Es el hombre del siglo XXI. Es más vanidoso, compra cremas para las arrugas, se atreve a lucir una camisa rosada con orgullo, sin temor a que crean que es gay, y no se avergüenza de que lo vean llorar, siempre que sea por un motivo noble.
Todo partió cuando el periodista británico Mark Simpson, en la columna “Here come the mirror men” (“Aquí vienen los hombres del espejo”), presentó en sociedad al metrosexual: un joven con alto poder adquisitivo, que vive en la ciudad o cerca de ella, para tener acceso a las mejores tiendas y peluquerías. “El narcisismo masculino está aquí y más vale que nos acostumbremos”, aseguró en el texto de 1994.
Al parecer, no se equivocaba. Según la American Dialect Society de Boston, el término metrosexual se convirtió en la palabra más usada de 2003, mientras, la vanidad masculina se asomaba sin tapujos. En Chile, aunque no hay cifras exactas, se estima que entre el 15 y 20 % de las inyecciones de bótox que se aplican en el país son aplicadas en rostros de hombres.
Las cirugías masculinas, de las que han hecho gala personajes como Álvaro Ballero (mejillas) y Roberto Dueñas (párpados, papada, orejas y arrugas), son más comunes hoy en día, al igual que lo es escuchar a personajes como Mauricio Pinilla, confesando que se depila o a Patricio Laguna, que sin ningún pudor admitió que se hacía las uñas de las manos y de los pies.
Incluso entre los inscritos en el Club de Belleza de Ripley del Alto Las Condes, hay cincuenta varones que fueron a exigir su set de limpieza facial masculina en esta última Navidad, “pese a que la publicidad del club está dirigida al público femenino”, como lo comentó su coordinadora Bélgica Álvarez. En todo caso, el precursor de los metrosexuales fue Felipe Bianchi, quien en 2001, confesó con desparpajo que llevaba tiempo haciéndose masajes y usando cremas.
Luego del éxito metrosexual han aparecido nuevas clasificaciones para los hombres que se han entregado al glamour o que han cabalgado con su espada en mano para defender la imagen del macho recio. Tecnosexual, ubersexual, metroemocional son sólo algunos de los calificativos que han surgido en lo poco que llevamos de siglo.
Entre tanta nueva clasificación masculina, cabe preguntarse a qué tipo pertenece aquel que duerme a nuestro lado. A continuación, algunas de las principales categorías:
El metrosexual: fue el primero. Es el arquetipo del hombre de este siglo. El que botó el jabón en barra y puso en su lugar uno de glicerina con extractos de avena. El creador del término es el periodista inglés Mark Simpson y su máximo representante es el futbolista inglés David Beckham. Es joven y vive en la ciudad. Tiene dinero, que gasta en peluquería, ropa, depilación y productos, como crema antiarrugas, mousse para peinar y varios perfumes.
Está bronceado y es caballero, como lo demostró nuestro exponente nacional, Mauricio Pinilla, cuando dijo: “Espero que ella solucione su problema contractual con su marido. Pero no voy a emitir ningún otro tipo de declaraciones”, refiriéndose a María José López. El libro “El metrosexual” de Michael Flocker instruye a fondo al aspirante que desea pertenecer a este círculo de hombres.
El metroemocional: llegó en 2005, en manos de la publicista española Rosetta Corner, con el libro “En busca del hombre metroemocional”. Quiere olvidar la imagen del frívolo metrosexual, para ofrecernos a un hombre “amable, sensible, cariñoso, con carácter, decidido, humano, colaborador, amigo, atento, sincero, tolerante", como explica la autora. El metroemocional se hace cargo de sus sentimientos.
Lo piensa bien antes de comenzar una relación, porque no quiere herir ni salir perjudicado de ella. Busca lo trascendente. Él ama, llora. Marcelo Ríos, con su dramática conferencia de prensa en 1999, en la que dijo: “me hicieron perder un pololeo”, podría formar parte de este grupo. También compite en esta categoría Iván Zamorano, con “te amo tanto, que cuando estás ausente, no encuentro solución para mi respiración”, que dedicó a Kenita Larraín en el parte del matrimonio que no se realizó en 2004.
El tecnosexual: fue un perno, un nerd. Ahora lo sigue siendo, sólo que lo encubre con glamour y cuidados personales, heredados del metrosexual. Su principal característica es su interés exagerado hacia la tecnología. Tiene el último celular y notebook que han salido a la venta.
El término fue patentado por el físico y matemático estadounidense Ricky Montalvo, que se ha preocupado de difundir este estilo de hombre a través de su
sitio web.
Bill Gates estaría entre los embajadores de la tecnosexualidad.
El ubersexual: apareció en 2005, en el libro “El futuro de los hombres”, escrito por Marian Salzman, Ira Matathia y Ann O’Reilly. Ellas describieron a un hombre “de verdad, sin llegar a estereotipos negativos como faltarle el respeto a las mujeres o estar obsesionado con los deportes, la cerveza y las carnes rojas”.
También se preocupa de su apariencia, pero no cae en la vanidad del metrosexual, por lo que no utiliza cremas ni se viste con las combinaciones perfectas, aunque sí se preocupa de tener un estilo propio. Además, muestra mucha seguridad interna y le interesan las causas sociales. El vocalista de U2, Bono, lleva la vanguardia entre los ubersexuales.
El retrosexual: Mark Simpson volvió al ataque en 2003, con su artículo “Beckham, the virus”, en
Salon.com, donde habló por primera vez del retrosexual. Éste ser aparece en respuesta al metrosexual. No quiere gastar dinero ni tiempo en su apariencia.
Generalmente, su barba está algo descuidada y se niega a utilizar cualquier tipo de producto, como cremas, astringentes o jabones hechos para el rostro. Desea devolverle al macho recio su trono masculino. Sabe bien dónde está su lugar en la sociedad, que para él es en su casa, frente a la televisión.
El vitalsexual: son aquellos que han superado de manera positiva la crisis de los 40 años. Saben que el haber traspasado esa barrera etárea no los ha dejado olvidados en la banca, que el que quiere, puede. Entre sus características se encuentra el no temer a enfrentar los problemas que se puedan suscitar en el plano sexual.
Están dispuestos a mejorarlos, asesorándose con especialistas, ya que están muy interesados en satisfacer a su pareja en la intimidad. Esta calificación apareció, tras realizarse una encuesta telefónica a cerca de 8 mil europeos y americanos en 2005, que demostró la existencia de un tipo de hombre que está en busca de relaciones estables y de la espontaneidad entre la pareja.
El hombre alfa: es una especie de “rey de la selva”. Es el líder de la caverna, que tiene prioridad en su grupo social para elegir a una hembra (porque él no busca una mujer, menos una pareja). Es fuerte, inteligente, reservado. El hombre alfa sabe a dónde va, qué es lo que quiere y es independiente a la hora de buscar sus objetivos.
Suele estar solo, porque está convencido de que el resto no es un ganador, como él. Cuando está acompañado, entre la familia o amigos, es a él a quien le sirven primero el plato de comida, que suele contener más alimentos que los del resto de la gente.
El hombre beta: son torpes. Siempre lo han sido. En su niñez fueron disléxicos o sufrían de serios problemas atencionales. Fueron muy delgados o sufrieron de sobrepeso. Nadie podría haberse imaginado que ese niñito raro que todos molestaban en clase, iba a llegar a ser alguien en la vida. Pero lo es. Ha logrado utilizar esa debilidad de la niñez en algo que capta el instinto protector femenino y que le ha traído el éxito en su carrera.
El hombre beta es uno de los pocos afortunados que gana dinero, y mucho, haciendo las mismas tonteras que hacía cuando chico o siendo igual de extraño que en su infancia. Al igual que el metroemocional, este ser llora, pero su sensibilidad está algo más a flor de piel. Es muy fiel, porque saben que es muy poco probable que otra mujer lo entienda y lo quiera tal cual es. Algunos chilenos que se adaptan a esta categoría son Rafael Gumucio y Fernando Larraín. También se considera que Osvaldo Puccio pertenece a este grupo.
El heteropolitan: es otra categoría del retrosexual. Quiere ser muy macho, pero al estilo Clark Gable o Harrison Ford. Es arrogante, inteligente y aventurero. Sabe salir triunfante en cualquier situación, para luego marcharse con una sonrisa de medio lado y si es posible, guiñándole el ojo a alguna mujer que lo observa encantada.
Está convencido de que ellas se mueren por él y que todos sus defectos son realmente los mejores atributos que un hombre puede tener. Tiene algo de malo en su mirada, que al parecer atraería a las mujeres. Es un galán con todas sus letras. En su minuto, el actor Fernando Kliche se adaptó de maravilla a esta clasificación. Su heteropolitaneidad fue heredada por su hijo Ignacio.