La primera cuenta pública de la Presidenta Bachelet ha producido interesantes debates.
Uno de ellos se refiere al tema de la mujer y la discriminación que estaría sufriendo en nuestro país, producto de la cual habría que imponer legalmente ciertas cuotas obligatorias para las mujeres en el poder político, en las empresas, etc.
Si bien es cierto, la presencia de la mujer en estos ámbitos es necesaria e incluso beneficiosa para la sociedad, la pregunta que cabe hacerse es si es la “ley de cuotas” o la imposición por ley, es la mejor manera de impulsar esta participación femenina.
Desde nuestra perspectiva, ello no sería lo más adecuado por diversas razones. En primer lugar, podría producirse una subvaloración de las mujeres que llegan a cargos de poder, ya que lo logrado no se debe a sus propios méritos sino que a la obligatoriedad de su presencia. Por esta razón hay muchas mujeres que son contrarias a esta medida, principalmente las más jóvenes.
En segundo término, con esta ley el tema sale de la discusión pública, y pierda fuerza el cambio de fondo que es necesario producir en la sociedad, que es cultural más que legal.
En tercer lugar, y muy de la mano con lo anterior, la imposición no es la mejor forma de generar una cultura de colaboración y cooperación entre hombres y mujeres, más bien produce una lucha y confrontación entre los sexos. Esta especie de guerra entre hombres y mujeres es bastante ajena a la naturaleza propiamente femenina que busca y privilegia las alianzas, la complementación y trabajo en equipo, por sobre la competencia que es una característica más masculina.
En consecuencia, resulta contradictorio y un poco absurdo comenzar una guerra entre los sexos y posteriormente pedirle a los hombres colaboración y participación en el hogar.
Creemos que la mayor participación femenina tanto en el mundo laboral como en la empresa, requiere de políticas públicas inspiradas en una perspectiva de familia más que de género, donde se potencien los aportes femeninos y masculinos en el poder, la empresa y en el hogar. Esta perspectiva de familia ha estado ausente de la discusión pública y no fue mencionada en el discurso del 21 de Mayo de la Presidenta Bachelet.
Lo que se ha avanzado con una mayor participación de las mujeres en el Poder Ejecutivo, en las empresas, en el campo político, en la educación y en la cultura, por nombrar algunas áreas, no debemos desperdiciarlo transformando este proceso en una reivindicación ideológica, que aunque respetable no es lo más importante. Esta oportunidad hay que aprovecharla con inteligencia y con nuestras principales herramientas, asociadas a la naturaleza femenina.
La inteligencia femenina o el genio femenino, como lo llamó en su oportunidad el Papa Juan Pablo II, está, entre otros aspectos, en nuestra capacidad natural de sumar voluntades, intereses y apoyos, esto es lo que hace la diferencia y enriquece la diversidad.
La existencia de diferencias entre hombres y mujeres es el principal aporte al mundo de lo más público que podemos hacer y por el cual debemos luchar, propiciando un cambio cultural, más que imponiendo nuestra presencia por ley. Hombres y mujeres somos fundamentales tanto en el hogar como en la empresa y también en el poder.
Los nuevos vientos que soplan en la sociedad chilena no se ven reflejados ni en el feminismo extremo ni en un machismo anticuado, solo en la perspectiva de familia, que busca compatibilizar nuestros mundos privados e íntimos como el familiar, y el más público como el trabajo y el poder, donde hombres y mujeres van juntos, son los que lograran un cambio verdadero en la sociedad, más que una imposición de nuestra presencia por ley.
Paulina Villagrán. V.
Directora de Estudios.
Fundación Chile Unido