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“¡Qué pasa que reina el egoísmo!”

El gurú del humor, que hace las veces de sociólogo y crítico de la sociedad, con cierto afán educador, es, sin duda, uno de los humoristas más destacados y queridos del país. Ha entregado su vida al público, que le ha sido fiel y lo ha seguido por más de tres décadas de carrera. El debut de su nuevo show, el décimo en su trayectoria y que comparte protagonismo con su hijo Matías, ha sido todo un éxito y pronto estrenará por completo su joyita, el remodelado teatro Circus OK, inspirado en esos pomposos de Las Vegas.

06 de Noviembre de 2007 | 10:54 |
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Coco llega puntualísimo a la entrevista. Con aires juveniles, como bajándose de su infaltable moto, camina por las oficinas de su remozado teatro y cual patrón de fundo le grita a su secretaria, a lo lejos: “¿Qué más hay para hoy, linda?”.

Muy jovial, se pasea cantando mientras nos muestra orgulloso sus nuevas dependencias. No oculta que está chocho con este proyecto y de inmediato comienza a señalar lo que falta para que Circus OK quede “tiqui taca”. Él mismo se ha preocupado de cada mínimo detalle.

Es tan hiperkinético que no puede dejar de hacer dos cosas al mismo tiempo: mientras contesta cada pregunta, aprovecha de reparar la silla rota que está a su lado y luego no para de hojear la nueva revista Harley Davidson que le acaba de llegar. Porque estas máquinas son su gran pasión, después de su trabajo, claro. Y se nota. Porque su teatro está plagado de ellas, ya sea en formato real o en miniatura. También exhibe en una repisa todos sus trofeos (incluido las gaviotas festivaleras), además de fotos antiguas y artículos de prensa relacionados a él que se despliegan por todas las paredes.

Pese a su evidente hiperactividad, se muestra pausado y muy reflexivo al hablar, aunque a ratos se vuelve tan histriónico como en cualquiera de sus shows; agita las manos, suspira, mira hacia arriba, alza la voz. Eso sí, pareciera que guarda los mejores chistes exclusivamente para sus espectáculos.

Con una sonrisa imborrable en la cara cuenta que les ha ido tan bien con su nuevo show “Los coquitos dicen”, el décimo de su carrera, que ya el día lunes se agotan en sólo una hora todas las entradas para el fin de semana. “Estoy contento por ese lado pero también esta ampliación nos exige crecer como negocio y en todo orden de cosa. Todo se duplica. ¡Menudo desafío este que me propuse! No sé si es una imprudencia a esta edad pero me dieron ganas de hacerlo porque creo que el servicio a la gente tiene que marcar una diferencia y tenemos una sala que no la tiene cualquiera”, dice agitando las manos de un lado a otro.

Y es que los años no le han pasado en vano a Coco Legrand. Si bien a sus 60 goza de una vitalidad envidiable, ya no suelta sus anteojos para ver y pide que le hablen fuerte porque está "sordo como tapia". Aún así conserva su look 'pelilargo', que ahora cae blanquecino sobre sus hombros.

Explica que construyó el Circus OK en 1990 y que en marzo del año pasado partieron las remodelaciones, pero las obras se han retrasado. “Nos ha complicado para las funciones pero yo siempre pensé que debíamos estrenar sala y espectáculo al mismo tiempo, pero no logré hacer ese encaje. Inauguraré todo completo cuando esté realmente listo para que después no salgan pelando” (se ríe). Es que la idea del Coco es que su teatro quede al más puro estilo de los de Las Vegas, incorporándole un bar y una cafetería para que el servicio sea más “integral”.

-¿Estás satisfecho con los resultados previos? Al parecer, no puedes dejar de meterte en cada detalle.
“Estoy muy contento con los resultados y técnicamente el show sale perfecto, que es muy importante. Como yo sé lo que quiero trato de meterme en todo. La arquitectura interior la hice yo y me ayudó el hecho de haber estudiado diseño”.

-En pocas palabras, ¿cuál es el plus de este show comparado a los otros?
“Este habla de lo que nos está pasando como familia, por eso está mi visión y la de mi hijo, con su monólogo escrito por él y confiesa todos sus sensaciones cuando se separaron sus padres y también todo lo que cuesta irse a vivir solo, cómo ha sido realmente y luego lo complementa con un poco de ficción. Yo después aparezco vestido como el protagonista de “La naranja mecánica” para reflexionar sobre por qué este mundo está tan dramático. Y la conclusión es porque nadie sabe nada e improvisamos todo por la vida”.

Agrega, notoriamente entusiasmado: “Hay muchos momentos en que la gente queda para adentro porque hay cosas que son verdaderos escupos de lo que nos está pasando y yo veo en el público los codazos, los silencios y el gran aplauso finaaal”.

-¿Era necesario apoyarte de bailarinas guapas y de tu hijo, como refuerzo?
“Más que nada quisimos hacer algo que tuviera más estética, que diera la sensación de espectáculo. Por eso hicimos dos ambientaciones distintas y una despedida con las motoqueras (bailarinas). Pusimos una clásica Harley y al lado una BMW de alta velocidad, como representado las dos generaciones, dos miradas diferentes sobre lo que nos está pasando. ¡Qué pasa que reina el egoísmo!”

-Ese precisamente ha sido tu estilo, hacer reflexionar al público, como con un afán educador.
“Es que el humor humaniza y como es una segunda mirada, también te permite tener más percepciones de la vida o de lo que está pasando. El humor es una disposición para percibir esas distintas formas entonces como nadie enseña nada en la vida por qué no hacerlo, por qué no explicarle a la gente que utilice esta herramienta maravillosa. Pero mi primer deseo es que la gente venga y se entretenga y si eso los hace reflexionar además, ¡fantástico! El cómico busca hacer reír a la gente y lo logra, el humorista hace reír pero también deja la posibilidad de reflexionar, para que se produzca un cambio en la persona”.

-Tienes un público fiel, que te ha seguido a lo largo de los años. ¿Se ha diversificado?
“Mi público antes era un abanico que se abría entre los diez años menor que yo y los diez mayor y hoy mi público cautivo está entre los 70 y los 50. Pero es increíble ver la cantidad de jóvenes que vienen, de 20 y 30, que optan por ver mi espectáculo el fin de semana”.

- Siempre has estado cerca de los jóvenes, yendo a universidades, dando charlas. ¿Lo haces para mantenerte vigente?
“Más que nada porque es importante devolverle a la vida lo que la vida me ha dado. Tuve la suerte de ser estimulado por distintos profesionales de la época. En mi universidad llegaban políticos, artistas y me siento en la obligación de repetir eso. Hay que estar cerca de ellos y contarles experiencias. Einstein decía que el único conocimiento que podía tener el hombre era la experiencia, todo lo demás es información (alza la voz). Por eso hay que decirles que miren su oferta interna, no sólo el deseo del éxito, éste es simplemente un acompañamiento, una consecuencia, lo importante es el objetivo. Cuando le dices a los jóvenes cosas simples pero reales, les sirve. Si trabajas en lo que te gusta, en lo que te apasiona, la vida te va a doler menos. Pero si le agregas la angustia, que uno se construye porque no es honesto con uno mismo, o no te das el espacio para hacer lo que realmente te gusta, empiezas a construirte tu propio infierno”.

- En ese sentido, ¿has sido un privilegiado?
“Sí, he sido muy feliz porque desde muy cabro sabía que esto era lo que me iba a dedicar sin saber cuál sería mi suerte. Estoy contento porque demostré que sí era pasión real y profunda y que mi deseo de joven lo estoy haciendo hasta esta edad y con la misma fuerza y eso me apasiona. Trato que mis hijos capten eso en vivo y en directo, lo que es apasionarse por algo que te gusta. Les dije que buscaran algo que les gustara realmente, no lo que fuera más comercial o demasiado loco, ¡dense el tiempo para encontrarlo pues!”.

- Este ya es tu décimo show, ¿cuántos más vienen? ¿queda Coco para rato?
“No seeé (suspira profundo). A los 65 la ley te invita cordialmente a jubilar y yo no veo por qué tenga que ser diferente para mí. Quizás por eso he querido apurar esto porque mi tiempo es más escaso, porque tengo que dejar algo consolidado”.


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