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“La vida me quedó debiendo una buena mamá para mis hijos”

24 de Abril de 2006 | 17:23 |
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Antes de tener barba, cuando lucir una abundante barriga era de lo más normal en la gente de su edad, Nicolini apareció en televisión. Era el año 63 y tenía cuatro años cuando estuvo en el programa “Quiero ser”, que su hermana Pia conducía en UCV.

Menos santo fue su debut en las tablas durante la dictadura militar. “Lo divertido es que el Sindicato de Artistas de Variedades, donde se agrupaban las vedettes y las bailarinas nocturnas, tuvo que hacer algo, porque las piluchas se quedaron sin trabajo. El toque de queda mató las boite de Valparaíso. Entonces, las reagruparon en una compañía de teatro infantil y como no había hombres, buscaron actores y encontraron a este niñito que era yo. Hice de árbol, de duende, con puras caperucitas voluptuosas y Blancanieves esculturales. Dejé de estudiar dos años. Mi papá me dijo: has teatro, porque ahí vas a aprender más”.

-¿Qué aprendiste ahí?
“¡Todo! Aprendí a gozar del oficio. Era un ambiente bastante menos promiscuo que otros, pero lo pasé muy bien”.

-¿Se aprovecharon del niño?
“Lo pasé muy bien, lo pasé muy bien (se ríe). Son grandes amigas ahora que son abuelas, de repente las veo”.

Además de rostro de televisión, de interprete teatral; Nicolini ha cumplido funciones como libretista, boletero, constructor, productor , hombre de circo y lector de noticias.

-¿En cuál de esos roles te sientes más cómodo?
“En todos, poh. Mi rol más cómodo ahora es ser papá y mamá, lo que aprendí por circunstancias de la vida”.

El matrimonio de Nicolini con Alejandra Perales terminó una mañana del año pasado, cuando una tormenta no pronosticada se desató en su cama. “Mi esposa abrió un día un ojo y me dijo no quiero envejecer como mujer de nadie, ni como la madre de nadie, quiero ser libre ”. Así se acabó la relación de 18 años que comenzó cuando se conocieron en Pipiripao. Ahora, Roberto disputa en tribunales la tuición de sus hijos. “Eso de ir a pelear a tus hijos a tribunales, es desgarrador. En el tema de la disputa de los niños, lo que más duele es que afloran las peores miserias de cada uno. Lo valioso es que la consejera técnica -antes de la audiencia con la jueza- incentiva exactamente lo contrario: que aflore lo mejor. El problema son los dobles discursos".

-¿Es muy difícil para ti?
“Los tribunales de familia en este momento están demasiado contaminados con esta era feminista al cuete; porque también como hay derechos, hay deberes. Si eres mamá, tienes que ser coherente con tu decisión de serlo, y ser buen papá pasa también por ser coherente. Si traje hijos al mundo, me hago responsable y apechugo tratando de ser un objeto de admiración. Yo creo que cuando los papás nos ponemos vulnerables, se produce este descalabro social que existe. Pienso que ningún niño que llegue a la droga, lo hace feliz o por opción; esta supliendo un ideal. Esta sociedad, postergó los ideales por las ambiciones”.

-¿Sufres mucho con esta situación?
“Sin duda. Es más difícil, cuando tienes hijos adolescentes que están fijando su personalidad. Tengo que contener por dos lados y mejorar la imagen del rol materno, porque la vida me quedó debiendo una buena mamá para mis hijos”.

-¿Estás decepcionado con todo lo que ha pasado?
“No (se ríe). Estoy en camino a reencantarme, a tratar de reconstruir con estos pedazos que quedaron. Cuando se termina un matrimonio uno debería terminarlo como un funeral, sepultarlo y hablar bien de él. Yo todavía no puedo hablar bien de la muerta. Habiendo tanta mentira de por medio, es muy difícil volver a creer en la otra persona”.

-¿Cómo haces para enfrentar todo lo que te está pasando y continuar riéndote en un escenario?
“Lo incorporo (se ríe), lo terapizo. Además es muy divertido ver la situación. Creo que el dolor tiene mucho que ver con el humor. Uno no es feliz, uno está siendo feliz. Al final, terminas deprimiéndote sólo porque te miraste el ombligo. La canción más sabia que se ha inventado es la de Cristel mueve el ombligo, mueve el ombligo, oh, oh, oh(canta mientras contornea su inexistente cintura sobre la silla de un café). Tu mueves el ombligo y se te pasa la depresión”.

-¿Te consideras depresivo?
“Lo suficiente como para ser humorista. Sí poh, si la depresión es un momento de ajuste de motor, de cambio de aceite”.

-¿Es un momento creativo?
“No, porque la depresión es paralizante. Cuando logras mirar hacia atrás sin ira, ahí puedes conciliar argumentos de paz. A mí lo que me importa mucho en la depresión o en la alegría es obtener paz, y vivo en paz. Siempre la tengo, porque Dios es mi piloto, entonces se me alivia la carga. Ya no pregunto por qué, pregunto para qué”.

-Por el despido de Pipiripao y tu quiebre matrimonial ¿sientes que la vida ha sido muy dura contigo?
“Sí, pero también ha sido muy grata. Yo creo que ha estado bien equilibrado. Así como ha sido dura, ha sido muy bendecida.
“Yo vivo pensando que todo tiene un cambio para mejor; por eso que Dios es muy sabio y el cuello no gira entero, porque si lo hiciera mirarías el pasado. Lo lindo de tener fe es la esperanza que uno descubre en el evangelio, que es tan sencillo como creer en lo que no vemos. Si yo me creo feliz, aunque inmediatamente no lo vea, voy a llegar a serlo”.

El 22 de agosto de 1999 otro hecho trágico remeció la vida de Nicolini. Un incendio intencional consumió completamente el restaurante en que había invertido sus ahorros. Por si fuera poco, no tenía seguro. “El incendio trajo muchos destrozos, todavía estoy pagando deudas. Sabes, yo creo que fue para no quedarme quieto, para no sentarme en la caja del restaurante a recibir las lucas que llegaban. Hoy por hoy, cuando he logrado pagar la deuda, tú te sentís más triunfador que con un estadio lleno aplaudiéndote”.

-¿Esa experiencia tuvo algo que ver con tu colaboración con Paz Ciudadana?
“Gracias a eso fue. Tú tienes que enseñarles a los niños cómo prevenir, porque la delincuencia es una lacra que existe. Yo les contaba a través del humor que si la Caperucita Roja le hubiera hecho caso a lo consejos de don Graf, no le pasaría nada de lo que le sucedió. El peor error que cometieron las educadoras de párvulo, fue decir que el lobo se convertía en bueno. El lobo de la Caperucita siempre es lobo. Si tú tienes una hija o un hijo, te cambia tanto la percepción. Yo por mis hijos soy capaz de matar. Es re fácil hablar que don Graff da miedo entre el postre y el café, pero cuando estás en la papa misma, da miedo”.

-¿Crees que esa violencia actual estimula la nostalgia por Pipiripao?
“Exactamente, porque la televisión ha perdido esos espacios de acogida. Todo se volvió competencia o denigración. Un reality se gana por eliminar a otro, eso es muy duro ¡Es feroz, es feroz! Creo que la gente ve las pautas de la crónica roja para ver si salió ahí”.

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