Tras estudiar cine en la Universidad Católica, Ricardo Larraín comenzó una ascendente carrera vinculada al ámbito publicitario. A los 31 filmó su ópera prima cinematográfica, “La frontera”, que resultó ser todo un éxito y ganó más de 20 premios, entre los que destacan el Oso de Plata en el Festival de Berlín y el Premio Goya de España.
En 1998 estrenó “El entusiasmo” pero no tuvo tan buena acogida como la anterior. También ha experimentado con documentales como “Pasos de baile” y “Raúl Silva Henríquez: Cardenal” y en TV como en la controvertida cinta “O'Higgins”, de la saga “Héores” de Canal 13 y la serie “Ex” de CHV.
Sin duda, su mayor caída fue cuando, en 2001, apostó por hacerse cargo de la entonces alicaída área dramática del canal católico, experiencia que, dice, jamás volvería a repetir, ya que lo suyo es el cine. También lo es la docencia, por lo que ejerce como director de la Escuela de Cine de la Universidad Mayor.
-¿Por qué en tu carrera no se ha vuelto a repetir un éxito tan apabullante como con “La frontera”?
“Es que esas cosas no se pueden perseguir, se van dando de a poco. Uno se mete en algo que resulta de una determinada manera y encaja en un determinado tiempo. Los fenómenos son irrepetibles, tenía otra edad, el país era otro. Quizás en otro momento se produzca una coincidencia de éxito pero nunca será igual a eso”.
-Sin duda quedaste marcado por esa película, te dejó a ti mismo una vara demasiado alta.
“Sí, en cierto sentido estoy signado por eso, sin duda. Pero tenía 31 años, era mi primera película y me tocó así. Hace 20 años eso no era normal pero ahora es común eso de los golpes de las primeras películas, directores que irrumpen y que después se instalan con lo mismo. Siempre digo que las películas son como los hijos, para mí son todas iguales y las quiero por igual. Sólo hice siempre lo mejor que pude, en esa situación, en ese momento. Después, según circunstancias y épocas toman lugar, pero está fuera de uno”.
-¿No tienes un proyecto regalón, uno que te refleje más?
“Me reflejan en distintas circunstancias, por ejemplo “Chile…”, me encanta por la cinematografía. He hecho harto cine publicitario, cosas para la tele también y tengo una mano que se nota”.
-¿Lo tuyo, entonces, son las películas, más que lo publicitario, los documentales o la tevé?
“Totalmente. Sí, porque eso tiene más que ver con participar en la vida social de una u otra manera. Por ejemplo, “La frontera” es una película que tiene un tema más metafísico-político, “El entusiasmo” tiene coyuntura crítica, una mirada. “Chile…”, humor sobre nosotros mismos. Entonces todas concurren a la conversación social y eso me parece más entretenido que vender cosas. En todo caso me gusta hacer publicidad, me parece juguetón, pero claramente al lado del cine es menos relevante para la conversación social. Obviamente influye en la sociedad pero el fuerte es el fabricante, el producto, la estrategia de marketing y los que hacemos los comerciales, sólo hacemos eso, no creamos el mensaje, en cambio, en las películas, sí”.
-¿Cómo defines tu experiencia en TV?
“He tenido la suerte de trabajar sólo en proyectos que me importan, nada que me obliguen, como la juventud del Padre Hurtado, O´Higgins y “Ex” y todas las siento como mis películas, porque son temas que me interesan, las siento personales”.
-¿Volverías a un cargo como el que asumiste y rápidamente renunciaste en Canal 13?
“No, no es lo mío y uno va por la vida tomando decisiones. Soy ante todo un director y me interesa ese aspecto más que tener un buen cargo, un puesto estable”.
-¿Afectó el hecho de que el canal pasaba por un mal momento?
“Seguramente, a lo mejor hubiera encajado mejor si no hubiera estado mal, en un equipo más consolidado pero eso es ciencia ficción. Yo me encontré solo y no me interesó continuar. Fue una experiencia muy dura”.
De ejecutivo no tiene nada pero sí de académico. “Siempre he hecho clases y me encanta. Me interesa mucho el aspecto educacional, formar jóvenes, más allá de enseñar técnicas. Transmitir valores, siempre se está enseñando algo, por ser mayor y tener más experiencia y hay que hacerse cargo de eso porque los jóvenes están hambrientos de conocimiento y quien se le pone adelante debe enseñarles algún mensaje humano, espiritual”.
Y continúa, imbuido: “Los seres humanos vivimos en el lenguaje, en un intercambio permanente de contenido a través del lenguaje, con palabras, gestos, color, acciones, todo es lenguaje. Construimos relatos entre todos y eso concurre en todo. Fíjate la experiencia humana cómo se ha amplificado a partir de lo audiovisual. Hace 100 años la gente no podía ver a dos personas besarse o ver otros países. Los relatos audiovisuales han ampliado la experiencia humana”.
-En ese sentido, ¿es muy complejo meterse con personajes históricos como en tu caso con “O´Higgins”, criticada por algunos historiadores?
“Para mí tuvo dos cosas importantes: uno es que no tiene sentido meterse con la historia si no se muestra a partir de lo que tiene que ver con nosotros. Porque tiene que tener cierto vínculo y utilidad con respecto a nuestra vida. Y el otro aspecto interesante es que la figura de los héroes son familiares, cargadas de significado y a veces son equívocos, negativos o demasiado buenos, inalcanzables, casi increíble como en el caso de O’Higgins, del cual sentimos como un padre de la patria y eso no es bueno”.
-La idea es humanizarlo.
“Claro, entonces la operación comunicacional de acercar ese personaje, darle carne, rejuvenecerlo dentro del imaginario colectivo es un trabajo concreto sobre el presente y sobre la vida que llevamos. Eso no va a cambiar el destino del país pero es un pequeño aporte, hacer héroe de ese héroe alguien de carne y hueso, humanizarlo. Todas las colectividades necesitan tener un imaginario lo más sano y luminoso posible para ser más felices. Operar sobre estas figuras es un aporte, un granito de arena para la comprensión de nosotros mismos. Somos una larga y compleja cadena de lenguaje y es lo que me gusta de trabajar en las comunicaciones” (vuelve el académico).
-Para eso se necesita mucho rigor.
“Claro, leí bastante sobre él. Pero la operación de hacer historia es muy simple: todos saben que ocurrió un hecho y luego otro pero nadie sabe lo que pasó entre medio, se puede suponer, deducir y el trabajo es, con la información que hay, rellenar con ficción, con una proyección, pero rescatando el espíritu de las cosas, más que el dato. Rellenar, con rigor, pero rellenar al fin y al cabo, lógicamente los espacios”.
-En definitiva, también es algo bastante personal.
“Siempre es muy personal, sería muy arrogante decir que es una mirada omnipotente, omnisciente y perfecta. Soy yo y mi equipo y lo hacemos desde nosotros. El observador modifica lo observado. Mira, desde fines del siglo 20 se ha ido legitimando la subjetividad y la mirada del observador, porque como somos lenguaje, no hay objetividad, el observador es el que crea la realidad” (nuevamente lo posee el profesor Larraín).
-Por eso cada historia de “Héroes” privilegia algo distinto, por pasar por distintos directores.
“Así es y hay que entender que es para la TV, no es una clase de historia. La tele es la tele, no es la academia, cada una hace su pega. Son expresiones distintas. Sólo nos pusimos de acuerdo con los otros directores en ponernos desde el punto de vista de nuestros héroes, cada uno defendió su personaje. Comprenderlos, no juzgarlos y todas tienen eso en común, fueron vistos desde adentro no desde afuera”.