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Las consecuencias negativas del empoderamiento femenino

La presidenta de la Corporación Humanas asegura que la lucha contra la violencia hacia la mujer todavía no es una política de Estado y se muestra contraria a legislar la figura del femicidio; prefiere otras modificaciones legales más eficaces.

15 de Noviembre de 2007 | 13:35 |
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Las cosas parecían ir bien el año pasado cuando “sólo” se registraron 45 casos de femicidio en el país, es decir, 25 menos que el año 2005. Pero, repentinamente, la tendencia cambió y en lo que va corrido de 2007, ya se contabilizan un total de 42 homicidios de mujeres en manos de sus parejas o ex.

La violencia contra la mujer ha alcanzado notoriedad en los últimos días debido a la crudeza de los casos conocidos, pero, los organismos vinculados a los temas de género advierten que no todas las muertes de mujeres que tienen ese carácter, se logran conocer.

La presidenta de la Corporación Humanas, Lorena Fries, es partidaria de reformas legales que agraven las penas a los hombres que atentan contra sus parejas, pero es contraria –sorprendentemente- a la creación de la figura del femicidio, camino que adoptó el Gobierno al anunciar que respaldará el proyecto de ley en trámite en la Cámara.

La polémica está instalada y muchos expertos concuerdan en que esta nueva figura sólo tendrá un efecto simbólico que transmitirá tranquilidad a la gente por un momento, pero que con el paso del tiempo no tendrá ningún efecto práctico.

-Puede ser una afirmación inexacta, pero ¿qué explica el recrudecimiento de la violencia contra la mujer?
“No sabemos si hay recrudecimiento de la violencia, lo que sí hay es una mayor atención al tema de la violencia, y, dentro de esto, a las muertes de mujeres producto de su condición de género.
“Uno podría hipotéticamente pensar –por lo demás, es una hipótesis que en Francia se ha barajado- que a mayor empoderamiento de las mujeres respecto de sus derechos, mayor la resistencia inicial que hay”.

-La pregunta apunta a que este año estamos por pasar el total de muertes ocurridas el 2006.
“Sí, pero no se puede estar segura, porque no hay un seguimiento de prensa fidedigno, todavía no podemos establecer cuántas mujeres mueren efectivamente, en Chile, producto de la violencia de género. Lo que vemos son los casos que la prensa pone en el tapete, pero no hay estadísticas oficiales sobre el punto. En esto tenemos una nebulosa respecto de si han aumentado, bajado o mantenido los casos. ¿Cuántos se nos escapan?

-Hay una mayor presencia de la mujer en lo público. ¿Puede esto estar gatillando en los hombres una reacción, de rabia?
“Puede ser una hipótesis a manejar, pero no la doy por válida porque todavía no hay estudios que nos muestren eso. Ahora, claramente, si se analiza el fenómeno de la violencia contra las mujeres este opera cuando las mujeres se salen del rol que les ha asignado la sociedad, por ende el cónyuge, marido o conviviente, que es su quehacer de la casa. Mujeres que van asumiendo más empoderamiento respecto de sus derechos, del derecho que no las violenten, evidentemente que tienen otra manera de enfrentarse al problema y esa nueva manera, requiere también de una adecuación de la respuesta por parte de los varones y ahí podría darse este fenómeno”.

-Se han hecho bastantes campañas contra la violencia intrafamiliar, ¿cómo evalúas sus efectos?
“Creo que falta mucho. No me parece que haya calado lo que se requiere calar. A estas alturas, la violencia contra las mujeres debiera ser un problema de Estado, no sólo un tema de política social o judicial”.

-¿No la ves como política de Estado? ¿Por qué?
“No, porque todavía es muy fragmentada. Creo que todavía no se ha logrado resaltar bien la naturaleza y causa de la violencia contra las mujeres para poder atacarla. El tema de la prevención tiene que estar claramente dirigido a una sociedad donde las mujeres, niñas y niños se ven como subordinados a la autoridad masculina. Esto es lo que está a la base del problema según Naciones Unidas y eso no se ha difundido. Lo que se difunde es la consecuencia, murió la mujer, le pegaron, la patearon, pero no se insiste –en términos de prevención- de que esto es producto de una desigualdad entre hombres y mujeres y me parece que ese es un tema central. Hay que poner el acento ahí y entonces, ya no estamos hablando de violencia intrafamiliar, sino que de violencia contra las mujeres.
“Creo que todas estas cosas han contribuido a invisibilizar este problema y hay que tomar conciencia”.

-¿El sistema judicial está cumpliendo su rol?
“No, porque su rol es juzgar y sancionar a las personas que cometen este tipo de delitos y proteger a las víctimas. El acceso a la justicia de las mujeres no está funcionando como debiera.
“De los 45 femicidios del año pasado, alrededor de 8 tenían medidas de protección dictadas, por lo tanto no se cumple con el objetivo de esa medida si el resultado es la muerte de la persona. El Estado está obligado a garantizar esa protección.
“Además, en sede penal no se le da el peso que tiene la violencia contra las mujeres. Es más, en muchos casos, se suspende condicionalmente el procedimiento, lo que quiere decir que lo estamos considerando, todavía, un fenómeno que ocurre en lo privado; se le da otra categoría. Por eso estamos planteando cambios en la legislación”.

-¿Está fallando la aplicación de la ley de 1994?
“Sí, la ley y la aplicación de ella. La ley, en que debiera expresamente señalar que no se admite la suspensión condicional del procedimiento y que no se puede aplicar en estos casos el principio de oportunidad, que es el que tienen los fiscales para determinar si investigan o no dependiendo de si se trata de un caso de interés público o no. En varios casos, los fiscales dicen que cómo no se va a tener prueba, mejor no investigar.
“Creo que debe haber una obligación sí o sí de investigar esos casos”.

-¿La ley le otorga a este delito una categoría de gravedad suficiente? De hecho lo traspasó de los tribunales de familia a los penales.
“No es un tema de gravedad suficiente. Es efectivo que se le traspasó a lo penal, pero hay un problema ahí que es que hay un paso previo en los tribunales de familia, la calificación antes de llegar a lo penal. Los tribunales de familia tienen que calificar si se trata de maltrato habitual o no para pasarlo a sede penal”.

-¿Eso también debería derogarse?
“Por supuesto, eso es denegación de justicia. Por cualquier otro delito uno va a los tribunales penales, hace la denuncia y listo. Sólo en este caso, tienes que pasar por los tribunales de familia”.

-¿En qué puede ayudar la creación de la figura del femicidio?
“Nosotros no estamos de acuerdo con crear esa figura. Creemos que hay que hablar de femicidio –que es el nombre que reciben las muertes de mujeres por condiciones de género-, sin embargo, lo que hay que hacer es eliminar la doble sede, penal familiar, dejarlo en penal como un delito de violencia contra las mujeres cuyo resultado puede ser el homicidio, las lesiones, etc.. Creo en una acción más amplia; no es que el tipo mate a una mujer, es que la violenta y su resultado, uno de ellos, el más grave, es la muerte”.

-De más está decir que hay que eliminar la atenuante del celo.
“Absolutamente, y uno incluso podría pensar, en términos de norma general, en una agravante producto de las relaciones de género”.

-Llama la atención que el 90% de los casos de violencia intrafamiliar se quedan sin sanción.
“Problemas de pruebas, por una parte, cuya reina es la no existencia de testigos como son niños que no se atreven a denunciar a su padre o gente que no se quiere meter. Eso es difícil. Por otro lado, está la dependencia económica de las mujeres, lo que hace que piensen antes de denunciar porque eso puede significar quedarse sin sustento. En tercer lugar, está el hecho de que el fenómeno de violencia importa un largo tiempo antes de que las mujeres se decidan actuar.
“En los tribunales se requiere de una capacitación mucho más a fondo de los operadores de justicia para que le tomen el peso. Por eso, no es una política de Estado”.

-¿Debiera dictarse una norma que impida a la mujer retractarse de la denuncia?
“No, porque sino las estamos poniendo sólo en su calidad de víctimas y las mujeres somos más que eso; tenemos derecho también a decidir hasta dónde llegar. Soy partidaria de dejar siempre un margen de decisión a las mujeres respecto de si denuncian o no o si la levantan o no.
“Para que no levanten la denuncia tiene que haber un proceso de convencimiento de la ciudadanía de que la violencia contra las mujeres es la peor de las manifestaciones de discriminación. Una vez que la sociedad asume eso, lo más probable es que la mujer no se desista y tampoco lo hará si le aseguran que separarse de ese marido golpeador no le va a significar quedarse sin sustento. Por lo tanto, se requieren medidas que permitan a las mujeres nuevos inicios económicos, en otro lado. Faltan tramos en la política contra la violencia intrafamiliar”.

-El Sernam ha tratado de abordar el tema con las casas de acogida.
“Lo que pasa es que las casas de acogida tienen que tener una puerta de salida. Después de eso, las mujeres tienen que ir a alguna parte, entonces lo que hay que asegurar es a dónde van; si se le logra darles trabajo. Las casas de acogida tienen que operar transitoriamente, porque con más de 80 mil denuncias al año, no caben todas las mujeres en ellas”.

-¿El actuar de la policía está siendo deficiente en el cumplimiento de las medidas precautorias y también en la mirada del problema?
“Tengo la impresión de que los carabineros son los que más capacitación han recibido respecto del tema y en ese sentido, hemos pasado de una policía que no estaba para nada sensibilizada -y por lo tanto, cuando llegaba la señora golpeada a denunciar, la mandaban para la casa porque se trataba del marido- a una policía que tomó conciencia del problema. Además, hay que preguntarse qué servicio policial puede sostener medidas precautorias cuando todos los días le están pegando a más de una mujer en Chile. Es complicado y por eso se debe poner el acento muy fuerte en la prevención”.

-¿Cuánto pesan los factores culturales en esto?
“El tema está ahí, por eso la prevención tiene que ver con cómo se cambian los patrones culturales. Eso significa centrar el tema de la violencia en los colegios, donde no está a pesar de que uno de los objetivos de la reforma educacional era promover la igualdad entre hombres y mujeres y la vigencia de los derechos humanos. Esto es un tema ausente de las aulas escolares”.


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