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Los costos de la igualdad hombre-mujer

La psicóloga y autora del best seller “Viva la diferencia” advierte los riesgos que implica no valorar el ser distinto que involucra cada persona y muestra las consecuencias que tiene para la pareja y la sociedad. También afirma que la paridad sin contenido real de lo femenino no tiene sentido y apunta a que ello aumentará la competitividad entre los sexos.

03 de Agosto de 2006 | 09:37 |
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Anda corriendo por la vida. Se mueve entre Viña del Mar y Santiago, entre dos consultas, charlas en colegios e instituciones, programas de radio y televisión y aún así, se la ve contenta. Ella, asegura, está viviendo una etapa particular y excepcional que entiende como parte de una misión y por eso, le pone el hombro todos los días.

La psicóloga Pilar Sordo ya era demandada antes de este verano, pero desde que el humorista Coco Legrand develó que ella lo inspiró en la rutina que presentó en el Festival de Viña 2006, las cosas tomaron otro cariz.

Autora del libro “Viva la diferencia” y de la investigación “La magia de ser mujer, la realidad de ser hombre”, está próxima a publicar otro libro sobre erotización y sus efectos en las personas.

Sus palabras han calado hondo en los tiempos en que el mensaje que reciben los adolescentes es la igualdad de hombres y mujeres, compartir roles y terminar con la discriminación por género, todo sin el debido discernimiento.

-¿Estamos educando la diferencia hoy?
“No, siento que hoy estamos educando la igualdad. Siento que la educación está centrada en qué cosas podemos parecernos, en qué podemos hacer igual, cómo podemos ser los más iguales posibles. De hecho, pasa una cosa súper loca con los adolescentes; cuando uno les habla de que somos diferentes, ellos como que se enojan, sobre todo las mujeres, y creo que la educación, en general, está apuntando a factores que tiendan a manifestar más la igualdad, que a resaltar los distintos aportes que podemos hacer hombres y mujeres a la sociedad desde nuestro ser”.

-¿En qué debería hoy educarse la igualdad?
“En el tema de los derechos y las oportunidades, en la dignidad, en los sueldos, en ese tipo de temas, pero en el ejercicio de ser personas, hombres y mujeres, en la dinámica de pareja, debiera enfatizarse la diferencia para poder aportar desde distintos ángulos a la sociedad”.

-¿Se ha exacerbado el valor de la igualdad y menospreciado el valor de la diferencia?
“Creo que este tema de que hombres y mujeres somos iguales nos ha hecho mucho daño socialmente; porque cuando se habla de igualdad, lo que naturalmente se genera en el ser humano es la competitividad.
“La igualdad, que es deseable para las oportunidades y derechos, ha derivado en tratar de parecernos, en vestirnos iguales, en que las mujeres se ven, más o menos iguales, en términos de cuerpo. El valor de la diferencia, de la magia de ser distinto y de qué aporto a la sociedad en la medida que soy diferente, creo que es algo que no se ha aprendido a valorar. Siento que le tenemos susto, que es más fácil pensar en grupo, en masas; son ‘los hombres’, ‘los adolescentes’ y dentro de cada uno hay un montón de matices”.

-¿Es esto una reacción al individualismo que nos copó?
“Creo que la igualdad es un reflejo o consecuencia de nuestra mirada personalista de las cosas, de no preocuparme cómo piensa el otro, sino que tratar de que él piense igual a mí; de no aceptar las posiciones distintas, sino que el otro está equivocado; de no tener la capacidad de colocarme en lugar del otro, poder ver como él ve las cosas y aprender de lo que me está diciendo, sino que tratar de ganarle y probarle que tengo razón.
“Creo que todos esos esquemas y formas operativas que hemos tenido de funcionar estos años, ha llevado a que la diferencia no sea un valor y no se le aprecie educativamente, ni dentro de la familia ni de la sociedad”.

-El discurso social de los últimos años ha sido ‘consensuemos, acordemos’.
“Exactamente, parezcámosnos. En los colegios también hay una estimulación del tema, de hacer parejitos los cursos, los niños que son muy distintos son enviados a psicopedagogo, los profesores necesitan más uniformidad dentro del sistema. Entonces se invita a que no valoremos lo distintos que somos”.

-¿Por qué es importante educar la diferencia?
“Porque el ser humano tiene la magia de ser irrepetible y en la medida que valoramos lo distintos que somos, esta pintura, que es la sociedad, va a tener un trazo distinto que es el aporte de cada uno. La magia de la diferencia tiene que ver con el entender la naturaleza humana y eso tiene que ser valorado como un aporte, no como un costo”.

-¿Qué consecuencia tiene esto en la estructura, en la personalidad de los jóvenes?
“Harta, en general, todos los jóvenes, de todas las generaciones, han intentado parecerse para sentirse parte, pero esa igualdad, hoy, apunta a una ausencia de sueños. Los hijos necesitan que las madres los validen distintos, que los miren distintos, independiente de que los van a educar igual. La mamá tiene que ser capaz de diferenciar si hay uno que necesita más conversación, otro más límites; las madres tienen que aprender a hacer análisis discriminativo, ésa es una de las cosas educativas, dentro de las generaciones jóvenes, que como adultos no hemos sabido hacer bien”.

-¿Qué le está pasando a los jóvenes con este discurso? ¿Cómo están reaccionando las mujeres? ¿Cómo los hombres?
“En el libro yo describo el fenómeno de la masculinización de la mujer y siento que es uno de los aspectos más importantes de los cambios sociales de los adolescentes. Como las mujeres se han ido masculinizando, están funcionando mucho más en base a objetivos –propio de los hombres-, por lo tanto, ellas son las que conquistan las relaciones de parejas, ellas son las primeras en acercarse, en dar el primer beso. Los hombres se han ido chupando y han quedado en una perspectiva de espectadores frente a estas mujeres que bailan solas y que aparentemente no necesitan a los hombres, aunque los necesiten igual. La postura de choreza es la que muestran las mujeres y los hombres han ido debilitándose en su capacidad de desarrollo de la masculinidad.
“De hecho, en cuarto medio, ellos me decían que sentían que se estaban transformando en impotentes o eyaculadores precoces a partir del avasallamiento de la mujer en la conquista, que no les deja espacio para poder desarrollar habilidades masculinas. Nada de lo que habían aprendido de sus padres les servía”.

-Algunos cuestionarían el modelo, ¿por qué el hombre conquista y la mujer se deja conquistar, te dirían?
“Porque dada la estructura natural, de cómo somos las mujeres y los hombres, cuando la mujer conquista siempre se queda con la sensación o con la duda de si esa conquista funcionó porque ella la generó o el otro, de verdad, estaba interesado, cosa en la que el hombre no piensa. Como el hombre funciona en base a objetivos, mayoritariamente, diseña una estrategia y está preparado para ello, en cambio, la mujer, en una estrategia de conquista, se le entrecruzan 400 rollos mentales. El costo psicológico que paga una mujer al desarrollar esas habilidades es mucho más alto”.

-Sin ahondar mucho, podemos afirmar que esto debe tener consecuencias importantes en una relación de pareja.
“Absolutamente, de hecho este criterio de masculinización en las generaciones de quienes están a punto de casarse se estructura en una forma de relación en la que se casan dos hombres. Una de las características naturalmente femeninas es la capacidad de retención, porque ella guarda, anida y protege, en cambio el hombre libera, suelta y avanza; cuando se casan dos hombres, no hay nadie que haga eso, entonces cuando hay crisis, el riesgo de que la relación se corte muy rápido es muy alto, nadie retiene nada. Ándate, le dice ella.
“Esto pasa porque esta generación se cansó de escuchar mujeres de nuestra generación (40 o más) que se quejó de ser mujer…”

-Que se victimizó.
“Exactamente, entonces, el tema de ver a sus mamás y abuelas, rogarle a sus papás y abuelos, de quejarse de tener que lavar los platos, pero no dejar de hacerlo, hizo que adopten una postura de rebeldía, porque son profesionales y para eso tienen lucas.
“Dentro de ese circuito, esta mujer desafiante y achorá se siente con más fuerza para poder cortar la relación, pero, sin embargo, cuando hace eso, empieza el proceso emocional desde su vivencia de mujer que es distinta a la del hombre. Él corta la relación, la sufre, la poda y en súper poco tiempo tiene otra; en cambio, la mujer queda pegada en el tema naturalmente.
“Ahora, en las generaciones jóvenes, las mujeres han ido aprendiendo a hacer esto de mejor forma, saben separar, cortar una relación mejor, pero igual eso no las está haciendo más felices”.

-Si extrapolamos esto a la sociedad, hoy el discurso es la igualdad hombres y mujeres en todo, la paridad. ¿Cómo lo va a asumir la mujer? ¿Replica el patrón masculino?
“Sí y eso es algo que me da pena. La paridad es súper buena si de verdad se notara la diferencia, o sea, que las mujeres están aportando, que se notara el sello femenino. Echo de menos eso, siento que el hecho de tener la misma posibilidad de asumir cargo y poder no nos garantiza el aporte que le femenino esté ahí. Lo que garantiza es que esas mujeres, que van a estar en los cargos, sean mujeres, que valoren el proceso, que de verdad, incorporen los elementos emocionales y que haya una consideración mejor, que haya intuición, que no sólo importe el objetivo a lograr, sino el cómo lo vamos a lograr en término de la calidad de vida.
“Si la paridad va a ser para ver a mujeres vestidas de corbata, a la larga la estructura va a seguir funcionando igual”.

-¿Tiene alguna importancia que la paridad se consiga en un proceso o que se obtenga por imposición?
“Hay una diferencia. El tema de los talentos entra a jugar, cuando se obtiene un cargo dentro de un proceso es porque hay experiencia, capacidades y aprendizaje para poder llegar a un objetivo. Creo que los objetivos son válidos en la medida en que el proceso que te permitió llegar ahí lo pudiste vivir bien; ahora, si llegas derecho al objetivo, sin haber tenido el aprendizaje, probablemente cometas más errores que es una de las dificultades de los criterios masculinos. Por estar tan centrados en los objetivos, los procesos no son considerados”.

-¿Se van a sentir las mujeres deslegitimadas sin llegan por ley de cuota?
“Creo que no, creo que ellas van a sentir que llegaron ahí porque a la larga igual se lo merecían, en una especie de reinvindicación. Lo que va importar es qué hagan después de llegar ahí.”

-En este discurso de la paridad, pareciera que el valor de lo familiar y de la dueña de casa está siendo menospreciado.
“Absolutamente, o sea, seguimos diciendo que la dueña de casa no hace nada y eso tiene que ver con algo que viene desde la misma mujer, que lo ha ido desvalorizando; como el rol de la dueña de casa no tiene remuneración, tampoco importa el proceso porque eso no se ve. Es importante que las mujeres entendamos que nuestro aporte a la sociedad, si bien puede ser público, también tiene mucha magia en lo privado; el poder de lo femenino pasa muchas veces por lo silencioso que es igualmente importante, el tema es que esta sociedad sólo premia lo que se ve.
“El rol de dueña de casa no es valorado por las mismas mujeres. En los colegios se les pide a las mujeres que hagan cuadraditos de lana para hacer colchas y son las mamás las que les dicen para que hace huevás; le voy a decir a la abuela, que no tiene nada que hacer, que se los teja. Tejer, cocer, cocinar es algo naturalmente femenino porque la mujer elimina la ansiedad a través de los dedos y como cada vez estamos haciendo menos cosas con las manos, la ansiedad ha aumentado notoriamente en ellas en términos de comer, beber, fumar, comprar”.

-Con la paridad vamos a llegar a tener una sociedad menos complementaria.
“Creo que a la larga va a ser más competitiva. Como se está planteando, tengo la sensación y espero equivocarme, que va a generar cargos de competencia y no de complementariedad. Eso es distinto cuando se adquiere la paridad por procesos. Cuando es impuesto, los equipos de trabajos no funcionan bien y tienen un alto desgaste para poder generar complemento porque será más largo en el tiempo”.

-¿Y la reacción del hombre? ¿Se sentirá avasallado?
“Creo que el hombre, de 30 años para arriba, está en una posición de espectador, como mirando cauteloso, observando si nosotras nos vamos a equivocar o no. En términos cotidianos, el hombre se ha puesto medio irónico, bueno, como ustedes tienen el mando de todo, yo con cueva voy a tener el control remoto.
“A la larga, él también se va a sentir discriminado porque fue descartado por una cuestión de cuota. En las mujeres esto puede tener un efecto psicológico de un yes, bien pero a la larga, igual va a enfatizar la competencia, la rabia y por lo tanto, no se mejoran las relaciones humanas”.


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