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Una madre que quiere educar con el ejemplo

09 de Enero de 2008 | 14:35 |
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Da la impresión de ser tímida, pero eso sólo eso, porque al poco andar deja ver todo su carácter. Es de ideas claras y posiciones muy definidas.

A sus 43 años, muy bien llevados –a juicio del fotógrafo- dice haber logrado compatibilizar todos los roles que se esperan cumpla una mujer en esta sociedad.

Casada con un médico, el radiólogo Pablo Soffia, a quien conoció cuando estaban en la universidad, hoy tienen cuatro hijos que van de los 17 a los 10 años.

A los dos primeros los tuvo cuando estaba haciendo la beca de pediatría, al tercero cuando hacía la de hematoncología, y del último regresó embarazada, en 1997, desde Barcelona, o sea, estuvo todo un año en España de estudiante, madre y esposa en el extranjero.

-¿Ha sido muy difícil?
“No, he tenido mucho apoyo de mi marido y de mis padres, ellos han sido un pilar fundamental para todo mi desarrollo profesional”.

-¿Y nunca te has sentido en deuda con alguna de tus ‘partes’, la de madre, la de esposa, la de profesional?
“Bueno, a veces, un poquito, pero siento… Es que depende, cuando los hijos son chicos, uno siente que puedes estar adeudándoles tiempo, dedicación y muchas otras cosas, pero siempre pienso que con el ejemplo, con el trabajo diario, con la disciplina que uno les muestra que es capaz de llevar, todos los días, a termino, de alguna forma les estás enseñando que la vida no es sólo pasarlo bien y que hay que esforzarse y cumplir con un rol hacia la sociedad. Que no sólo debemos estar esperando recibir cosas”.

-¿El de 10 años debe ser el que más te demanda hoy?
“Es el más chiquitito, el concho, el regalón…”

Hace algunas semanas Julia Palma recibió el premio 100 Mujeres Líderes de El Mercurio y Mujeres Empresarias. Reconoce que la distinción la impactó su poco porque “sentí que era un reconocimiento, de todo corazón, de verdad, a muchas mujeres que estamos en esto trabajando como hormigas, súper calladas, en forma permanente”.

-¿Si hubieses sido pediatra, habrías tenido una jornada, una vida, más normal?
“Probablemente…”

-Dedicándote al transplante, ¿te llevas todo contigo?
“Ese es un problema, esa es una de las quejas de la familia, que uno no se desconecta. Mis hijos lo dicen, la mamá no se desconecta nunca y no lo hacemos porque siempre estás pendientes de las cosas que pueden pasar el fin de semana”.

-¿Y en lo sentimental tampoco, de esa carga que involucra?
“Trato de hacerlo, es un ejercicio que uno intenta hacer, pero cuesta, porque los sentimientos no son fáciles de manejar y los niños nuestros, pequeñitos, adolescentes incluso, te generan una carga sentimental importante cuando están mal; es algo que cuesta manejar y en eso tenemos poca ayuda como profesionales”.

-¿Cómo te ha marcado esto en tu rol de mamá? ¿Eres más aprensiva?
“Sí, soy aprensiva, es inevitable. Ves todos los dramas que te tocan vivir y no quieres que le pase nada a los tuyos. Probablemente eres mucho más sobreprotectora que el promedio, y eso es mal recibido por los lolos adolescentes que quieren vivir su propia vida. Cuesta que lo entiendan”.

-¿Te evades, despejas de alguna forma?
“Sí, la cocina (se le ilumina la cara). Es mi pasatiempo favorito. Lo práctico mucho, en mi casa; los fines de semanas, cuando estoy más angustiada es cuando mejor se come, porque me gusta hacer recetas difíciles, elaborar platos. Eso me relaja”.

-¿Y te acompaña la familia?
“Sí, a los niños les encanta cocinar, ayudar, ponen la mesa bonita. Creo que una de las cosas que me gusta es cocinar; siempre le digo a la Claudia (una colega) que cuando cerremos la unidad de transplante vamos a poner un restorán”.

-¿Cuál es tu desafío personal?
“Me retiro de esta unidad cuando transplantemos los 60 niños por año”.

-¿Y cuántos te quedan?
“Más de la mitad”.

-O sea, te queda mucho.
“Pero de aquí a 10 años lo vamos a tener listo, va a ser una unidad que no dependerá de las personas que estamos, será autosuficiente”.



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