Una de las preguntas frecuentes que ronda por la mente de una madre es si está siendo ‘suficientemente’ buena madre. Se compara con otras, ve modelos en los medios de comunicación y observa las conductas de sus hijos y las contrasta con los ajenos.
En un mundo donde la falta de tiempo, el exceso de información y las exigencias externas golpean la función-misión de ser padre y la de ser hijo, PuntoMujer quiere hacer su pequeño aporte sumando a sus filas la colaboración de una psicóloga clínica acreditada que cada semana intentará prestar una ayuda a quienes están en búsqueda.
Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes, miembro de la directiva de la Asociación Chilena de Psicoterapia Analítica de Grupo y docente del Instituto de ésta, nos ofrecerá una nueva mirada sobre los temas que involucran a niños y jóvenes, así como a padres.
“Hoy se habla de ser una madre suficientemente buena. Si queremos hablar de ello, tenemos que decir que una madre suficientemente buena es aquella que se equivoca, que se frustra, amorosa y enojona, con cosas buenas y malas, que da y quita, y que permite que su hijo la vea desde una perspectiva más real”, explica Viviana.
La profesional señala que hoy hay una mayor exigencia respecto de cómo se deben hacer las cosas, de cómo debe ser un adolescente o un padre. Agrega que ser niño o ser padre no es lo mismo que en el pasado, porque se tiene más información de cada etapa del desarrollo de las personas y se conocen pautas de comportamiento que muchos intentan emular.
“El problema es que esto atenta contra la individualidad de cada uno; en una sociedad cada vez más exitista se espera cosas y metas de las personas y ser olvida que cada ser humano tiene su particularidad”, aclara.
Viviana sostiene que las madres tienen expectativas de cómo hacer o cumplir con su rol y que ello debería hacerlo, considerando la información que maneja, su propia historia, su circunstancia, su personalidad y la peculiaridad de su hijo. “Hay una dificultad para conectarse con lo propio”, indica.
-¿El exceso de información es negativo?
“No el exceso, sino el cómo es leída esa información, cómo la interpretamos y qué exigencias nos hacemos a partir de ello”.
“En vez de considerarla como pautas rígidas a cumplir, podrían ser considerada guías para la exploración, como una posibilidad para hacer las cosas”, explica la profesional.
“Si una niña adolescente no está pololeando a los 16 años muchos consideran que tiene un problema en vez de averiguar qué está pasando y entender que cada uno vive procesos diferentes”, dice.
Viviana reconoce que la información “calma la angustia de la incertidumbre”, pero ello no debe traducirse en un dogma o deber ser absoluto. Hay que procesarla, sentencia.
“A veces la información se usa mal y crea modelos rígidos en vez de ser una fuente de conocimiento que se acomoda al estilo propio y que hace sentido. Impide que cada uno construya su propio camino no desde modelos establecidos, sino aprendiendo desde la propia experiencia”, sostiene.
Viviana considera que –en un mundo donde ser impone el deber ser en todos los planos- hay mucha dificultad para ir al propio ritmo. Los modelos a seguir no respetan la forma como siente, vive o hace las cosas una madre o un hijo, o sea, los procesos personales”.