Algunos la llaman la resucitadora, otros, la hormiga de la restauración. Como sea, gracias a ella los chilenos han logrado ver grandes obras cinematográficas nacionales que se creían destruidas o perdidas en el tiempo.
Sí, gracias a ella películas como “El húsar de la muerte”, “Valparaíso, mi amor” y “La dama de las camelias” volvieron a girar en un proyector de cine con todos sus sonidos y colores originales.
Carmen Brito, jefa del área técnica de la Cineteca Nacional, dependiente del Centro Cultural Palacio La Moneda, vibra con cada cuadro e imagen que pasa por sus manos y durante años, su trabajo, ha posibilitado salvar a parte del patrimonio audiovisual de este país. Con gran esfuerzo personal y en forma silenciosa, esta montajista ha conseguido recuperar obras de grandes directores como Aldo Francia, Raúl Ruiz y José Bohr y ha impulsado a otros en tan loable misión.
Hoy goza de reconocimiento, cuestión que se traduce, por estos días, en ser subdirectora del Festival de Cine de Valparaíso y jurado de cortos en el Festival de Cine de Valdivia que se inicia mañana.
-¿En qué estado se encuentra nuestro patrimonio, memoria audiovisual?
“Diría que no muy bien. Estamos en búsqueda… en búsqueda de material perdido. Nos encontramos con varias dificultades; hay mucha desconfianza porque nunca ha existido la instancia para que alguien pensara
tengo esta película y la voy a guardar ahí. Muchos chilenos han guardado el material audiovisual en sus casas y en algunos casos está muy bien porque lo metieron dentro de un ropero, pero en otros, fue enviado a un subterráneo húmedo. Ese material se ha deteriorado cualquier cantidad”.
-¿Podríamos cuantificar nuestro patrimonio?
“Creo que existe una cuarta parte de todo lo que se ha filmado, con suerte. El primer registro, como “La cueca”, es de 1905 y las películas más antiguas son del año ’25; de ellas hemos podido, hasta el momento, salvar dos, “El húsar de la muerte”y “Canta y no llores corazón”. En cuanto a largometrajes, recién ahora se están siguiendo las pistas sobre dónde pueden estar algunos porque tenemos Cineteca, pero, la verdad es que cuesta mucho salvar una película, de repente es casi más caro que hacer una película. El proceso de transferir a negativo es costoso, primero hay que restaurarla, parcharla, y después llevarla a un soporte; lo que hemos hecho es llevarlas a sistema análogo y pocas veces las pasamos a negativo porque en Chile no hay laboratorio blanco y negro, te ofrecen copiarlas en sepia lo que les imprime color y las desvirtúa”.
-¿Qué se contabiliza dentro de las grandes pérdidas de nuestro cine?
“Casi todo, si lo que hemos salvado es muy poco. Del año ’26 estamos rescatando hoy una que se llama “El leopardo”, cuestión que estamos haciendo en México porque estaba muy dañada, la película está tremendamente recogida porque no fue bien guardada… pero si hablamos de una cada dos años, ¡imagínate lo qué tenemos perdido! Hay muchas más que “El húsar de la muerte” o “Valparaíso, mi amor””.
-¿Pesimista?
“Mira, lo bueno que tenemos hoy es que existe la Cineteca. Hasta ahora todo el trabajo se ha hecho en forma particular preguntando
oye, quién tendrá esta película o quién tendrá esta otra. A veces me llamaron personas para decirme
mire, yo tengo esta película, cuánto me da por ella y yo no tenía cómo comprarla”.
Carmen Brito dice que tiene en la mente recuperar una película titulada “Llampo de sangre”, dirigida por Enrique Vico, entre otras cosas, porque no la ha visto nunca; es como una suerte de obsesión, porque de las demás, alguna vez, tuvo acceso a una copia.
-¿Qué explica esta situación? ¿Falta de recursos o falta de conciencia patrimonial?
“Las dos cosas… somos unos pocos locos los que tenemos conciencia de lo que se ha perdido en Chile. Algunos, que hacemos clases, hemos despertado o hecho nacer esa conciencia de la necesidad de rescatar lo nuestro. Cuando restauré “Santiago en los años’20”, que son imágenes filmadas por unos franceses en Chile, hicimos una proyección con el Ministerio de Educación y la gente se fascinó, tanto, que tuvimos que mostrarla más. Pero a nosotros nos generaba la duda
porque si les gustó tanto, nadie dice, salvemos películas”.
-A tu juicio ¿cuál es la pérdida de un país cuando no protege su patrimonio?
“Es lo mismo que un niño se críe sin familia. Es muy fuerte no saber nada de nuestro pasado, es crecer sin apego a nada. El tener memoria nos apega a la tierra, así fuimos, así queremos ser, es tener una imagen”.
-Y no es suficiente el registro escrito, el texto de historia.
“Bueno, por algo existe el dicho
ver para creer. Con un libro me entretengo muchísimo, imagino muchas cosas, te hace soñar, pero la imaginación es muy diferente en cada persona, entonces, las imágenes te acercan más. La memoria visual ayuda a que la realidad sea más cercana a la verdad.
“Siempre les hago el mismo ejercicio a mis alumnos. Les entrego un material y les pido que hagan un montaje y cada uno, con las mismas imágenes, hace secuencias distintas; cada uno cuenta una historia distinta”.
-¿Tiene esto alguna relación con la calidad del cine chileno contemporáneo? ¿Ha tenido su efecto?
“Creo que la calidad de nuestro cine tiene que ver más con las oportunidades o mejor dicho las no oportunidades que hemos tenido para hacer cosas. Pasamos muchos años sin Ministerio de Cultura y el cine es un arte. Dependíamos del Mineduc y necesitábamos muchos recursos, por lo tanto, habían límites de entrada”.
-Entonces, ¿a lo mejor ha influido en la calidad de nuestros espectadores? Un público que no aprecia el cine arte o las producciones nacionales.
“Sí, pero eso está relacionado con la etapa política que vivimos durante casi 20 años y que nos marcó muchísimo porque fue muy fuerte. Eso fue, también, lo que influyó en que durante un tiempo sólo hiciéramos películas políticas, sólo eso, una temática; los creadores están influenciados por el medio, eso es tener memoria”.
Carmen Brito está entusiasmada con el programa “Chile tiene memoria” que lanzaron hace algunos meses y que pretende motivar a la gente a entregar a la Cineteca material audiovisual para que pueda ser copiado y resguardado. El programa ha sido tan atractivo que se han acercado personas y regalado proyectores antiguos a cambio de que el Centro Cultural pueda rescatarle el material que tiene y no puede ver.
Explica que se están generando convenios con distintas empresas e instituciones que permitan transferir material audiovisual a sistema digital, porque ése “es el primer salvataje”, hacer restauración manual y pasar algunas al cine. En esto esperan que los privados aporten –urgentemente- los recursos necesarios para construir una cámara de frío que permita conservar las películas.
Gracias al programa han aparecido documentales que se creían perdidos, pero hasta el momento no han llegado largometrajes. “Nunca cuidamos la memoria”, remarca.
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