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Entre la música y el turismo

26 de Diciembre de 2007 | 11:13 |
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Podríamos decir que le faltó muy poco para ingresar al club de los llamados “patiperros”.

Por tradición familiar, una vez que terminó el Colegio Alemán, en Santiago, el ‘84, se fue a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, a estudiar un año con el fin de aprender bien el inglés. Su gusto por las artes la inclinó por la música, pero en realidad, siempre tuvo en mente incursionar en alguna carrera relacionada con el turismo, tomando en cuenta que su familia es dueña de las Termas de Puyehue.

“Siempre pensé estudiar algo más práctico, hotelería, algo que no fuera tan de oficina”, confiesa entre risas.

Así las cosas, aterrizó en la Escuela Hotelera de Steigenberger, cercana a Salzburgo, Alemania, y luego, “para seguir con la misma dirección” hizo un diploma en administración de empresas con mención en turismo.

Al terminar, partió a París y se ocupó en el hotel Le Bristol, pero se dio cuenta que todo su tiempo libre lo destinaba a visitar museos, galerías y filarmónicas, razón por la que partió a Leipzig, Alemania, para trabajar con un coro de niños y 280 músicos.

“Era la mano derecha del jefe y tenía, no sé, como 15 millones de dólares de presupuesto para cubrir la mitad de Alemania Oriental que era nuestro territorio”, recuerda.

-¿Y qué pasó con eso de ser práctica y estudiar hotelería?
(Se larga a reír) “Es que yo buscaba un trabajo más personal. Todos se ríen mucho porque cuando di la PAA postulé a cuatro ciudades diferentes, cinco universidades diferentes y cinco carreras diferentes como ingeniería forestal, computación… estaba todo involucrado.
“No es que no supiera qué es lo que quería hacer, sino que con todas hubiera sido muy feliz. Estuve muy feliz con mis años de hotelería y turismo y estoy muy feliz con lo que hago ahora”.

-¿Qué te llevó a estudiar musicología en La Soborne?
“Bueno, me pregunté si me quedaba ahí o me especializaba y como quería aprender bien francés, postulé. No entendía ni una palabra. Después me fui a Viena a trabajar 4 años con la Filarmónica”.

-¿Debió ser impactante poder acceder a estos grupos?
“Sí… sabes, se me presentó, al mismo tiempo, la posibilidad de trabajar para Daniel Barenboim (connotado director argentino-israelí) y la Filarmónica de Viena y resulta que la filarmónica es una de las pocas, quizás poquísimas orquestas del mundo que se auto administran, por lo tanto, trabajabas para los músicos, que en ese tiempo eran 150 hombres. Le organizábamos la vida, los contratos, los viajes, me iba tres semanas con ellos y los instrumentos; estaba a cargo de todo, iba un luthier (arreglador de instrumentos), un médico, dos personas que armaban los atriles”.

-Hacías más administración que música, ¿tocaste algún instrumentos antes?
“Siempre, desde chica, lo hacíamos todos en la casa; mi madre era la que más lo hacía. Hasta hoy lo sigo haciendo y mi marido es un gran chelista. Yo empecé con flauta dulce y piano y después seguí con flauta traversa; de hecho, cuando estuve en Viena, me levantaba a las 6 de la mañana y después me iba al trabajo… era muy loca”.

-Pero, ¿qué es musicología, entonces?
“Tiene que ver con la teoría, la historia de la música. Ahora, lo simpático es que en Francia lo dictaba la facultad de las artes, entonces, estaba muy vinculado a ello y teníamos entrada gratuita a todos los museos nacionales del país, no sólo de París; era mucho bellas artes”.

Tras 15 años afuera., Nicola debió volver debido a la enfermedad de su padre. Al poco tiempo de morir él, ella asumió como miembro del directorio de las Termas de Puyehue, del cual hoy es su presidenta. Sin embargo, como no se puede desligar de las artes, en un primer momento se desarrolló como gestora cultural independiente en Santiago.

-¿Cómo fue eso?
“Hacía mis pequeños ciclos de conciertos; traje un flautista y un famoso solista de la Filarmónica de Berlín a dar una charla magistral. Estaba como observando un poco, el espacio artístico cultural para ver dónde había algo que no se había hecho y yo podía cubrir. Hice ciclos con el órgano, que acá se tiene muy olvidado, cuando es el rey de los instrumentos”.

-¿Cómo manejas eso de estar medio tiempo en la cultura y medio tiempo en el turismo?
“Tiene que ver con mi experiencia hotelera, aunque durante 20 años no lo ejercí. Tiene que ver con temas de marketing, con manejo de personal, con búsqueda de servicio, de calidad, que tanta falta hace en Chile.
“Necesitamos una buena escuela de servicio; que un cocinero sepa de verdad hacer 20 salsas diferentes y que el garzón sirva con gusto, como lo hacen en Argentina. Al chileno le cuesta, se siente mal al servir y uno lo puede pasar tan bien; es un tema de mentalidad, de carácter y lo necesitamos. Se están construyendo buenos hoteles, pero nos falta calidad en el servicio”.

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