es como una relación que uno tiene con alguien: me siento bien, pero tengo que serle infiel todo el rato con cualquier cosa. Sobre todo con el oficio de ver películas, que es una de las cosas que más me gustan”.


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