Desapareció, así, de repente; sus seguidores de los ’80 nunca más la vieron. Pero ella seguía en pantalla, aunque en una de las grandes cadenas de la televisión americana, Telemundo con su programa “Día a día”, el que le hizo ganar un Emmy al año de empezar a conducirlo.
En eso estuvo como 10 años, pasando por Univisión con el recordado “Hola, América”. Sin embargo, tenía claro que no quería agotar todas sus energías en mantenerse vigente en ese competitivo mundo y de a poco, se recicló.
Hoy está de regreso. Hace un mes, exactamente, se instaló definitivamente en Chile –no sabemos que tan definitivo-, pero no se ha hecho muy visible. Es que María Olga Fernández goza de esa etapa de la vida en la que uno desea manejar el tiempo y no que éste la maneje a uno.
Llegó en el momento en que los canales de televisión están rescatando a las antiguas figuras de la TV local, pero a ella no se le mueve ni un pelo por estar ahí en este momento. Tiene suficiente carga de trabajo al frente de su tienda de decoración,
Patmo.
-De vuelta en Santiago, ¿ha sido muy difícil aclimatarse?
“Me vine con camas y petacas. No ha sido difícil porque viajé mucho a Chile mientras estuve afuera; nunca me he dejado de sentir chilena y santiaguina por mis cuatro costados”.
-O sea, nunca te desconectaste. ¿Ni siquiera de lo que pasaba con la tele chilena?
“Un poco más con lo que pasaba con la tele de acá, porque cuando me fui me tuve que conectar rápidamente con el medio de allá (Miami)”.
-¿Has visto tele últimamente? ¿Qué te parece?
“He visto poco, pero bueno, la televisión chilena, periodísticamente hablando, sigue siendo una de las mejores a mi juicio, de América Latina, esto es en los programas serios, de investigación”.
-Pero se ha llenado de farándula.
“Sí, se ha farandulizado mucho. Eso me ha llamado la atención; hay mucha farándula porque, quizás, hay mucha gente dispuesta a exponerse para que hablen de ellos”.
-¿Y eso en Estados Unidos no pasaba o ya pasa?
“Creo que pasa también, pero tengo la sensación de que en televisión americana se dicen las cosas, pero con más respeto”.
-Acá, ¿se sobrepasaron los límites?
“Creo que ha habido una invasión extrema de la privacidad de las personas. No sé si en Chile estará legislado eso, pero creo que hay que buscar un punto de equilibrio, porque sino es muy peligroso”.
María Olga Fernández fue rostro de nuestra televisión a fines de los ’70, mediados de los ’80. Animó las versiones 80, 81 y 82 del Festival de Viña, cuando en el escenario se encontraban a figuras como Julio Iglesias y José Luis Rodríguez en un mismo día.
Junto a otras animadoras, Gabriela Velasco y María Graciela Gómez, condujo “Tres a tres” y estaba involucrada en “Temas” con Mercedes Ducci, en TVN, cuando la tentaron de Miami y partió, con su marido y tres hijos, en 1986.
-Se está dando un fenómeno singular. Las antiguas estrellas de nuestra televisión están regresando, como la Raquel Argandoña. ¿Qué te parece esto, cuando se dice que la TV desecha con facilidad sus figuras?
“Siempre he pensado que la televisión es un combustible, que la gente de TV es combustible, se quema. Pero, por otro lado, me alegra mucho que se mire y se respete la trayectoria… eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo es realidad.
“En EE.UU. las cosas son diferentes, la gente permanece más tiempo en pantalla, la respetan más por su trayectoria que por sus escándalos. No se da esa cosa obsesiva de ir quemando a la gente y
next, next, que pase el siguiente. Existen personalidades que están dispuestas a exponerse en los medios con el fin de buscar fama rápida, pero los profesionales con trayectoria tienen una carrera mucho más larga donde no importan las arrugas… muchas se arreglaran un poquito (se ríe).
“Si en Chile están mirando a la gente con nombre, con experiencia, que maneja el medio, me parece excelente”.
-Hiciste casi 10 años de TV en EE.UU., ¿por qué, voluntariamente, te alejaste? ¿Tiene que ver con esto, con esto de envejecer en pantalla?
“No, en EE.UU. podría haber persistido, pero a un alto costo. Los medios comenzaron a cambiar, los ratings eran tremendamente exigentes; en ese momento, Univisión, que era de Hallmark, se vendió a México, a Televisa, y la coyuntura fue que me ofrecieron hacer noticias los fines de semana, cuestión que invadía mi privacidad. Eso significaba que iba a tener menos tiempo para dedicarme a los niños y tenía muchas ganas de estar en la casa, ser mamá, ser dueña de casa en alguna etapa de mi vida.
“Se dio esto y por una cláusula de no competencia yo no podía regresar a Telemundo; tenía que esperar un año, entonces, me tomé ese año sabático y comencé con mi amor paralelo que siempre había sido el mundo de los negocios. Lo mejor era quedarme más en eso, pero me fui entusiasmando y cuando volví a mirar la televisión era como volver a subir un cerro y como que quise saborear estar lejos del protagonismo, ver qué pasaba conmigo lejos de ser la estrella, ver si había una vida agradable, entretenida, rica que pudiera hacer sin la televisión”.
-Ya no estás criando…
“No, están gorditos, criaditos” (se larga a reír).
-Y retornaste a Chile, ¿te tinca intentar algo con la televisión chilena?
“Yo me he acostumbrado –y no es un cliché- a decir que no puedo descartar absolutamente nada en mi vida porque tengo 55 años, estoy con una tremenda energía, tengo ganas de hacer cosas.
“Me gusta la comunicación, pero no es mi prioridad en este minuto. No me vine a Chile ni a hacer televisión ni radio, creo que pueden haber posibilidades, está latente con este ‘revival’, con este desempolvado que se está haciendo de las más viejitas (lo dice en medio de una gran carcajada), pero mi corazoncito no está en la televisión”
Se detiene unos segundos y agrega rápidamente: “No quiero ser mentirosa, no está en la televisión inmediata. Me encanta saber que en el horizonte pueda estar, estoy más tranquila al decir
a lo mejor puedo volver a mi antiguo amor”.
-¿Un pololeo?
“No, es más bien buscar un espacio. No volvería a hacer farándula porque he desarrollado un cuero muy delgadito. Estuve expuesta muchos años y he sido muy feliz no estando expuesta. He sentido, por fin, la privacidad, el poder manejar mis cosas y que no hablen de ti gratuitamente. Cuando veo la televisión y veo se expresan me pregunto si caeré en las garras de esa gente porque sí. ¿Por qué voy a exponerme? Si caigo en un área en la cual yo me reconozca y sea respetada como he sido siempre, y no me exponga más allá, podría ser, pero no sí eso existe o no”.
-Haciendo un flashback, ¿qué rescatas de tu paso por la TV latina americana?
“Tantas cosas. Hice programas en vivo, estuve en el proceso del cambio, del concepto canal local a cadena, fui como parte de la expansión de la televisión desde EE.UU. hacia todos los mercados; me metí en la corriente de todo lo latino, de su importancia, aprendí enormemente, crecí como persona al llegar a un país donde no sabía ni siquiera donde estaban las calles”.
-¿Esa televisión fue más dura, incluso, que estar parada frente al monstruo de Viña del Mar?
“Que curioso, sí me acuerdo que se me apretaba la guata cuando salí la primera vez en Viña del Mar, pero nunca sentí al monstruo como algo que me fuera a comer. Sí sentí eso del circo romano, la sensación de vulnerabilidad y que se te viniera el mundo encima, pero que personalmente tuviera miedo al rechazo, no. Me subí al escenario tranquila, con una trayectoria, habiendo sentido el cariño del público muy a flor de piel”.
-Pero en Telemundo, tenías millones de espectadores más.
“Sí, pero traía el background de haber trabajado en televisión y conocía ese mercado. Haberme venido a EE.UU. fue consecuencia de una etapa de pololeo, de haber viajado a hacer especiales, conocía el medio; siempre me enfoqué en la cámara, nunca pensé en los miles de ojos que estaban detrás. Uno es como inconsciente y se tira a la piscina”.
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