Podría decirse que su personalidad envuelve, de alguna forma, un gen de “reclamona”, pero no es así. Sí es una mujer cien por ciento convencida de los derechos de las personas y su defensa.
Sus padres -radicales, exonerados políticos del gobierno militar- salieron al exilio en 1974, pero Marta de la Fuente no migró a Venezuela hasta 1976. “Yo estaba en primer año de universidad y mis padres ya estaban en el exilio. Fue entonces cuando se me vino encima la sensación de la familia desarmada, me vino la nostalgia de sentirme muy sola, con muchos amigos que ya habían desaparecido”, cuenta.
Dejando en suspenso su carrera de derecho en la Universidad de Chile, en esas tierras lejanas se ocupó, primero, como recepcionista de un banco, pero rápidamente ascendió a secretaria. Sin embargo, su compromiso político la hizo volver a Chile al año.
“Pensé que mi obligación era estar acá, luchar y hacer resistencia”, dice, denotando su pasado comunista. A las JJ.CC. ingresó cuando estaba ya en la universidad y se mantuvo en sus filas hasta los albores de la democracia.
Paralelamente, su breve paso por la empresa privada la hizo dudar de su vocación y por eso, al retornar, dio la PAA nuevamente y se inscribió en economía, pero finalmente, volvió a las leyes a los pocos meses donde se encontró con Jorge Burgos, Zarko Luksic y Guillermo Pickering, entre otros.
-¿Lo que marcaba tu rumbo, entonces, era más el activismo político?
“El término activismo político me suena medio cliché; era más que nada mi compromiso con la vida, estaba tan impactada con lo que pasaba en Chile que sentía que no podía quedarme de brazos cruzados, sobre todo en una facultad donde se generaban los intelectuales, los políticos. A nosotros nos sacaron compañeros de la sala de clase y desaparecieron, entonces, cómo me iba a quedar en Venezuela”.
Al salir de la escuela, en 1980, entró a trabajar a la división jurídica del Banco SudAmericano, donde permaneció por más de cinco años.
-¿Por qué una comunista se va al sector privado?
“Mi familia es de clase media, mis padres empleados públicos, nunca estuvo en mi mente salir de la universidad y poner un estudio. Además,… ¡estaba la necesidad de comer! Tenía que alimentar a mi primera hija y justo se dio la vacante como procuradora; con eso pude terminar la práctica y dar de comer a mi hija”.
-¿Cómo fue tu ingreso a la Vicaría de la Solidaridad?
“Mi marido ya estaba ahí y yo iba después de las horas en el banco, trabajé también en el Codepu. Ahora, caí detenida estando en el banco y se enteró todo el mundo, por lo que me tuve que ir. Tengo muy buenos recuerdos, era la única mujer abogada y me querían bastante, de hecho, ellos me sacaron”.
-Te tuviste que ir.
“No me echaron, pero un día el fiscal me acorraló un poco, me quería hacer confesar si yo era comunista o no. Le dije que no se lo iba a decir a nadie, no se lo contesto a la CNI, no se lo voy a contestar a un abogado, colega. Pero la situación se hizo insostenible y me fui”.
Su salida del mundo privado concuerda con el cambio de ciudad. Separada, junto a una nueva pareja, se fue a vivir a Linares donde se involucró fuertemente en el trabajo de organizaciones de derechos humanos. “Ahí seguí trabajando cinco años más para la Vicaría de la Solidaridad, nunca dio para vivir, era un trabajo de compromiso”.
-¿Tu experiencia en Linares fue más dura?
“Lo fue porque en Linares estaba sola, o sea, estaba con mi pareja y mis dos hijas, pero con un solo colega de apoyo. Trabajaba en toda la diócesis y cubría Cauquenes, Parral, Linares y también en Talca defendía presos políticos.
“Fue un tiempo difícil, no sabías quien te seguía. Además, es una región que tuvo, cuantitativamente, más detenidos desaparecidos en Chile. Fue duro conocer la verdad de lo que ocurrió en el Escuela de Artillería de Linares, conocer la vinculación de gente, que te encontrabas en la calle, con profundas violaciones. De vuelta, en Santiago, trabajé en los desentierros de restos de Buin y Paine, que también fue una zona de mucha represión”.
Entre 1992 y 1997 trabajó en la división jurídica del Ministerio de Justicia y luego asumió como directora zonal metropolitana de la Corporación de Asistencia Judicial hasta que en 2001 fue designada secretaria ejecutiva de la Comisión Presidencial para la Protección de los Derechos de las Personas que encabeza desde este año.
-¿Qué te llevó a dar el paso y salir del mundo de los derechos humanos?
“No fue un quiebre, son caminos muy ligados a lo otro. En la Corporación trabajé por la defensa de los derechos de los más vulnerables. Mi perfil es el servicio público.
“Los derechos humanos urgentes conmovieron mi vida hasta que llegó la democracia y luego, al pensar que no servía para la empresa privada, seguí en la Corporación; me gratifica mucho dar todo lo que he recibido y además, aprendo mucho de la gente. Trabajar en los consultorios de la José María Caro, La Legua, que era mi zona, fue una experiencia muy importante y ahí me di cuenta que falta mucho en esa materia”.
-¿Continuar en la Defensoría Ciudadana tiene ver con tu personalidad “reclamona” de derechos?
“Hay personas que no me conocen y creen que soy reclamona y media conflictiva, pero yo no lo creo, soy bastante asertiva. Creo que eso de reclamona es una estigmatización barata porque el que reclama en forma respetuosa y fundada está en su derecho; creo que tengo una historia para atrás que me avala y que cuando he reclamado lo he hecho en forma seria y siempre pensando en intereses superiores. Ahora, sí he pagado muchos costos.
“No me gusta transar con mis principios, yo no soy leal a personas, lo soy a los principios y eso corre para todo, no le puedo jurar lealtad a alguien, sino a los principios”.
-¿Esta lealtad a principios es lo que explica tu quiebre con el PC a fines de los ´80?
“Yo fui una militante bien comprometida con el PC, creo que fue mi gran familia, más cuando me quedé sola en Chile, fue la escuela que formó mis vicios profesionales, mi forma esquematizada, ordenada de trabajar; estoy muy orgullosa de haber sido comunista, nunca he renegado de mi pasado y mis mejores amigos estaban ahí.
“Me fui porque yo creí en el Año Decisivo, en las barricadas, pero cuando llegó el plebiscito, el PC fue muy ambiguo, se dieron pasos muy en falso y entonces había que abrazar la gran causa de la democracia y creo que el PC no asumió ese desafío y no hizo una reingeniería”.
-¿Y el PS fue un mejor cauce para ti que el PPD donde están otros comunistas?
“Cuando me fui del PC nunca pensé volver a militar, tuve que hacer un duelo grande. Eso me extraña de gente que se cambia de un partido a otro, yo soy de procesos lentos. Recién en 1996, con seis años sin militancia, sentí que necesitaba opinar y tomar partido por cosas y que eso fuera considerado, sentirme parte de un colectivo. Empecé a vitrinear, ver donde me sentía más cercana y entré al PS. Pero debo ser franca, creo que mi militancia comunista original es la que me marcó desde el punto de vista de mi compromiso”.