Dana Reeve tenía 44 años y hacía menos de uno y medio se había convertido en la viuda del actor Christopher Reeve. El lunes 6 de marzo murió de un cáncer de pulmón diagnosticado hace siete meses. "Yo no fumo y vivo en el campo, así que pensaba que estaba bien. Por eso (al saberlo) quedé completamente en shock", había dicho en una entrevista televisiva poco después de conocer su diagnóstico.
Aunque alrededor del 10% de quienes enferman de cáncer de pulmón nunca han prendido un cigarrillo; muchos han asociado la muerte de Dana a las fuertes tensiones emocionales que debió vivir desde que su marido quedó paralizado en octubre de 1995, el dolor de su repentina muerte en 2004 y la de su madre, poco después.
Desde hace años los investigadores están tratando de determinar si el estrés es un factor de desarrollo para el cáncer. Pero la existencia de este vínculo no está zanjada.
Nada definitivo
"No hay ningún estudio definitivo que asocie estrés a cáncer", dice el doctor José Miguel Reyes, director médico del Instituto Oncológico de la Clínica Las Condes. El especialista cita una de los estudios más conocidos al respecto, realizado por la doctora Polly Newcomb, del Centro de Investigación en Cáncer Fred Hutchinson en EE.UU.
A dónde recurrir
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- Copso ofrece atención sicológica individual y grupal a pacientes y sus familias de bajos recursos F: 208 5037.
- Clínica Santa María, la Fundación Arturo López Pérez y el Hospital San Borja ofrecen atención sicológica por parte de profesionales de Copso. En el Hospital del Tórax todos los miércoles a las 17 horas dictarán charlas gratuitas en el auditórium.
- La unidad de Cuidados Paliativos de la Conac ofrece apoyo sicológico a pacientes mayores de 18 años con cáncer incurable y a sus familias. F: 738 0432
- La Corporación Yo Mujer brinda apoyo emocional a mujeres con cáncer de mama, a sus hijos y parejas. También reiki, asesoría estética, relajación y otros talleres. F: 335 3027. |
La especialista entrevistó a cerca de mil mujeres con cáncer de mama, preguntándoles si en los últimos cinco años habían muerto familiares o amigos, se habían divorciado, quedado cesantes o jubilado, o si su estatus económico había cambiado.
Al comparar sus respuestas con las de mujeres sanas, el resultado fue tajante:
no había asociación entre situaciones de estrés y cáncer de mama.
Usando registros nacionales de enfermedades, en Dinamarca se han hecho tres estudios que buscan la incidencia de cáncer en padres sometidos a altos niveles de estrés. Estos incluyeron a 11 mil padres que tenían hijos con cáncer, 21 mil que habían perdido a un hijo y 20 mil con un hijo esquizofrénico.
En ningún estudio los padres presentaron más cáncer que la población general.
Pese a ello,
expertos que trabajan con pacientes oncológicos han criticado las metodologías de estos estudios, señalando que en ellos se evalúan situaciones estresantes, pero no la forma en que las personas las enfrentan.
La psico-oncóloga Jennifer Middleton, directora de la Corporación Psico-Oncológica (Copso), investigó más de mil fichas de pacientes para escribir su libro "Yo (no) quiero tener cáncer". "Y uno de los denominadores comunes que vimos en ellos eran los duelos no elaborados, no llorados y las rabias no expresadas", afirma.
Además del bloqueo de sus emociones, explica, estas personas compartían rasgos como "falta de entusiasmo vital, tendencia a hacer las cosas por deber y no por ganas, baja autoestima y autopostergación".
Vitalidad en baja
La baja en la vitalidad, destaca Middleton, sería el eslabón clave de la cadena.
"Cuando ocurre una tragedia o una situación de gran estrés, disminuye la vitalidad de la persona. Y muchos estudios demuestran que esto hace decaer el sistema inmune y nos deja proclives a cualquier enfermedad, incluido el cáncer".
La especialista enfatiza que "cuando recibimos una persona con cáncer vemos que siempre antes de enfermarse ha pasado un período de estrés prolongado o ha tenido una historia de patologías menos graves, como colon irritable, jaquecas, lumbago. Es decir,
el cuerpo va reclamando cada vez más fuerte para que lo escuchen".
Lo que el cuerpo pide suele ser un cambio en el estilo de vida, que puede ir desde adoptar una alimentación más sana, hasta aprender a liberar las emociones, descansar más o abandonar un trabajo excesivamente tensionante. Hacer estos cambios a tiempo, señala Middleton, puede incluso prevenir un cáncer.
Cuando la persona ya tiene la enfermedad, dice Daniel Silva, sicólogo de la Corporación Nacional del Cáncer (Conac), "
un estado afectivo positivo y una buena disposición frente a la vida generan mayores defensas. Por eso, lo que buscamos incentivar en ellos es el autocuidado, reducir sus temores, ayudarlos a tener una actitud más positiva".
El doctor Reyes agrega que eso también ayuda a que los pacientes se comprometan más con su terapia.
De ahí que
rescatar y estimular las ganas de vivir sea también uno de los principales objetivos de terapias, grupos de apoyo, charlas y un sinnúmero de talleres como reiki, yoga o danza, cada vez más extendidos en servicios oncológicos de hospitales y clínicas del país.
"Todo lo que pueda hacer el médico no es nada comparado con la ayuda que puede prestar una persona que pasó por la misma experiencia o con compartir con otros un taller de danza o de arte", destaca el doctor Reyes.