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Padres solteros del siglo XXI

Los tiempos han cambiado y hoy es mucho más fácil asumir una maternidad siendo soltera, sin los prejuicios sociales de antaño. Lo importante es saber explicarle al hijo la realidad, siempre con la verdad y el respeto de por medio.

28 de Enero de 2008 | 10:38 |
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"Tendría un hijo con o sin libreta", dijo Raquel Argandoña en 1989. Fue una frase incómoda para la época y tuvo como consecuencia el despido de la ex lectora de noticias de Canal 13. Antes de tener a su hija, en el año 2000, Andrea dijo lo mismo. Pero nadie la echó de ningún lugar.

El siglo XXI ha marcado en la sociedad una libertad que antes pocos se atrevían a ejercer. Optar por ser madre, sin un matrimonio previo, parece ser algo más común hoy en día. De hecho, mientras que en el año 2004 hubo 4 mil 735 matrimonios menos que en el 2000, el número de niños nacidos de madres solteras fue 128 mil 867, siete mil 229 más al compararlo con el 2000.

Según Paulina Müller, psicóloga de la Universidad Católica, el esquema clásico de papá, mamá e hijos está perdiendo vigencia, debido al aumento de las separaciones matrimoniales. De esta manera, el sistema familiar monoparental se ha hecho más común y tolerado dentro de la sociedad.

Hace siete años, Andrea tuvo a su hija. Dice que el ser soltera nunca le ha traído problemas a la hora de buscar un trabajo o algún hombre para salir. Pero “aún no encuentro al indicado”, comenta con un poco de pesar en la voz. Müller recomienda que a la hora de buscar pareja, no se debe presentar al hijo un “tío” o una “tía”, cada vez que se inicia una relación con alguien. “Debe haber un período de afiatamiento. Cuando la pareja esté consolidada, se puede integrar al otro a la familia”. La psicóloga aclara también que, en el caso de que esa relación amorosa se acabe, no hay que alarmarse. “Son cosas que el niño vivirá tarde o temprano. No hay que hacer un drama de eso”, aclara.

“Con tu papá no nos casamos”

Lorena fue parte de las 34 mil 354 madres solteras adolescentes que se registraron en el año 2000. Tenía 17 años y recién había terminado una relación con su “primer amor”, como dice ella. Recuerda que el tema sexual era algo que se conversaba abiertamente en su casa y que prácticamente, su mamá le “dejaba condones en el velador”. Pero no recordó ningún consejo el día en que tuvo un “reencuentro” con su ex. Cuando tenía tres meses de atraso en su menstruación, decidió hacerse un examen de sangre. Los resultados se los dieron de inmediato: estaba embarazada. “El papá de mi hijo me acompañaba cuando me lo dijeron. Pero fue como si hubiese estado sola, porque sentí que sólo a mí se me caía el mundo”.

Pero salió adelante. Su ex y ella, desde casas diferentes, han criado a un niño sano y curioso.

-¿Cuándo te casaste con mi papá? ¡Yo quiero ver fotos! -le exigió su hijo a Lorena, el año pasado.

-Mira, con tu papá no nos casamos. Éramos pololos, pero no nos casamos. Así que nunca vivimos juntos. Él vivía en su casa con su mamá y yo en la mía con mi mamá, por eso tú tienes dos familias ahora -le contestó ella, toda complicada.

La mejor manera de explicarle a un niño el por qué sus papás no han vivido nunca juntos, es a través de “la máxima verdad, dentro del máximo respeto”, como lo que aconseja la psicóloga. Entre las prohibiciones que destaca ella, están el inventar historias que tarde o temprano serán descubiertas por el hijo y el involucrar los sentimientos propios. “El peor error que puede cometer una madre es hablar desde la rabia que le tiene al papá de su hijo. De nada le sirve decir ‘tu papá no te viene a ver porque no te quiere’. Aunque sea verdad, el niño debe conocer la realidad de su familia de la manera más objetiva posible”, comenta.

Todo un “papi Ricky”

“Mi hija es lo más lindo que tengo. Su pieza es la más hermosa que he visto. Yo mismo se la pinté”. El babero le queda corto a Jorge cuando piensa en su niña de siete años. Terminó viviendo con ella, después de que su ex polola decidiera probar suerte en Europa, dejando una guagua de tres meses a cargo de un veinteañero padre primerizo. “En los últimos tres años, ha llamado sólo cuatro veces para saber cómo está”, dice Jorge. La abuela paterna se ha hecho cargo del rol de madre. “En mi casa somos tres hermanos. Con mi hija, mi mamá pudo tener la niñita que siempre quiso”, comenta el joven papá.

“Es importante que el niño reciba las dos funciones parentales, de padre y madre. Da igual si es una sola persona la que se encarga de equilibrar los papeles, o si es el abuelo, el tío o el padrino los que asumen la otra parte”, asegura Müller.

Los tres niños de esta historia tienen siete años. Comenzarán su educación básica este 2008 y conocerán a más de un compañero que les preguntará por su familia. Dependerá de estos padres que sus hijos estén preparados para enfrentar de una manera sana la nueva experiencia que se les viene por delante, y que comparten con otros 121 mil 638 niños en Chile.
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