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“Nos podemos hartar todos”

La vicepresidenta de la CUT afirma que la ausencia del tripartidismo, practicado por los gobiernos pasados, es lo que polarizó el ambiente laboral. Agrega que, aunque suene amenazante, si Chile quiere paz social tiene que pagarla con derechos laborales.

27 de Diciembre de 2007 | 09:46 |
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Está exultante. No sólo porque los trabajadores han logrado en los últimos meses anotarse algunos puntos con sus movilizaciones, sino que también por los resultados del Congreso Ideológico de la Democracia Cristiana, su partido.

Alejada de las pistas desde marzo de 2002, cuando abandonó la Cámara de Diputados tras no ser electa, María Rozas, regresó este año a la escena pública como vicepresidenta de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT.

Sin ningún titubeo asegura que se está asistiendo a un renacimiento del movimiento sindical, luego de haber vivido los últimos años un proceso de revisión interna, crisis e intentos de quiebre. “El movimiento sindical, los últimos 6 años, se metió hacia adentro, un poco a reordenarse, a mirarse el ombligo, a ver qué le está pasando y diría que a partir de eso, se hizo un trabajo que no se nota hasta el 2005”, explica.

Convencida de la buena etapa que viven, menciona el rol gravitante que jugó la central en los grandes conflictos laborales de estos meses como Codelco, Celco y Agrosuper o en las demandas levantadas por los trabajadores del comercio.

Y añade que la legitimación del actuar de la CUT se la dio la Presidenta Michelle Bachelet al conformar la Comisión Nacional de Equidad Social ad portas del paro nacional convocado para el 29 de agosto.

-En eso pesaron más las declaraciones del obispo Goic y el debate que abrió.
“Sus declaraciones se dan en el clímax del conflicto del cobre, pero la presión viene de antes, con nuestra convocatoria a fines de junio y otra serie de demandas que confluyen. Si no hubiéramos sido un actor relevante, ¿alguien habría actuado antes de la movilización del 29?”.

María Rozas insiste en el punto. Remarca lo masiva que fue la protesta nacional que incluso paralizó completamente la fábrica General Motors en Arica, “cosa que no salió en los diarios” y lo exitosa que fue la movilización en Santiago, donde los trabajadores lograron marchar por 24 puntos de la ciudad.

-¿Este es el tipo de movimiento sindical que se quiere? Muchos consideran que han
polarizado el ambiente laboral.

“Sí, el ambiente laboral en Chile está polarizado, pero no son los trabajadores los responsables. Cuando tienes 17 años de democracia con un crecimiento espectacular, cuando se tiene un país que le está yendo bien y así lo muestran los medios de comunicación y hay una Concertación muy preocupada de la extrema pobreza, pero nadie habla de los trabajadores y cómo se han empobrecido, entonces se está polarizando el ambiente. Hay chilenos que ganan 24 millones de pesos mensuales y en la misma empresa, hay trabajadores que ganan menos de 200 mil. ¿Quién polariza la relación?
“Yo no digo que ese señor gane un muy buen sueldo y 10 millones de pesos me parece bien, pero por qué no subir a los otros sus sueldos en 400 mil más. Y en eso el Estado se hace el sordo; escuchábamos con (el ex ministro) Solari este es un problema entre privados cuando los convenios internacionales dicen que el tripartismo lo ejerce el Estado. Nadie hizo el intento de sentarnos a discutir cómo distribuir la riqueza y eso polariza”.

-¿Deberíamos asistir a una mayor tensión laboral en el país?
“Ojalá que no. Creo que lo del 29 fue una buena señal, que rindió los frutos desde el punto de vista nuestro en cuanto a que todos se alertaron. Hace un año las palabras salario digno y trabajo decente no existían; la OIT la puso en el tapete el año ’91 y hoy hay unanimidad de que la distribución de la riqueza está mal, de que hay problemas laborales, de que hay maltrato laboral”.

-¿Esa es la idea, poner al empresariado en estado de alerta?
“Hace 7 meses, “El Mercurio” me llamó y yo le anuncié los conflictos que venían y les agregué los de la basura y los supermercados, pero no porque nosotros, la CUT, estuviéramos propiciando esas movilizaciones, sino porque llevábamos meses escuchando a los dirigentes y sus problemas”.

Se detiene en el caso de los supermercados y narra que hace algunos meses, a una cajera, en Concepción, le dio un ataque de histeria estando en su puesto porque llevaba media hora orinada y estaba toda mojada. Afirma que recién ahí se enteraron de que a las cajeras de los supermercados no las dejan ir al baño y deben trabajar con pañales. “Y estamos en el año 2007, plena modernidad”, reclama. “Nosotros lo hemos hablado con los dueños y les hemos advertido que este tipo de cosas crea ambiente”, agrega.

“Los trabajadores se cansaron, se hartaron, se agotaron y ya no dan más”, afirma.

-¿Ya no le tienen miedo a nada?
“No, le tenemos miedo al caos, al desorden, a la violencia. El punto es qué es más violento: seguir aguantando lo que está pasando sin que reaccionemos, sin que cumplamos con nuestra obligación como movimiento social, sin que tengamos interlocución, sin ser escuchados por las autoridades”.

-Pero la imagen que dejan, como en Agrosuper y Celulosa Arauco, es de violencia y caos.
“Hay violencia, pero no la pusieron los trabajadores; en la televisión se vio a los carabineros tirándoles con onda lo que no quiere decir que los trabajadores no se hayan defendido. No queremos violencia, hubiéramos querido que el empresario entendiera que era mejor perder –entre comillas- los 5 o 10 millones de pesos que costó el casino y haber tenido una empresa en la cual se puede dialogar y llegar a acuerdo. Por esa plata estuvo 14 días parada la empresa y pudieron llegar a un acuerdo antes”.

-El conflicto se terminó cuando los notificaron de que la planta se cerraba.
“Noooo, llegaron a acuerdo con la amenaza de que la empresa se cerraba, pero ¿cuánto perdieron?”.

-¿Eso quieren, poner en riesgo las fuentes de trabajo? Los empresarios se pueden hartar.
“Sí y los trabajadores también. Se puede hartar todo el país, nos hartamos todos. Aquí no se tienen que hartar ni los empresarios ni los trabajadores, el tema es que no nos pidan que nosotros sigamos estando en el límite, quedándonos callados frente a lo que está pasando.
“No es bueno que se harten los empresarios porque se van a hartar los trabajadores, los funcionarios públicos y eso sí que es caos… eso es lo que nosotros denominamos paz social”.

-Arturo Martínez dijo que la paz social se debe pagar con derechos laborales, ¿es una amenaza?
“Es así, estoy absolutamente de acuerdo. A lo mejor suena amenazante, es brutal, pero no hay paz social si no hay respeto a los derechos laborales. Ese es el costo; estamos hablando de cuestiones mínimas, elementales, como la eliminación de las prácticas antisindicales o castigarlas más, permitirles a los trabajadores tener sus organizaciones sindicales, permitir que los trabajadores negocien colectivamente –en los países desarrollados lo hace entre el 70 y 80%-. Estamos hablando de eso, no estamos hablando de repartir utilidades en partes iguales, no estamos diciendo no sigan haciéndose ricos. Este país da para que sigan habiendo ricos y van a haber diferencias sociales, pero queremos que nos den de acuerdo a lo que producimos”.

-¿Cuántos de estos movimientos son utilizados por los partidos?
“¿Utilizados torpemente? Sí, hay algunos pero eso no es sano ni bueno. Hoy no conozco ningún partido que esté instrumentalizando el movimiento sindical”.

-¿Se han levantado con más fuerza, también, porque tienen un ministro del Trabajo que los apoya? Algunos afirman que Andrade les visa los conflictos.
“Me encantaría que fuera así, pero no. La relación de la CUT con él es muy fría, es muy amigo de Arturo, eso sí, pero con la CUT, en general, es la relación con un ministro que conocemos. No está detrás de estos movimientos; nuestras simpatías con el ministro han crecido después del 29 cuando aparece la pelea de Velasco, el malo, no Belisario, y el ministro del Trabajo”.

-Apuntas a las dos almas del gobierno, Trabajo y Hacienda.
“Sí, el ministro Andrade nos escucha, nos acoge algunas cosas, es muy asequible, pero entiendo que con los empresarios es igual; por su historia tendrá más cercanía con el movimiento sindical. Ahora, cualquier ministro del Trabajo no resiste al ministro de Hacienda, no pasa la prueba de la blancura por esa soberbia (de Velasco) de no entender que la economía está al servicio de la política y no al revés”.

-¿No habrían tenido el mismo problema con Eyzaguirre o Aninat, en cuanto a que ellos también habrían contestado que las platas hay que gastarlas responsablemente?
“No, eso no es así. El año 96, el Banco Central le dijo a Aninat que el reajuste no podía llegar a los dos dígitos y nos ofreció un 8%; nosotros le dijimos que era un esclavo del BC y, finalmente, ad portas del paro nos dio el 9,9 porque entendió las consecuencias políticas de la movilización.
“Cuando negociamos con el ministerio de Hacienda, siempre se nos dice que hay crisis asiática o del tango o del tequila y que por eso hay que apretarse el cinturón y los trabajadores lo hemos hecho. El problema es que cuando estamos en bonanza también hay que apretárselo porque hay que ahorrar para las crisis; entonces yo le pregunto al ministro de Hacienda ¿cuándo nos toca?”


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