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Carrete, permisos y sexualidad, la trilogía que pone en jaque a los padres

¿Cómo controlar que los hijos no tomen más de la cuenta? ¿Hasta qué hora debe durar la fiesta? ¿Se les da permiso para irse de vacaciones con el pololo? Todas estas preguntas adquieren relevancia para los padres durante el verano. Aquí, expertos en adolescencia analizan estos tres escenarios, los más conflictivos de las vacaciones, y entregan pautas a los padres. "Lo realista no es prohibir", dicen.

20 de Febrero de 2008 | 10:06 |
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ESCENA 1

Se acabó el colegio, la excusa perfecta para poner límites

Para los adolescentes, el período escolar es sinónimo de estrés y presión. Para sus padres, el tiempo perfecto para negar permisos sin mayores explicaciones. "En el verano, en cambio, la excusa ya no existe, y las razones de los padres para cualquier decisión deben ser mucho más consistentes, porque los hijos no aceptan cualquier respuesta", sentencia la sicóloga infanto-juvenil Isidora Mena, profesora de la Universidad Católica.

La misma opinión comparten los sicólogos Germán Morales y Fabio Sáenz, y la siquiatra infanto-juvenil Esperanza Habinger que, convocados por RevistaYa, discutieron sobre un tema tan conflictivo para los padres: cómo manejar los límites con sus hijos durante el verano.

Los cuatro especialistas comentan: "Los padres, a última hora, deben enfrentar la decisión de: te dejo o no te dejo. Por eso, al final terminan diciendo: no hallo la hora de que empiecen el colegio, como si fueran a un reformatorio", dice Isidora Mena.

Las vacaciones, argumentan, deberían ser un proyecto que parte en diciembre, o antes, y que contemple un plan detallado de actividades. También, aprovechar esa conversación para revisar tres aspectos:

Lo primero:

Según los especialistas, los adultos deben considerar que a los adolescentes no hay que ponerles límites, sino ayudar a construirlos. "El adolescente no sigue los límites que les ponen desde afuera, pero sí los que se autoimpone. Hay que darse el tiempo para acompañarlos en ese proceso", explica Isidora Mena.

Pero esta construcción debe hacerse todos los días, en situaciones cotidianas, donde los hijos vayan demostrando que han ido desarrollando autocontrol", agrega la siquiatra infanto-juvenil Esperanza Habinger, miembro del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile y de la Clínica Santa Sofía.

Lo segundo:

Deben saber que los límites funcionan mejor cuando son construidos junto a un padre "nutritivo", como expone el sicólogo infanto-juvenil Germán Morales: "Las vacaciones no sólo son un tiempo de poner a prueba los límites. También, una oportunidad para entregar afectos, estímulos. Los adolescentes validan mucho más los límites de padres que los legitiman y respetan".

Lo tercero: tienen que reflexionar muy bien el porqué se da un 'no' como respuesta. "Deben tener muy claro por qué toman esa decisión y explicársela a sus hijos. Hay cosas que se podrán negociar, pero otras que no se transan, como los valores. Por eso es bueno que los adultos repasen sus posturas, por ejemplo, frente a la sexualidad y al consumo de alcohol, para tener una buena respuesta que dar", expone Isidora Mena.

ESCENA 2

El carrete: dejar el sermón y comenzar a preguntar

El escenario es complicado. Hoy, aseguran los especialistas, no existe prácticamente ninguna fiesta donde los adolescentes no estén expuestos a alcohol y drogas, "y en donde no las hay, los adolescentes los llevan", dice Fabio Sáenz, sicólogo especialista en adolescentes del Centro Ser Joven.

Lo más riesgoso es que, por un lado, las encuestas revelan que cada vez es mayor la cantidad de adolescentes que confiesa haber probado alguna vez drogas, y cada vez a más temprana edad. Por el lado del alcohol, su consumo está tan trivializado entre los adolescentes que para ellos mismos es difícil saber si están tomando mucho o poco.

"Me ha pasado no pocas veces que le he preguntado a un joven por su ingesta de alcohol, y luego de conversar del tema, me dicen: Bueno, según lo que usted dice, todos mis amigos están alcoholizados. Y sí, todos están alcoholizados", dice Germán Morales. Concuerda Fabio Sáenz: "Para ellos, tomar hasta cinco piscolas en una noche es algo normal, pese a que esa cantidad por sí misma es una prueba de que están resistentes al alcohol".

Aquí, la solución realista no es prohibir ni decirles a los hijos: "No vayan a fiestas". A lo que los padres deben apostar es a la autoprotección, "y juega todo el trabajo que los padres deberían haber hecho durante el año para que el niño aprenda a regularse, ponerse límites ante la presión y desarrollar estrategias de prevención", apunta Esperanza Habinger.

¿Cómo se desarrolla esta autoprotección? Isidora Mena entrega algunas pautas, que parten porque padres e hijos hablen concretamente del tema. Lo mejor es sentarse con los hijos y preguntarles: qué toma, cuánto toma, hasta cuándo lo hace, qué hace cuando le siguen ofreciendo tomar y cuáles son las estrategias para enfrentar la presión del grupo. Más que sermonear, hay que preguntar. Si el adolescente da buenos argumentos, está bien. "Si dicen: no tomo nada... hay que ponerlo en duda".

El acento de esta conversación, acota el sicólogo Fabio Sáenz, debe ser de una forma neutra para tener una respuesta sincera del otro lado. "Si le preguntas al adolescente ¿tomas poco o te lo tomas todo?, claramente la respuesta será: tomo poco".

Este diálogo debería ser la base para conversar con los hijos, seguido de todas las advertencias en torno a cuán dañinos son los efectos del alcohol, y los peligros que corren al perder el control de sí mismos cuando entran en un estado de ebriedad. Especial cuidado se debe tener con los adolescentes que tienen marcados rasgos de impulsividad, porque ellos son los más propensos a perder el control. "Para ellos hay que desarrollar quizás estrategias más concretas, como controlar constantemente en qué están y qué hacen", dice Habinger.

Otro factor protector de los adolescentes en las fiestas, explican los especialistas, es no ir solos, sino con algún amigo que tenga una estrategia de prevención similar. "Recuerdo a una paciente que me dijo que no iba a ir al paseo de fin de año, porque su grupo de amigas era muy bueno para la marihuana, y ella se iba a aburrir. Ante un hijo que es capaz de discriminar eso, los papás deberían tener mucho menos susto", dice Isidora Mena.

ESCENA 3

El trasnoche: cuántas fiestas y hasta qué hora

Más allá de los peligros que implica que los jóvenes estén fuera de sus casas hasta altas horas de la madrugada, cuando los especialistas ponen ojo en el trasnoche lo hacen porque éste es el punto donde los padres deben ser más firmes con sus hijos. Tienen varias razones, y la primera es biológica: los procesos más importantes del crecimiento adolescente y de recuperación del organismo se producen durante la noche.

"Por eso, no es lo mismo dormirse de las cinco de la mañana en adelante que desde la una", explica la doctora Habinger. "Nadie dice que los niños tengan el mismo horario que en el colegio, pero tampoco que estén fuera de la casa, porque se desequilibra su sistema de vida", expone.

La segunda razón tiene que ver con el orden y la disciplina. "Los adolescentes tienen que entender que sus padres, que se preocupan por ellos, no pueden estar funcionando según sus horas, porque mientras están de vacaciones, los adultos siguen trabajando, y necesitan un momento de calma", dice Isidora Mena.

El ámbito de negociación entre padres e hijos debe darse en función de cuántos permisos se les dará a la semana para salir, pero no en la hora a la que llegarán, porque son los padres los más adecuados para tomar esa decisión.
Una tercera razón para imponer orden en los horarios es que no tener un plan establecido dificulta el encuentro entre padres e hijos y no fomenta la relación nutritiva que se necesita para que ellos respeten los límites.

"Nada se consigue si, cuando unos se están acostando, los otros recién se están levantando. Se corta toda posibilidad de comunicación", advierte Germán Morales.

ESCENA 4

Vacaciones con el pololo

Según los especialistas, los argumentos para dar o no permiso ante esta petición van más allá de promover un inicio temprano de la sexualidad. "Lo que puede hacer esa niñita en las vacaciones con el pololo lo puede hacer en cualquier momento, en un fin de semana, en una salida. Creo que hay más que un tema valórico. Hay más cosas detrás de por medio", expone Fabio Sáenz.

Este punto genera discrepancias. Para Germán Morales, la decisión depende tanto de la historia de los padres como de la historia de los hijos (¿Las familias son amigas?, ¿Cuánto tiempo llevan pololeando?, ¿Cómo ha sido el comportamiento de los adolescentes durante su relación?).

Pero, ante todo, él ve complicado el tema porque cree que durante esa convivencia, aunque corta, pueden darse escenas difíciles, "y esa niña y ese niño no tiene las herramientas para solucionar el problema si se arrepienten en el camino. En lo afectivo, por ejemplo, puede ser complicado, para un adolescente que está en ebullición y que en cualquier momento puede decir: Yo no quiero estar aquí", asegura.

Para Isidora Mena, en cambio, la decisión no da pie a ningún matiz: "Yo no dejaría ir jamás a una niñita de 13, 14 años a la casa del pololo en vacaciones. Primero, porque después de un rato se aburre con el pololo. Después, hay un riesgo de que inicien una vida sexual prematura, que está comprobado que no es bueno para el desarrollo de la sexualidad posterior. No la dejaría por proteger su sexualidad, su afectividad y la relación con su pololo y la familia de él".

¿Cómo le explica un padre a una hija por qué le dice "no"? "Ese es el gran desafío de los padres. Y si ella dice que se sabe cuidar, me preocuparía más, porque ni siquiera un adulto sabe hacerlo en determinadas circunstancias".
Decir no ahora no significa decir no siempre. Depende del grado de madurez que demuestren los hijos en el tiempo. "Ellos van a preguntar, ¿y cuándo? Y ahí los papás tienen que argumentar: El próximo año vamos a volver a conversar. Pero no dejar la puerta cerrada".
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