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La singular experiencia de tener una hermana melliza

01 de Marzo de 2007 | 11:09 |
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No tiene ningún mal recuerdo de haber pasado su infancia y adolescencia al lado de su hermana melliza, María Teresa Infante, y, a pesar de que podrían haber tenido algún trato especial por esa especial condición, ello no ocurrió porque eran una más dentro de 10 hermanos.

-¿Cómo es vivir con una melliza?
“Naturalmente tuve que ser la mejor amiga de mi hermana porque en mi familia las primeras son dos mujeres, diez años mayor que nosotras; después vienen 4 hombres, yo y la María Teresa y dos hombres más”.

-O sea, inevitablemente yuntas.
“Sí, pero nunca tuvimos las mismas enfermedades, ni tuvimos los mismos gustos. Estudiamos juntas en el mismo curso, en el Universitario Inglés, pero nos separamos cuando entramos a la universidad; imagínate que hubiésemos estado las dos en la Católica... habríamos seguido haciendo todo juntas. Eso nos ayudó a diferenciarnos naturalmente, yo seguí la línea de administración y ella la de economía”.

-¿Se enfrenta la vida de manera diferente? ¿Deben tener una conexión especial?
“No lo sé porque no he tenido otra experiencia. No nos vemos tanto, ni hablamos todos los días, somos bien independiente una de la otra, pero somos una familia muy unida, de clan con madre que nos aglutina”.

-¿No las trataron diferente?
“No, puede ser que en la casa se hiciera la diferencia porque nos trataban de ‘las mellizas’, no de la Isabel y la Tere, pero no más allá de eso. No te sabría decir si fue una ventaja tener una melliza o qué habría sido de mí si no la tuviera”.

-¿Y fue una desventaja, se pelearon pololos?
“No, para nada, nunca (se larga a reír). Dentro de todo lo marcador que es tener los mismos padres y ser formada con el mismo molde, no tuvimos nada traumático. En el colegio, la vez que tratamos de cambiarnos y hacer lesa a la profesora no nos resultó, así que nunca más lo intentamos. Además, teníamos las mismas habilidades, entonces no nos servía cambiarnos por la otra”.

Más de alguna anécdota han vivido por esta condición. Como se parecen físicamente, muchas veces han debido responder el saludo de personas que se equivocan y las confunden.

“Los maridos nunca se confundieron, nunca, nunca”, se apresura a aclarar con una sonrisa.

A los 55 años, está casada y es madre de tres hijas, una de las cuales –la mayor- ya está en la universidad estudiando medicina. Según dice, se encuentra en la etapa final de la crianza porque sus hijas menores, de 17 y 13 años, todavía están en el colegio y ella se da el tiempo para ir a buscarlas. “Creo que aún debo estar súper disponible para ellas”, afirma.

-Te casaste a la edad en que muchas lo hacen ahora. ¿Qué priorizaste?
“La Superintendencia era un organismo que tenía horario de comienzo y término que no me complicó el poder asumir la casa. A las 6 de la tarde yo estaba en ella y además, siempre tuve jefes súper comprensivos en el sentido de que si necesitaba, a la hora de almuerzo ir a la casa, no me ponía problemas. Lo que pasa –y es lo que valoro en una relación jefe-subordinado- es que trabajaba por responsabilidad y no por cumplir horario y calentar asiento.
“Tampoco enfrenté grandes problemas con ellas y mi marido es médico lo que me relajaba mucho en ese aspecto, pero aún así echas de menos poder estar más cerca, estar más disponible más tiempo”.

Isabel cuenta que su marido ha sido gran apoyo en todo. “Nunca me pidió que dejara de trabajar y es el que más celebra todo lo que yo hago siempre que tenga la casa funcionando bien y las niñitas bien cuidadas”.

“No he tenido la angustia de tener que dejarlas –agrega-, de no estar cumpliendo”.

-¿En qué etapa de tu vida te encuentras?
“Estoy en la etapa en que mis hijas se me están despegando y tengo más tiempo para mí y mis actividades. De hecho, voy a cumplir mi cuarto período como consejera del Colegio de Ingenieros así que estoy con casa, trabajo y actividad gremial.
“Me doy poco tiempo para los pasatiempos, aunque lo que más me gusta es irme fuera los fines de semana donde aprovecho de leer y caminar. No me doy tiempo para el gimnasio porque no me gusta, es una vida bastante sedentaria la mía. Tengo que ser honesta” (entre risas).

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