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Estamos pololeando, tenemos trabajo y ahora ¿qué sigue?

Caer en la inercia puede ser peligroso cuando de avanzar en una relación se trata. La idea es que, antes de decidir nada, se haga una reflexión personal y de pareja.

03 de Julio de 2006 | 11:36 |
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"Quiero saber si estoy dentro de tus planes futuros", le dijo Gabriela Puig (26) a su pololo. "Esteee, bueno, no sé", fue la errática respuesta de él.

Ambos tenían edad suficiente para casarse, trabajos que les permitían ser económicamente independientes y el beneplácito de sus respectivas familias.
Aun así, bastó una conversación -que comenzó con esa simple pregunta- para que ambos se dieran cuenta de que su pololeo de casi seis años había llegado a su punto final.

"Menos mal que se me ocurrió preguntar. Si no, quién sabe cuánto tiempo más habríamos estado juntos", cuenta ella.

"Es que llega un momento en toda relación, especialmente cuando ya se tiene cierta edad y se cumplen ciertas condiciones, en que a uno o ambos les surge la inquietud de saber para dónde van como pareja, de dar un paso más allá", explica la sicóloga y terapeuta de parejas Claudia Rojas.

Y es en ese momento, asegura, cuando antes de hablar el tema, vale la pena hacer una reflexión íntima y personal.


Prioridades personales

Suena obvio, pero, según la sicóloga clínica Pamela Cohen, son pocos los que se toman el trabajo de hacerse preguntas tan simples como esenciales. ¿Qué espero de mi pareja? ¿Qué quiero para mi futuro? ¿Cuáles son mis prioridades? Son algunos ejemplos.
Señales de alerta
Malas sensaciones
Si la angustia, el miedo y la tristeza predominan por sobre la felicidad y la tranquilidad es una alerta de que hay algo en la relación que está fallando o que, simplemente, no hay amor.
Lejanía
El temor de mostrarse con las propias emociones frente al otro demuestra que existe una distancia emocional en la pareja, cosa que difícilmente se logrará cambiar con el tiempo.
Impulsividad
La decisión de casarse no puede ser tomada sin una reflexión previa de la pareja. Eso muchas veces indica que las razones que la motivaron no son las indicadas.
Querer cambiarlo
No hay que proyectarse asumiendo que el otro cambiará o se moldeará al gusto propio. Si uno no puede aceptarlo tal cual es, puede ser que haya que re- evaluar la relación o terminarla.


"Hay que ser honesto con uno mismo y no caer en la trampa de tratar de satisfacer las necesidades ajenas por sobre las propias, lo que es mucho más común de lo que uno cree", reflexiona Claudia Rojas. En otras palabras, no casarse porque la familia quiere, porque los amigos están casados o porque es el siguiente paso lógico del pololeo.

"Aquí hay que separar lo que uno quiere del resto, y si es necesario ir a terapia para lograrlo, bienvenido sea. Lo que pasa es que es la única forma de disminuir el riesgo de tomar la decisión equivocada, ya sea casarse o seguir en una relación que no tiene futuro", dice Pamela Cohen.

Donde no hay que hacer distinciones es en los planos emocional y racional. "Lo ideal es que ambos se identifiquen", dice Claudia Rojas. Esto, acota, quiere decir que además del típico "estoy enamorado(a)" tiene que existir la convicción de que la otra persona "me hace bien" o "me conviene" si se piensa solamente con la razón.

Ahora, una vez que uno tiene clara la película personal, lo que viene es tratar el tema en pareja y compartir esa reflexión.

"Sí, por favor olvidarse del cuento del pololo que llega de sorpresa sin una reflexión previa con el anillo como un príncipe azul. Eso no siempre resulta, hay que meditarlo y discutirlo entre los dos y tomarse todo el tiempo del mundo para eso", agrega Pamela Cohen.

Lo que también implica, en su opinión, abrirse a las distintas posibilidades que surjan. "Pueden decidir seguir tal cual, comprometerse con miras a un proyecto en común, irse a vivir juntos, terminar, en fin. Eso es decisión de la pareja".

Fue justamente de tanto conversarlo que Daniela Guarda (25) y Diego Cortés (29) llegaron a la conclusión de que lo mejor era irse a vivir juntos. "Se dieron un montón de factores externos, así que fue lo más práctico desde el punto de vista económico. También pesó el hecho de que casarse tenía una serie de implicancias que estamos dispuestos a asumir, pero no en este momento".

Pero además de ver qué camino tomar, hay que analizar si las prioridades de ambos coinciden. "Eso es esencial", aseguran ambas sicólogas.

"Yo les recomiendo ejercicios tan sencillos como que escriban sus prioridades en círculos concéntricos, partiendo por lo más importante desde el centro hacia fuera", dice Claudia Rojas.

Si los que son considerados intransables coinciden es una buena señal, pero si resultan ser muy distintos, es una alerta de que hay diferencias profundas.

En todo caso, las listas no bastan si no se conversan. "Lo mejor es hablar mucho de lo que ambos quieren en el futuro, cuáles son sus expectativas de la relación, qué esperan de la pareja. Es bueno jugar, que fantaseen, que se proyecten a dónde quieren llegar juntos", dice.

Y la franqueza debe ser siempre el ingrediente principal. Ambas sicólogas afirman que si a uno de los dos le da miedo el matrimonio, tiene que decirlo y que si el otro lo único que quiere es casarse y tener hijos, también debe decirlo. "Porque si alguno siente miedo de expresar sus verdaderos deseos ante el otro hay algo en esa relación que está mal".

Según Pamela Cohen, tampoco se trata de caer en la trampa de sentirse en la obligación de dar un paso más porque ya ambos tienen trabajo y llevan tiempo pololeando. "Hay que ser consciente con uno mismo, ojo con ponerle piloto automático. Puede que sean económicamente independientes y tengan la edad suficiente, pero si están bien así no tienen por qué dar un paso más. La clave está en no hacerlo por obligación, sino porque íntimamente lo deseas".


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