EMOLTV

Un hijo único requiere atenciones especiales

La crianza de un niño sin hermanos tiene sus bemoles. Evitar la sobreprotección e incentivar las amistades son tareas claves.

11 de Abril de 2006 | 15:32 |
imagen
Las últimas cifras sobre natalidad entregadas por el INE hablan de una realidad evidente: el número de niños por familia cayó de 2,5 a 1,9 en sólo diez años.

Números que no sólo hablan de una cantidad insuficiente de personas para lograr un reemplazo natural de la población, sino que también confirman que la imagen tradicional de familia numerosa es cada vez menos común en Chile.

"Hay que partir de la premisa de que ser hijo único hoy no es lo mismo que antes. Antiguamente era algo obligado por distintas razones mientras que en la actualidad hay muchos que lo hacen por opción", explica la sicóloga infanto juvenil Constanza Fernández.

Además, agrega que el asunto no se agota ahí, porque también caen en la calificación de hijos únicos aquellos que tienen una diferencia de, al menos, siete años con el resto de sus hermanos, "algo común hoy en día".

Ante esta nueva realidad, existen varios aspectos que los padres deben tener en cuenta. Primero, que la extensión de la jornada escolar propicia que tengan mayor contacto con sus pares: "Esto es de gran ayuda para ellos en términos del desarrollo de su sociabilidad y disminuye la creencia de que son niños más solos o tímidos".
Sí a la frustración, no a la sobreprotección
Es importante evitar la típica actitud sobreprotectora y consentidora que adopta una gran mayoría de padres de hijos únicos. "Tratan de reemplazar los hermanos tapándolos de juguetes o haciéndoles todo. Incluso me han llegado niños de 15 años a los que los bañan", afirma la sicóloga Constanza Fernández.

Por eso llama a los padres a estar atentos, porque las conductas sobreprotectoras pasan la cuenta a futuro. "Uno les está enviando el mensaje de que no pueden hacer las cosas solos y por eso los padres las hacemos por ellos, lo que puede ser nefasto en la adultez".

Para Anita y Geir, padres de Lía (6), tratar de no caer en lo anterior ha sido "un trabajo consciente". "En los juegos de la plaza, cuando sube al resbalín me pongo al lado por si le pasa algo, pero veo que a los otros niños los dejan más solos, así que me esfuerzo por retirarme y mirarla de más lejos".

El resultado es que hasta ahora Lía no ha tenido problemas de socialización en el colegio. "Eso sí que se relaciona con los niños desde un punto de vista más adulto, y no sabe cómo reaccionar cuando uno de sus compañeros le quita el juguete o no la deja hacer lo que quiere". Por eso juntarlos con primos o amigos es tan necesario.


Pero es enfática en advertir que esto no implica que los padres se olviden del tema. "Siempre hay que fomentar que se relacionen con niños fuera del contexto escolar, ya sean primos, hijos de amigos, o bien buscarles instancias nuevas donde puedan hacer amistades", precisa.


El "viejo chico"

La razón, a su juicio, es que el colegio es un ambiente más reglamentado y si el área social del niño se limita a eso y a la casa, se corre el riesgo de que se críe como un "viejo chico". Un modelo que a esta sicóloga le ha tocado ver bastante y que, si bien es muy cómodo para los padres, puede producir problemas en el correcto desarrollo del niño.

"Tienen actitudes y lenguaje de adulto, lo que es muy celebrado por su familia en la casa. Pero también son niños que en el colegio hacen callar al resto de sus compañeros, son muy correctos y hacen pocas travesuras, por lo que terminan siendo aislados. Al final, crecen con una estructura emocional más rígida, lo que les traerá problemas en sus relaciones en la adultez", cuenta.

Por lo mismo, la recomendación es que los padres hagan un esfuerzo por sacar su lado lúdico y jueguen con ellos de una forma más "infantil". "Que hagan actividad física, que bailen, que hagan bromas, que jueguen a la guerra. En resumen, que los ayuden a soltarse un poco, a ser más niños".

Una medida que sirve, pero que en ningún caso reemplaza el hecho de compartir con pares, según la sicóloga infantil de la Clínica Santa María, Gabriela García. "Además, es importante que estos niños tengan en su casa un espacio para ser infantiles, para ensuciarse, para hacer leseras". Espacio que, agrega, debe diferenciarse de aquellos que tienen los adultos. "Hay que tener cuidado porque los hijos únicos tienden a estar todo el tiempo en la pieza de los papás y al final terminan participando de las discusiones y conversaciones adultas, están metidos cuando hay invitados y eso no es bueno", explica.

Ahora, tampoco hay que caer en el extremo de taparlos con actividades y llenarle la casa de amigos. "Porque también tienen que aprender a asumir su condición, a entretenerse solos y a disfrutar de su soledad".

Otro aspecto a tomar en cuenta es el de las expectativas. "Uno siempre imagina cómo y qué va a ser nuestro hijo cuando grande, fantasías que se reparten cuando se tienen varios niños. El que es único, en cambio, carga solo con el peso de encajar en el molde que tienen sus papás porque sabe que él es todo para ellos e inconscientemente trata de retribuirles eso", aclara la profesional.

Por eso la recomendación es que, antes de regalarle la pelota de fútbol o la guitarra sin que el niño lo haya pedido, los padres se den el trabajo de revisarse a sí mismos y asumir sus deseos y frustraciones como propios en vez de endosárselos al pequeño.



EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?