"¿Por qué no puedo levantarme a la hora que quiera, carretear diariamente; comer, chatear y ver TV cuanto desee, si estoy de vacaciones?" Preguntas que complican a algunos padres que, faltos de argumentos, responden con un "no, porque no", o "no estaría bien".
La falta de respuestas argumentadas indigna a los jóvenes de hoy. A diferencia de antaño, no se someten, sino que descalifican e inician una guerra abierta o soterrada.
Sin acuerdos básicos y argumentados, la convivencia familiar durante los meses de vacaciones puede ser un infierno de discusiones, tiras y aflojas y amurramientos.
Para una grata convivencia con los adolescentes en vacaciones escolares, la comunidad familiar necesita reorganizarse. Lo justo que puede verse una menor colaboración con la familia cuando están estudiando, deja de serlo al estar ellos libres de deberes escolares. Mientras otros siguen trabajando, ellos se dedican sólo al propio disfrute: dormir hasta tarde sin hacer ni su cama, mantener diariamente en ascuas a los padres hasta altas horas, ensuciar la cocina almorzando a destiempo.
Es como si al salir de vacaciones, los padres se sintieran con derecho a quedarse en cama viendo TV, olvidándose de las necesidades del resto.
Las vacaciones escolares, al obligar a reorganizarnos como comunidad, permiten aprender a serlo: atendiendo a las necesidades de cada cual, renovando horarios sin complicar a los que no están de vacaciones, redistribuyendo quehaceres (si se levanta más tarde, hace la cama y el baño), apoyándose mutuamente.
Corresponde que quienes gozan de tres meses de vacaciones apoyen a los que sólo tienen 15 días, haciendo las compras, dejándose un día para "mandados" y sólo un par para un carrete largo...
Una buena comunidad es aquella en la cual todos tienen derechos y deberes; deberes que cambian según las circunstancias. Las vacaciones escolares constituyen un cambio y es formativo reorganizarse. Es una oportunidad de formar en valores de convivencia.
