Empezó casi como hobby. Hace más de 20 años, tuvo la oportunidad de incursionar en la joyería clásica en la empresa Helmlinger y desde ese nicho aprendió de metales, piedras y diseños.
Y después de un lapsus de un poco más de 10 años, resolvió retomar el negocio, pero esta vez en forma independiente. Por eso, Karin Zwanzger inauguró a fines de octubre su tienda en el mall de La Dehesa y se apronta a expandirse.
-¿Cómo te iniciaste en esto? ¿Por qué incursionaste en la joyería?
“Simplemente porque era muy amiga de los dueños de Helmlinger que tiene más de medio siglo. En la joyería se requiere trabajar con gente de confianza y ellos me ofrecieron un puesto. Yo no estaba particularmente interesada en el rubro, pero una vez que ingresé, me encantó.
“Conocí todo un mundo que era muy entretenido. Si bien, Helmlinger produce en Chile, también compraba afuera y a mí me tocaba elegir lo que se traía”.
-¿Y qué te impulsó a dar el paso de tener tu propia tienda?
“Mi marido, por negocios, tuvo varios proyectos en Perú hace algunos años y viajaba mucho. En una época iba más de una vez a la semana y yo lo comencé a acompañar; así conocí y descubrí la joyería de plata de este tipo, y a la gran cantidad de orfebres, que es sorprendente.
“Me traía cosas para mí y acá causaba sensación; de repente, fue tanto, que decidí instalarme y comenzar a traer joyas. Influyó, además, el hecho de poder traer también piezas de decoración de madera, adornos que tienen incrustaciones de plata, lo que hace que no sea algo tan distinto a la joyería”.
-¿Por qué optaste por importar?
“Acá en Chile no tienes la diversidad de diseños y materias que hay en Perú, ¡para nada! Aún así ya estoy comprándole a una diseñadora chilena, aunque ella produce en menor cantidad.
“Ahora, también hay de por medio una cuestión de precios; Perú es mucho más económico… no sé si es por la mano de obra o porque son muchos los orfebres que hacen lo mismo. También hay más piedras entretenidas, mucha más variedad”.
-¿Y qué marca tu elección?
“No traigo de un sólo diseñador, aunque traigo cosas que son de líneas similares. Trabajo con nueve diseñadores peruanos, además de tres orfebres en Chile que me hacen cosas”.
-¿Estás diseñando tu propia línea?
“Sí, les pido algunas piezas, pero estoy empezando en eso, estoy más inclinada a comprar. Ahora, mi idea no es cerrarme sólo a Perú; desde que abrí la tienda se han acercado algunos diseñadores chilenos a mostrarme sus productos y puede ser que vaya integrándolos. No cierro ni una puerta. El problema es que ellos elaboran pequeñas cantidades, casi lo hacen como hobby, y acá se necesitan mayores volúmenes.
“También quiero ir a México y ver qué encuentro allá; ellos trabajan muy bien la plata”.
-¿Qué tipo de riesgo tiene esta joyería?
“Creo que es lo suficientemente comercial. No es como la otra joyería que con la venta de un anillo puedes ganar 1 millón de pesos, acá ganas mucho menos, pero también, no vendes uno al día, sino que muchos más. No es una joya en la cual uno tiene que estar de cumpleaños como para comprarla, puede ser por cualquier motivo o sin motivo.
“Es una joyería que permite la compra impulsiva, o sea, la ven en la vitrina, les gusta y se la llevan. Además, la mayor parte de mis clientes son mujeres que las pagan de su bolsillo, no dependen de nadie”.
-¿Por qué hacer el mix entre joyería y adornos de casa?
“La línea de casa es elaborada con maderas del Amazonas y aplicaciones de plata. Se trata de bandejas o lámparas muy lindas, algo muy distinto que no se ve acá y, aunque no me dieron la representación, pero sí la exclusividad, resolví traerlas también.
“Me atrajo la idea de tener estas cosas, creo que es algo distinto que no se ve en Santiago, es más innovador y tienen la plata como denominador común. Asimismo, ambas cosas tienen diseños bastante especiales”.
-¿Cuáles son tus proyecciones?
“Abrir más tiendas, es un proyecto no tan a futuro. A mediados voy a definir dónde, porque la ubicación es fundamental y espero abrir antes de terminar el 2008. Aquí, por ejemplo, he descubierto que mucho de los compradores son extranjeros, pero no turistas, sino que vecinos que viven en el sector y ellos se han fascinado con esta joyería. Con la segunda tienda quiero, en cambio, abarcar precisamente un público más turista.
“Tengo otro proyecto en conversaciones que consiste en llevar las joyas a un crucero que haga recorridos por el sur del país, pero no te daré más detalles” (se ríe).