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“Todavía como y vivo del Pipiripao”

Nicolini es como Himan, como Candy, como la leche con Milo, como el Kegol y el jugo Yupi. Símbolo de una generación que ya cumplió el sueño de ser grande y ahora quiere volver a ser niño. Locomía se fue, la Free también, pero Nicolini sigue entre nosotros.

04 de Julio de 2006 | 09:20 |
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El mítico tío conductor de Pipiripao debería ocupar un lugar dentro de la pirámide alimenticia, aunque no está clara la categoría que le correspondería. La camella que comió su pelo de seguro lo agruparía en los vegetales. Los infantes del pasado lo pondrían entre los hidratos de carbono por su olor al pancito con mantequilla de la once ochentera. Mientras que los ejecutivos de UCV lo situarían entre las carnes, porque en 1996 lo consideraron una chuleta demasiado grasa y vieja para seguir conduciendo el programa infantil. “Nunca me había sentido flaco, pero cuando me gritaron por los diarios que me echaban por gordo, fue muy duro”.

-¿Te has vuelto a sentir discriminado por gordo y viejo?
“Yo creo que sí. No. O sea, naturalmente de mino no me van a llamar para nada, mino no soy. Pero esta cultura hedonista me sirvió para desarrollar tres montajes en base a gordos”.

“Como, luego existo” es uno de los monólogos que surgieron a partir de su observación. En él, Nicolini cocina las recetas de pastas de su abuela, mientras va reflexionando sobre lo que implica vivir con sobrepeso en Chile. Este es el trabajo con el que reabrirá su sala Merced 391. “Trabajo mucho haciendo monólogos de humor inteligente. Mi especialidad se ha convertido en el humor confesional”.

-¿Cuál es el humor no inteligente?
“El chabacano, el que se ríe de otro, el fácil. El inteligente es el que después de que te ríes, te das cuenta que lo hiciste también de ti”.

-¿Es una terapia?
“¿Para mí? Bueno, claro. Pero también hay un fin artístico; o sea, si no hace reír a los demás, para qué dar pena”.

-¿Por qué te has especializado en ese tipo de humor?
“Descubrí que es la manera más comprometida de hablar de lo que realmente te duele.
“Quedas desnudo. Porque si haces humor confesional, no haces chiste por chiste; es la observación de la vida”.

Mientras espera reabrir su sala de teatro, trabaja de forma paralela en una obra basada en la novela para niños "Me dicen Sara Tomate" de Jean Ure.

-¿Por qué ese cuento con la infancia?
“Porque es una libertad creativa que no te da otro género dentro del teatro. Hay algunos actores a los que les da lo mismo hacer una obra de un ladrillo y que la gente no entienda nada, no participe y se aburra. En cambio, a mí no se me puede aburrir ningún niño en la platea. Es un desafío, pero no se me aburren. Los niños de ahora me reciben con tanto cariño como con los de antes”.

-Porque tú eres como un niño.
“No, porque aprendí a relacionarme libremente y no pensar una cosa y decir otra. Me comunico a través del afecto para bien y para mal, y si por amor dejé la embarrá, aprendo”.

A pesar de que su último trabajo televisivo fue hace varios años en el programa “Arriba el animo” de Paulina Nin, dice que pega no le falta, y que sólo se ocupa en lo que lo hace feliz. “Trabajo en base a ideales y no a ambiciones. Tengo vocación para ser feliz”.

-¿Qué costos ha tenido para ti seguir tus ideales?
“No estar en televisión, por ejemplo. Que te llamen para trabajar en cosas en las cuales no te sientes cómodo. Gracias al teatro, yo he podido decir que no”.

Hace años que las tablas son su refugio laboral. “Este año me lo di para hacer teatro de maleta. Yo viajo mucho. Echo todo arriba del escarabajo, subo las cosas y parto ¡Bajo perfil! O sea, no necesito aparecer en las carteleras, ni tengo una postura farandulera, ni soy un producto fácil de vender; pero me llaman de todas partes. Es un chiste, soy como las empanadas caseras: te llaman y uno te recomienda a otro. Yo creo que soy el gallo con más kilometraje recorrido. Acabo de hacer una gira con mi repertorio infantil, desde Arica hasta Chiloé”.

-¿Cómo logras mantenerte vigente a pesar de no estar en los medios?
“Por el trabajo. Pero me encantaría que de repente me descubrieran como buen actor, como también me gustaría que me llamara un canal. Tengo dos teleseries hechas, puedo ser productor, puedo ser actor y no puedo estar esperando a que me llamen”.

-¿Te gustaría estar en televisión?
“La televisión me está perdiendo, como guionista y como animador. He leído noticias, he hecho entrevistas, he cubierto el Festival de Viña, he hecho un montón de cosas.
“Sería feliz con un programa de conversación, con teléfono abierto, de servicio; me gustaría seguir acompañando a los cabros que crecieron conmigo”.

-Pero ¿no sientes que estás encasillado como el tío de Pipiripao?
“Sí, he luchado harto contra eso; pero ya aflojé. Ahora le saco partido.
“Grabé un disco de las canciones con el Capitán Memo, hago presentaciones, tengo un monólogo referido al Pipiripao y la era ochentera. Cuando la gente te ve con cariño, asocia también su infancia, su pan con palta, su pan tostado. Como me dijo un gallo: tení olorcito a la hora de once.

-¿Qué te parece esa moda de nostalgia ochentera?
“Más que una moda, es algo que estuvo latente. Piensa que nunca he dejado de tener trabajo. Yo todavía como y vivo del Pipiripao, y como y vivo bien”.

-Entonces ¿por qué te molestaba esa relación con Pipiripao?
“Porque yo demás podría reemplazar a la Eva Gómez en el período de pre o post natal, pero no me van a llamar”.

-¿Pipiripao te ha ayudado o te ha limitado?
“No, como todo en la vida. O sea, yo creo que a la Eva Gómez tampoco la van a llamar para hacer Pipiripao. Es que estamos en esta sociedad farmacéutica que a todo le pone etiqueta. Pero no andas por la vida amargado. Imagínate que el Pipiripao me dio un carnet de identidad para todo Chile, es un agrado”.

-¿ Fue tu cúspide?
“No, fue una etapa”.

-¿Sientes que después las cosas no han funcionado tan bien?
“Es que tampoco fue mi interés seguir en televisión. Yo no estoy esperando en el estacionamiento del canal para que me descubran. Soy competitivo, me gustan los puntos de rating, me gusta ganar, aunque no a cualquier precio. Me gustaría trabajar en un programa que tuviera por desafío tener rating”.

-¿Has propuesto cosas?
“No, porque no se dan las instancias, no son mi círculo, no conozco a la gente que está ahora, no tengo mucho tiempo para la vida social, tampoco soy marihuanero, ni tengo a los niños en el mismo colegio. No me sé vincular, no me sé vender”.

Sin embargo, Nicolini no duda de su talento. Para él una de las pruebas más grandes de su capacidad se encuentra en Pipiripao. “Fíjate que los monos han sido repetidos hasta el cansancio en todos los canales y con ninguno ha pasado nada”.

-Pero hay programas parecidos en que se muestran monos y entre medio…
“Pero los animadores son como oligofrénicos. Uno ve a una niña preciosa riéndose de la nada, una cosa insólita ¡de la nada! es la consagración de la tontera. Unas niñitas chillonas esperando la oportunidad para irse a leer el tiempo o como modelo de Sábado Gigante Internacional, y ponerse harta pechuga. No veo que estén comprometidos con los contenidos de los programas, en absoluto. Nuestro fantasma estaba robado de la literatura, en base al fantasma de Canterville ¡Es leer un poquito!”

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