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Su oculta dualidad y eterna reinvención

06 de Diciembre de 2007 | 11:52 |
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Se ríe sola cuando recuerda que su interés por los negocios se despertó desde bien pequeña, cuando vendía toda suerte de productos en el colegio o en la calle para hacerse de algunos billetes. En esto tiene mucho que ver su socia en Patmo, Patricia Díaz, quien la impulsaba a toda suerte de aventura.

“Hacíamos calugas y las vendíamos, hacíamos sandwiches y los vendíamos. Siempre. Y creo que tiene que ver con el hecho de que vengo de una familia muy numerosa, somos siete hermanas y un hombre, el mayor, por lo que me imagino que no siempre habrá alcanzado la mesada para todos. Yo era muy independiente desde chica, me acostumbré a tener mi propia plata”, cuenta.

También trae a colación que Patricia era la que la llevaba a participar en cuanto concurso había para ganarse los premios y por eso, no extraña saber que María Olga Fernández incursionó en la música, cantando en festivales estudiantiles.

-¿No fue brusco el cambio de giro, de la tele a los negocios?
“No, no, he caminado siempre entre ambos. Incluso en Chile, cuando trabajaba en la televisión y viajaba, terminaba de grabar y me iba a los mayoristas. Siempre ha habido en mí una dualidad entre la comunicación y el mundo de los negocios, desde chica”.

Cuando María Olga abandona la televisión ya estaba involucrada en la compra y venta de ropa, mundo que conocía por su necesidad de estar al día en sus programas. En Miami y otras ciudades había descubierto una serie de proveedores atractivos y con unas socias se instaló en Bolivia, llegando a tener una boutique en La Paz, a la vez que importaba también a Perú, Argentina y Chile.

-Temor al riesgo no tenías porque debe serlo mucho más la tele.
“Sí, este es otro riesgo, es uno que tú manejas y controlas”.

-¿Sí?
“Claro, tú lo llevas hasta donde lo quieras hacer crecer”.

-Pero no todos tienen pasta de empresarios, para arriesgar inversión, para apostar por algo y fracasar.
“Bueno, son los riesgos de la vida, quien no se arriesga no cruza el río y yo veía que en esa área el riesgo era súper controlado. Nunca me he metido en una aventura en la que no crea que tiene viabilidad de salir adelante. No soy economistas, soy absolutamente autodidacta en el mundo de los negocios y creo que la clave del éxito en los negocios es saber comprar”.

-¿Esa es una de tus aptitudes, cuál otra tienes?
“Saber vender. Creo el negocio está más en la compra que en la venta; tengo la suerte de tener ojo para comprar, hacerlo bien, interceptar el producto en el momento preciso y saber venderlo. Soy buena vendedora”.

-¿Dónde entrenaste este ojo?
“Con mi padre, él era muy buen negociante. Se dedicaba al corretaje de vinos y siempre lo escuché negociar, llamar a uno y otro; me llamaba la atención esa habilidad que tenía para sacar los negocios adelante”.

-¿Qué te hizo cambiar de giro, de la ropa a la decoración, a los muebles?
“Empecé con esto hace un año. Me separé hace dos y decidí abrir nuevos horizontes; entonces me pregunté si me quedaba en Miami o regresaba a Chile. Después de sopesar y aquilatar, de decantar todo, resolví hablar con la Patricia, amiga mía desde los 5 años, y ella me propuso incursionar en esto. Ella es muy hábil, sabe mucho, formó una cadena de tiendas –carteras Matt Bag- y me propuso hacer algo juntas porque ella quería dejar el turismo, donde estaba en ese momento”.

El resultado de esto fue que se entusiasmaron. Viajaron al Asia y en vez de traer dos containers llegaron con cuatro, en vez de arrendar una casa, compraron y remodelaron una en Las Hualtatas con Padre Hurtado… “Terminamos embarcadas en Patmo, que era nuestro sueño de ser socias. Al principio, ella se iba a ser cargo mientras yo estuviera en EE.UU., pero al final decidí venirme”.

-¿Este giro tiene mucha competencia?
“Sí, por eso hay que estar atento, renovándose, leyendo, viajando. Y hay que basar el negocio en la confianza, no pasar gato por liebre. El haber estado tantos años en una pantalla acompañando a la gente genera confianza, se entrega y me cree”.

-¿Cuántas veces estás dispuesta a reinventarte?
“Todas las que sean necesarias, hasta que Dios me dé vida, energía y salud”.

-¿Y eso por qué? ¿Tienes un espíritu de apertura a la vida?
“Sí, creo que eso es muy importante, hay que estar abierta a sentir la vida. No es una cuestión de negarte a envejecer o miedo a la vejez, sino que miedo a quedarte atrás, a que la vida se convierta en una rutina, a que la vida te envuelva y te mate antes que la muerte natural. Una persona que se echa, que no tiene inquietudes, horizontes, zanahorias por delante, se va quedando en el camino.
“Si Dios quiera que viva más, me da salud, voy a llegar mucho mejor a los 90 si es que estoy haciendo cosas. De partida me tengo que mover, no he engordado…”