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“No me puedo quejar”

10 de Octubre de 2007 | 13:37 |
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“A mí me da lo mismo como me digan” contesta cuando se le pregunta si tiene alguna preferencia entre nana, empleada doméstica o asesora del hogar. “A mí me dicen Tere”, agrega.

-¿No ves en alguna de ellas algo peyorativo?
“No, porque es un trabajo y lo hago bien; me siento orgullosa”.

-¿Desde hace cuánto tiempo eres empleada?
“Como 25 años; partí a los 17 años”.

-¿Y te han tocado todo tipo de experiencias, buenas y malas?
“No, hasta ahora puras buenas experiencias, no me puedo quejar”.

Ana Teresa está próxima a cumplir 21 años en una casa en Peñalolén a la cual ingresó cuando los tres niños tenían de 10 a 2 años y medio. “El chico (que hoy tiene 23) hasta el día de hoy es mi regalón, yo siempre le digo mi guagua. Yo no tengo hijos y creo que me identifico con ellos, sobre todos con los dos más chicos”.

-¿Qué te llevó a emplearte como nana?
“Tuve un problema y no quise seguir estudiando; me pillo el bichito de salir a fiestas y empecé a trabajar dos días a la semana para tener plata; como fumaba, a escondida, e iba a los carretes mi papá me dijo que ya que no quería estudiar tenía que trabajar y para mí eso fue como ... ¡no! (exclama y abre bien los ojos). Igual, después lo asimilé”.

-¿Qué crees que has ganado como trabajadora de casa particular?
“Este premio que me dieron ahora (el viaje al Vaticano con la Presidenta)”.

-¿Y sientes que has perdido cosas?
(Se emociona y comienzan a correrle algunas lágrimas por el rostro) “Creo que puedo haber perdido no haber tenido una familia; yo, Ana Teresa, haber tenido hijos y marido, pero lo demás no. Haberme alejado de mi familia.
“Yo me siento, en este momento, realizada”.

La Tere fue elegida presidenta metropolitana el año pasado y debe estar en el cargo hasta el 2008. Se involucró en el movimiento gremial hace como 5 años después de asistir a unos cursos que dicta el INP para empleadas domésticas.

A su trabajo extra le dedica todos los domingos; recibe a las asesoras de 9 de la mañana a 9 de la noche en la sede de la Anecap y los martes en la tarde los dedica a sus estudios.

-Estar en esto significa que tus patrones...
“Me apoyaron, me han apoyado. Yo empecé a venir a cursos de peluquería y comencé a ver a las dirigentas. Ahí como que te empieza a picar el bichito y te preguntas cómo lo harán”.

-¿Este cargo te ha abiertos hartas puertas?
“Sí, me he vinculado con gente de gobierno. Esta experiencia ha sido súper bonita, la relación con la subsecretaria (de Previsión Social), la señora Lisette, es sensacional; yo pido cualquier cosa y nunca me ha dicho que no. Ahora que me invitaron al viaje, me mandó un arreglo floral a mi casa y eso me emocionó; con el INP también, me llamó gente que no esperaba”.

Cuando a mediados de la semana pasada la llamó el jefe de protocolo de la Cancillería, el embajador Fernando Ayala, para invitarla, Ana Teresa Tapia no le creyó. Por eso, comenzó a hacerle varias preguntas hasta que al final se convenció.

Al llegar a la casa, le pidió permiso a su patrón para viajar y cuando se lo dieron, comenzó a saltar y abrazarse con los niños. “Recién el viernes, cuando vi el pasaje, me la creí; estaba fascinada”.

“Estoy feliz, pero si le hubiera tocado a otra persona, igual estaría feliz; no soy envidiosa”, asegura.

-Esto ha sido como...
“Sacarse el Loto, el Gordo (salta). Que te invite la Presidenta a una audiencia con el Papa; para mi el Papa es un ídolo, es como Dios”.

-¿Cómo conociste a monseñor Alfonso Baeza?
“Es que él viene aquí; me llama casi todos los días y ahora me quiere ver para saludarme. Lo mismo que monseñor Piñera, quien me mandó felicitaciones y quiere que lleve al Papa el mensaje de la trabajadora de casa particular”.

-¿Y cuál ese?
“No sé, no sé cuanto tiempo tengo para hablar con el Papa, pero ojalá que me pueda escuchar.
“Lo estoy pensando, pero va por que la mujer chilena es trabajadora, es jefa de hogar... todavía lo estoy pensando y si me dan la oportunidad creo que me voy a inspirar bien”.

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