Nació el 4 de enero de 1979; estudió en el San Gabriel y luego en el Claire, casi en secreto y riéndose como niño malo pillado en falta, cuenta que el cambio se debió a que repitió I medio.
Moreno, con los ojos chiquititos y cuerpo de rugbista no todo han sido éxitos en la vida de Mazzarelli; muy temprano, a los diez años, perdió a su padre, víctima de un cáncer al pulmón. Don Enzo, sabio, le había dicho a su mujer que no se preocupara por el futuro del menor de sus hijos, porque él siempre sabría salir adelante.
La intuición del padre no falló, el joven chef cuenta que siente que él lo ha ayudado desde dónde esté. De otra manera no se explica la suerte que ha tenido: "decidí irme a República Dominicana y, así, de la nada, a las dos semanas de estar allá me dieron a cargo un restorán".
-Supongo que lo buscaste, que no te fueron a dejar la pega al hotel.
"No, no, no, yo estaba buscando, pero pega de cocinero. Cuando me ofrecieron esto, pensé hay que aprovechar, hay que cruzar el río no más, aunque no sabía nada y fui aprendiendo en el camino, viendo maneras de hacer las cosas más simples. Esa experiencia me sirvió mucho para aprender a mandar y a organizar".
-¿Te sirvieron los años de estudio?
"Mira esto es netamente práctica. Uno se da cuenta después que no había que estudiar, que hay que trabajar en buenos sitios; quizás toda la plata invertida en el estudio debiera haber sido usada para irse a Europa y haber pagado para trabajar en buenos lugares, pero bueno, uno no sabe. Yo lo recomiendo siempre a la gente".
Todo, según él, se ha debido al azar. Así como cuando le llegó el pasaporte italiano y decidió irse a Londres sólo para aprender bien el inglés y porque era una ciudad que le gustaba. "De nuevo suerte, porque entré a trabajar a una brasserie; estaba contento, pero me avisaron que cerraría. Le dije al chef que no me podía quedar sin trabajo, porque Londres es atómicamente caro y él mismo me recomendó con un amigo suyo. Yo estaba bien cansado, porque el restorán era muy hostil y estaba muy presionado, hasta que supe que el dueño había sido el ex chef ejecutivo del Savoy y que el restorán tenía una estrella Michelin". Entonces, decidió quedarse para aprender lo más posible. Luego Lyon y después Londres de nuevo, "todo siempre para mejor", dice.
-Eres como simple, parece que no te haces problema por nada. Eso también debe haber influido en que te acogieran en los distintos lugares.
"Sí, eso sí influye, porque soy súper tranquilo, me llevo bien con la gente y humilde, en un sentido, porque en Londres no estuve a cargo de ninguna cocina y, aunque había sido jefe en República Dominicana, yo hacía todo lo que me mandara el chef".
-¿Cuáles son tus aspiraciones a futuro?
"Bueno, es que llega un momento en que uno se va desligando un poco de todo este cuento, porque es matador y vas teniendo tu familia, tus hijos; entonces, vas formando tus equipos en distintos restoranes y los vas sólo dirigiendo, por que son gente de tu absoluta confianza. Mientras asciendes en esta carrera, tienes menos trabajo, pero más responsabilidades; es el trabajo físico el que disminuye".
Giancarlo también participa del directorio de la empresa textil de sus padres, de la que se hizo cargo su hermano mayor y su madre, después de que su padre muriera. Sin embargo, se declara abiertamente regalón y muy protegido por sus hermanos –la otra es mujer y psicóloga-, ya que, debido a la diferencia de edad, siempre han estado pendiente de él.
-¿Fue muy difícil para tu mamá que te fueras 7 años?
"Sí, sí, igual. Ella me iba a ver siempre a República Dominicana, bien seguido, a Europa no fue".
A su polola, la Maca, la conoció en el "Conchas negras" y están viviendo juntos. Ella es la administradora del Puerto Fuy, así es que comparten los largos horarios y ella entiende perfectamente bien el trabajo de Giancarlo. Ambos piensan que es el minuto de jugársela por la pega mientras están jóvenes, porque es un medio muy demandante.
-¿Alguna frustración?
"Bueno, cuando me sale algo mal en la cocina, pero se me pasa rápido. Por suerte no ha habido frustraciones grandes, porque todo se ha dado muy bien, ha salido muy rápido".
-Pero no estoy hablando de la cocina, si no de tu vida en general.
"Es que mi vida gira en torno a esto, jajajaja… No, es verdad, mi vida es esto".
-¡Te gusta mucho!
"Mucho, mucho. A la larga, paso todo el día aquí; mi novia trabaja acá conmigo, comentamos sobre el trabajo en el tiempo libre…
-¿Hay planes de formalizar la relación?
"No sé poh, con el tiempo se va a dar… si ya vivimos juntos y todo".
-¿Tienes algún hobby distinto a la cocina?
"Tenía… el rugby me gustaba mucho, pero me lesioné el hombro y soné; la pintura, pero ahora no tengo tiempo para pintar".
Cuenta que su tiempo completo lo absorbe el restorán y que no tiene muchas oportunidades de salir a comer, ni de ir al cine. "A lo más vamos al Mc Donalds, que es lo único que está abierto cuando salimos de aquí. Los domingos trato de salir un poco y vamos al Puerto Perú, que me encanta".
-¿¡Al Mac Donalds!?
"Sí harto, porque en mi casa no tengo nada para cocinar, absolutamente nada".
-¿Haces algo en tu casa?
"Nada, absolutamente nada. Cero aporte".
-¿Ni la cama?
(Se ríe) "No, la cama me obligan a hacerla en las mañanas, pero cero aporte aparte de eso".
-¿Siempre fue así, desde chico?
"Siempre, siempre. Aquí no más trabajo mucho; lo que es de casa, nada".
-¿Vicio privado o placer culpable?
"Noooo poh, eso es privado (carcajada)… a ver, qué podría ser… es muy fome: ver televisión, fome poh".
-Pero con el tiempo que tienes, debe ser bien pocas veces.
"Sí, poh, en noche, nada más, pero soy bien tevito con el poco tiempo que queda. Tengo una colección de películas, tengo millones, me gustan de todo tipo".
-Y la música ¿te gusta?
"No; no soy bueno para escuchar música. En la cocina… ¡me enferma! Ahí tenís la radio (y señala la cocina desde donde viene el ruido), tienen dos una allí y otra al fondo y con música diferente, más encima".