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El complejo desafío del "padre nuevo"

El rol paterno se ha renovado y los hombres se involucran mucho más en la crianza de los niños. Sin modelos para ejercer este papel, intentan hacerlo a su manera y, muchas veces, no cumplen con las expectativas de sus mujeres.

15 de Junio de 2006 | 11:33 |
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El papá llega a la casa primero que la mamá. Los niños corren a abrazarlo. Él los recibe cariñoso y saca de su malentín el último DVD de monitos animados. A los 10 minutos, el papá ronca frente al televisor, rodeado de los pequeños que le toman la mano sin pestañear frente a la película.

Es una escena pacífica hasta que llega la mamá: "¿De nuevo viendo televisión? ¿Cómo no se te ocurre algo más creativo?", reclama en voz alta. Viene cansada, pero se las arregla para sacar a los niños de la película e inventarles un juego.

Está molesta con su marido, pero se le olvida que, cuando ella era niña, al papá había que mirarlo de lejos y no se le podía interrumpir en su sagrado descanso después del trabajo.

Las cosas han cambiado mucho en los últimos 30 años. El rol paterno se ha renovado y, desde que la mujer entró en la esfera pública, los hombres se involucran mucho más en la crianza de los niños. Sin modelos para ejercer este papel (sus propios padres fueron distintos), ellos intentan hacerlo a su manera y, muchas veces, no cumplen con las expectativas de sus mujeres.

"Álvaro es topísimo como papá si se trata de jugar y de sacarlos a pasear. Pero no se le pasa por la mente llevar un pañal o una mamadera. Llega muy tarde del trabajo y juega con ellos aunque les queden 10 minutos antes de acostarse. No se le ocurre que hay que lavarles las manos y los dientes. Toda esa parte latera tengo que verla yo, y me gustaría que fuera entre los dos", dice Cecilia Peña, madre de 3 hijos.

Las quejas femeninas son variadas. Mientras una echa de menos la formación de hábitos, otra extrañará del padre los juegos más activos y una tercera reclamará porque él no ayuda con las tareas escolares.
Romper paradigmas
A los varones les cuesta salir de sus trabajos para llevar a un hijo al médico o ir a una actividad de colegio.
Un clásico reclamo femenino es el poco tiempo que sus maridos dedican a los niños por llegar del trabajo justo cuando ellos deben acostarse.
"Mis hijos tienen papá de fin de semana y eso no es suficiente", dice Cecilia Peña, madre de tres niños de 7, 5 y 2 años.
"Ellos lo resienten. Ahora que se acabaron las vacaciones, me preguntan todo el día por él. Yo le reclamo, pero él me dice que no tiene alternativa, que su trabajo es así de esclavizante y que él lo hace por nosotros, por darnos seguridad", cuenta.
Cecilia se explaya acusando al sistema laboral en Chile y a la contradicción que tenemos como sociedad: "Se dice que lo más importante es la familia, pero no están dadas las condiciones para poder hacerlo bien. En países desarollados la gente se va a las seis de la tarde a sus casas y a nadie se le ocurre quedarse hasta tarde".
A juicio de Rodrigo Garib, director de la consultora Great Place to Work®Institute Chile, el asunto no es tan simple como para responsabilizar sólo a las empresas. "Tiene que ver con la educación que hemos recibido: muchos hombres no se atreven a pedir permiso para ir a actividades relacionadas con los hijos, porque temen que se piense que eso es sólo asunto para las mujeres".
Gran parte de la actual situación, agrega, se debe a que a muchos hombres les cuesta tomar la iniciativa para romper ese antiguo paradigma.
Para él, esto es un asunto de prioridades. Por ejemplo, frente a un acto del colegio del hijo o frente a la necesidad de llevarlo al médico, el que dice que no tiene tiempo es porque, en realidad, tiene otras prioridades. "Nadie es ireemplazable dentro de la compañía las 24 horas del día. A lo mejor en alguna ocasión no va a poder ausentarse, pero no va a ser siempre".
"Es cierto que hay personas que tienen trabajos de menor autonomía a las que se les hace más difícil faltar. Pero en general nadie es tan indispensable. Siempre está la posibilidad de quedarse hasta más tarde o llegar más temprano al día siguiente, para compensar la ausencia. El asunto es atreverse a romper con ciertos paradigmas. El que lo hace es un líder que va a sobresalir", puntualiza Rodrigo Garib.

Propia infancia

Los hombres están en plena transición de su rol, lo que provoca conflictos conyugales. "Hay un contexto cultural que cada vez los involucra más en la crianza, pero aún tenemos que vencer muchos modelos y límites internos, que nos dicen qué es ser hombre y qué es ser mujer", advierte el psiquiatra infanto-juvenil Patricio Álvarez.

"Aún está por verse cómo lo hace cada papá para moverse en este espacio -agrega-. A algunos nos puede resultar más fácil porque nuestra profesión nos hace tener más diálogo con la infancia. Pero a aquellos que se mueven en un mundo de adultos, y que sienten muy lejana su niñez, les costará más".

Conectarse con la propia infancia es clave en esta interacción. A eso ha echado mano el ingeniero Alejandro Silva (33) para construir la estrecha relación que tiene con su hija Isidora, de 2 años. "Mi 'yo niño' es muy potente, así que inventamos cualquier cosa para pasarlo bien: saltar en la cama, salir a recoger hojitas, pintar etc."

Él ha construido este rol casi por oposición: "Quiero ser un padre cercano porque es lo que me hubiera gustado que hicieran conmigo". Cuando niño, veía a su papá sólo los fines de semana. "Me acuerdo de que nos llevaba al cine. Pero no recuerdo haber compartido una tarea con él ni juegos en la casa".
Ser un papá cercano es importante por muchas razones. Pero no se trata de actuar sólo desde "el deber ser".

"También hay que hacerlo desde las ganas, desde lo fascinante que es involucrarse en el proceso de cada uno de los hijos", precisa el doctor Álvarez. Y eso se va descubriendo en la medida en que se haga, agrega. Puede partir como una necesidad práctica, pero se va convirtiendo en un agrado.

Y en este desafío, no todos tienen las mismas habilidades, dice el doctor Álvarez. Hay hombres a los que no les cuesta hacer el cambio de switch desde el mundo adulto al mundo lúdico y afectivo de los hijos. Y otros que se sentirán más cohibidos y sin repertorio. "Las mujeres deberían tener en cuenta a qué hombre le están pidiendo qué cosa frente a los hijos", agrega.


Constante supervisión

Además, hay características de género que hacen que hombres y mujeres vivan de distinta manera su rol parental. "La mujer tiene una mayor capacidad empática: es más capaz de ponerse en el lugar de los hijos y de actuar en función de sus necesidades. Incluso, al jugar son más didácticas: al tiempo que juegan, tratan de educar", afirma el sicólogo de parejas Eduardo Nicholls, del Instituto Chileno de Terapia Familiar.

"Los hombres, en cambio, están más centrados en sus propias necesidades. Si juegan con los hijos, también quieren pasarlo bien. Si llegan tarde del trabajo, quieren estar con los niños aunque les desordenen los horarios 'porque es mi único rato para estar con ellos'. La mujer, en cambio, va a estar preocupada de la necesidad del niño de dormirse temprano", agrega Nicholls.

Las discusiones de pareja en este plano surgen de las expectativas de ellas y de la constante supervisión que están haciendo a sus maridos en su rol de padres. "La mujer se siente con la propiedad de saber cómo se cría a los hijos; entonces, si le da un espacio al hombre, quiere que él haga las cosas como ella cree que deben hacerse", dice Nicholls.

Sin embargo, en su estilo, el papá está aportando lo suyo. Y ambos, padre y madre -coinciden los especialistas-, pueden llegar a ser muy complementarios si saben dialogar sobre qué puede aportar cada uno frente a los hijos.


Qué se gana


Hay varias razones por las que es importante contar con un papá cercano. Aquí van algunas:

El hombre interviene en la simbiosis madre-hijo, y ayuda a que el niño se vaya separando paulatinamente de la mamá, lo que es clave en su desarrollo, explica el sicólogo Eduardo Nicholls.

"El padre le muestra al niño un aspecto de la socialización distinto al de la madre", agrega el psiquiatra Patricio Álvarez. Además de contribuir a la autoestima del niño, esta relación de cercanía va a preparar un camino de diálogo y confianza que será muy necesario en la adolescencia.