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Modulando el ritmo

El reloj biológico también afecta a los deportistas. El ideal es que quienes hagan actividad física sean conscientes de estas fluctuaciones, que se traducen en su rendimiento.

30 de Octubre de 2007 | 10:34 |
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No todos los días son iguales. Y los deportistas lo saben. Hay días en que hay que "arrastrar el cuerpo" y otros en que somos livianos como una pluma. ¿Qué subyace a estos cambios de energía? ¿Podemos modularlos? ¿O sólo podemos ser testigos del cambio?

Somos entidades biológicas respondemos al ritmo del día y de la noche, al de la luna, como las mareas; al de las estaciones. Esto no se refleja sólo en nuestro ánimo, que nos permite empíricamente atestiguar de nuestra cambiante naturaleza, sino que también podemos comprobarlo en patrones biológicos medibles, como la secreción de las glándulas corporales que producen hormonas.

Un efecto de esto es, por ejemplo, el flujo menstrual, que cada cuatro semanas aproximadamente -es decir, en el tiempo de un ciclo lunar-, acecha a las mujeres maduras: es el fin de un período en que el útero, estimulado hormonalmente, preparó un nido que desecha porque no recibió un óvulo fecundado. Y es también el comienzo de otro ciclo de fertilidad.

La secreción de ACTH, una hormona producida por la hipófisis que estimula a las dos glándulas suprarrenales a producir cortisol, tiene un ritmo llamado circadiano, es decir, cercano al día. Este período tiene dos fases. Una de concentraciones altas en la mañana, entre las seis y las ocho AM, y otra de concentraciones bajas en la tarde, que llega a sus niveles mínimos alrededor de las ocho PM. Muy probablemente este ritmo está controlado por factores ambientales, como el ciclo luz-oscuridad, o bien el de sueño-vigilia.

La inversión de estos ciclos por más de una semana lleva a cambios en el ritmo circadiano de la secreción de ACTH y de cortisol. Quizás el cambio de huso horario, que experimentan los viajeros que se desplazan rápidamente en dirección Este-Oeste, explica, a través de un desajuste de este ritmo circadiano hormonal, parte de las molestias que se sufren.

El cortisol es una de las hormonas más importantes en la reacción de adaptación al estrés, y por consiguiente al ejercicio. La secreción de ACTH, y por tanto de cortisol, es estimulada por el frío, el dolor, la emoción, el trauma, la hipoglicemia -la caída de la concentración de azúcar en la sangre- y el ejercicio.

La secreción rítmica de hormonas sexuales o de cortisol, que responden a ciclos, lunares o diarios, puede hacerse extensiva a muchas otras hormonas, y son reflejo de fluctuación de casi todos los parámetros biológicos. Esto nos permite comprobar el término biorritmo: somos víctimas de un "reloj biológico". Porque "todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo".

¿Qué queda entonces? Tanto en alza como en baja, cada momento es único, irrepetible y aprovechable, donde la intensidad del ritmo será siempre la compensación. Esa es la clave. Importante es entonces ser capaces de atestiguar el cambio, saber diagnosticarse el biorritmo, más allá de mediciones.

Sin duda, es óptimo que los deportistas y su equipo sean conscientes de estas fluctuaciones, que se traducen en su rendimiento. Para esto la autoevaluación es una herramienta formidable. A medida que el deportista avanza en el camino del conocimiento de sí mismo podrá ser más sensible a sus "bajones" o subidas, sobre todo en ciclos más largos o en procesos más sutiles.

Así con el tiempo y la ayuda de su equipo, los atletas logran acechar con mucha más precisión su momento oportuno; para saber cuando exigirse, y cuando no tanto, o para determinar cuando parar. Es más, un buen conocedor de sus ritmos es capaz de modularse a través de su dieta, de su entrenamiento, de sus ejercicios, en fin, a través de su capacidad de restauración y de manejo del estrés, acortando el tiempo de merma o prolongando el de abundancia.
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