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El malestar y desencanto colectivo

08 de Agosto de 2007 | 13:34 |
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Son un grupo de personas variopinto que está descontenta y así se define. A fines de los ’90 varios de ellos decidieron juntarse y hacer algo por cambiar las cosas y así, el 2004, surgió la organización no gubernamental Genera. Hoy es presidida por la actriz Antonia Zegers y tiene entre sus directores al pintor Claudio Di Girolamo y a la periodista Mirna Schindler.

Durante estos años han focalizado su trabajo en dos líneas: la primera, apoyar la tramitación de tres proyectos de ley que están en el Congreso –cuestión que hacen en conjunto con otras ONGs- y emprender la campaña “¡YA!, contra el abuso de Poder” que ha conseguido la adhesión de miles de ciudadanos comunes y corrientes y también de personalidades del mundo político, artístico y económico. Las fotos de esta iniciativa, donde la persona sostiene el cartel con el eslogan, han sido expuestas en murales como una forma de crear conciencia.

María Eugenia Díaz forma parte del grupo de fundadores, esos que se sintieron inquietos por el estado de las cosas. “Somos gente de distintos lugares que tiene un denominador común y ése es el malestar, la inquietud por lo que está pasando en el país” donde pese al crecimiento se ha ahondado las desigualdades.

“Nos dimos cuenta que nos está yendo bien en lo económico, pero en términos de convivencia y de calidad de vida nos está yendo mal. Esa es la gran preocupación, una suerte de desilusión, desencanto, de que no basta con sólo recuperar la democracia”, profundiza.

A lo anterior se suma que vieron como los partidos políticos se estaban debilitando en su accionar, que dejaban su rol de motivadores de la ciudadanía y que el individualismo se iba exacerbando en forma potente, “donde se sentía que lo colectivo ya no servía, era como rasca ser de un grupo. Era una mirada de país, de un país que, un poco, se nos estaba yendo de las manos”.

La respuesta fue clara: “Nos vamos seguir quejando, nos vamos a seguir juntando de repente y tomándonos un cafecito para hablar de esto, en vez de hacer algo y aportar desde estas ganas, desde el sentido de que no todo está perdido, de que todavía podemos aspirar a tener sueños”.

Se plantearon innovar en la estrategia de llegada a la gente y utilizando el marketing, empezaron a dialogar con la ciudadanía con temas que los afectan.

-¿Un objetivo de ustedes es remecer conciencias?
“Nuestro objetivo es fortalecer la voz de la ciudadanía...”

-Pero no se fortalece si primero no se hace conciencia de que se tiene.
“Exacto, sí. Diría que fortalecer conciencia y apasionarnos con ser ciudadanos. Diría que esa nuestra invitación, o sea, empoderarnos como ciudadano. Es decir, si vivo en este país y soy parte de esta comunidad tengo derechos y también responsabilidades, y esas responsabilidades no son lateras, son fantásticas, me permiten influir, reflexionar, debatir con otro, pensar en un país más humano. Esa es la idea, remecer, pero también contagiar en la necesidad de ser parte de una comunidad activa, donde no sólo es la voz de los políticos, de la Presidenta, de los grandes empresarios, sino también del común y corriente.
“Es súper importante que la ciudadanía tengamos voz, que hagamos saber qué es lo que pensamos de temas gravitantes y muchas veces no nos toman en cuenta porque no estamos organizados, porque lo hacemos de una manera súper contestataria y no sabemos acceder a los espacios de manera de ser escuchados”.

María Eugenia Díaz reconoce que la labor que desarrollan es titánica porque, entre otros, apelan a cambios concretos de la institucionalidad a través de promulgación de las leyes de acceso a la información pública; antidiscriminación y la creación del Defensor del Pueblo.

-¿Cómo evalúas el accionar del Gobierno en pro de la defensa de derechos ciudadanos? La ex directora de la Comisión Defensora Ciudadana renunció desalentada.
“A los actores que están en distintos ámbitos de poder no les conviene un Defensor del Ciudadano, un organismo autónomo que tenga derecho a cuestionar su actuar; es una figura que a quienes están actualmente en el poder no conviene, estamos hablando del Parlamento, los partidos políticos”.

-¿Y eso era lo que se esperaba de la democracia por la que se luchó?
“No, por lo mismo hay mucha desilusión en mucha gente. Pero lo relativizaría; efectivamente, si miramos Chile ahora en comparación con los ’80, estamos mejor”.

-¿La democracia ha implicado un cambio en el ejercicio de los derechos ciudadanos?
“Hay cambios que son objetivos, concretos. Chile tiene mejores condiciones en muchos aspectos, se respetan los derechos humanos esenciales, podemos elegir a nuestros gobernantes, tenemos libertad de prensa.
“Hay otros temas que están pendientes lo que no significa que digamos que lo que hemos hecho hasta ahora no sirve de nada. Nosotros reconocemos que hay avances significativos, pero por eso mismo, porque Chile ha ido cambiando, hay más exigencias y empiezan a emerger problemas que antes no veíamos como el tema medioambiental, la calidad de nuestra democracia, la convivencia, la desigualdad. Esto no está acabado”.

-Llama la atención que un 41% de la población prefiere una democracia ordenada aunque eso signifique limitar algunos derechos. ¿Resabio del autoritarismo?
“Pienso que nuestra cultura, nuestra idiosincracia es fuertemente autoritaria. Durante muchos años hemos aprendido unos paradigmas donde tuvimos súper internalizado el abuso sobre los más débiles. Hay una parte de nosotros que no ha valorado suficientemente la convivencia democrática, pero también por muchos años nos han vendido muchas expectativas de lo que es la democracia; hay mucho discurso, pero al momento de hacerlo carne, hay serias falencias, lo que refleja cierta desilusión”.

Aclara que nuestro país “está en un proceso de maduración en que necesitamos pasar de una democracia de electores a una democracia ciudadana”.

-Se ha visto en el último tiempo una mayor participación ciudadana sobre todo en temas medioambientales, pero son focalizados y centrados en la defensa de intereses particulares. ¿Cómo evalúas la participación ciudadana?
“Ha estado cambiando; antes era por grandes temas abajo con la dictadura, temas de colectivos mucho más amplio y cuya última expresión fue la marcha de los pingüinos. Ahora está cambiando; cuando hay gente que se organiza en torno a temas que le son comunes y muy localizados lo consideramos positivo en el sentido de que siempre un problema común tiene muchas más posibilidades de éxito en su solución si se junta el colectivo.
“Me parece importante valorar que en los últimos años han estado surgiendo nuevas expresiones de participación que han revitalizado y resignificado la importancia de la acción colectiva para enfrentar determinadas problemáticas. El punto está en cuánto uno se compromete o moviliza si el tema no te afecta directamente y generalmente, es que uno no se moviliza.
“El punto es cómo lograr traspasar, motivar y conectar un problema pequeñito con un tema más país, en donde, aunque yo no lo esté viviendo, también es un tema que tiene que ver conmigo, con la calidad de vida. Hoy puede ser el túnel en Pedro de Valdivia, pero mañana puede ser en mi barrio. Ahí está nuestra debilidad, estamos muy segmentados, cada uno trabaja en su parcela y lo que buscamos con las campañas es conectar varias luchas de distintas organizaciones”.

María Eugenia no se detiene: “la participación ciudadana de los ’90 a hoy es cada vez más débil porque la constatación es que no sirve mucho que uno se organice, como que las peleas igual se pierde, como que hay grandes poderes con los que no se puede pelear”. Aún así, asegura que el futuro es más prometedor, que la solidaridad no sólo se exprese en iniciativas tan positivas como la Teletón, una vez al año, sino que en forma cotidiana cuando nos involucramos en problemas que afectan a otros y que deben enfrentarse entre todos.

“En ese sentido, los jóvenes están más cuestionadores, más preguntones, no queriendo agachar el moño. Lo que necesitamos es mejorar la participación, que el control ciudadano sobre las autoridades sea respetuoso, responsable. Hay que protestar de buena forma y ese también es un desafío de la participación”, concluye.


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