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“Hay que relacionarse más desde persona a persona, no desde el actor famoso”

12 de Febrero de 2008 | 13:13 |
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Álvaro Espinoza dice que lo de estudiar teatro “lo tenía en el disco duro”. “No es que me gustara desde antes actuar”, comenta, “pero de las veces que fui al teatro cuando chico, siempre me quedó una impresión súper mágica del trabajo de los actores”. Esta es la labor que ha venido desempeñando desde la década de los noventa, a través de los textos de “Fuenteovejuna” o “El Mercader de Venecia”.

En cuanto a televisión se refiere, la lista de su currículum agrupa once producciones, partiendo con “A todo dar” y “Algo está cambiando”, de Mega, para luego continuar con todas las del primer semestre de TVN, desde “Romané”. A esto se suman las teleseries nocturnas “Ídolos”, “Los Treinta” y “Tiempo Final”.

El profesionalismo de Espinoza le valió una nominación como Mejor Actor de TV, de los Premios Altazor 2005, gracias a su trabajo en “Los Pincheira”, donde interpretó al hijo de unos inmigrantes árabes, llamado Jamal.

Sin embargo, admite que su facilidad está en los roles malvados, como Andrés Baeza y Ricardo Fuenzalida, “un ser zángano”, como lo califica, de “Pampa Ilusión”.

-¿No será que tienes algo de esos personajes y por eso te resultan más fáciles?
“No sé. Puede ser por mi personalidad, porque cuando uno hace de malo, no actúa de malo, sino que hay muchos otros componentes que se asocian al personaje, como un carácter más duro, cierta ironía... Para mí esos roles son más atractivos, porque son más complejos y tengo la impresión de que están mejor realizados, no por mí solamente, sino que están mejor escritos, mejor armados”.

Con “Ídolos” vino su primer protagónico, arrastrando la iniciación del actor en el mundo de las entrevistas a medios y en las gigantografías promocionales de la televisión. Álvaro, que siempre se ha cuidado de mantener un perfil bajo como actor de TV, declaró en esa época: “Ahora la gente sabe mi nombre y no me hace ninguna gracia”.

-¿Valió la pena el papel principal a cambio de menos anonimato?
“Es que cuando apareces de repente y te haces famoso de un día para otro, es súper explosivo, pero las personas ya tenían bastante familiaridad con mi cara, con mi trabajo. Con Ídolos me vieron en otra veta actoral y para mí fue muy gratificante, porque les gustó.
“La gente en general es súper respetuosa. Hay circunstancias en que es distinto, acosan más, como cuando uno está grabando en la calle, con las cámaras y los focos… Se empiezan a juntar alrededor y la gente en masa es siempre más peligrosa. Ahí es más complicado. Por ejemplo, ayer estábamos haciendo una función y las personas empezaron a gritar. Yo les dije: “pero no griten. No es necesario”. O sea, hay que relacionarse más desde persona a persona. No desde el actor famoso o desde la figura”.

-Entonces, ¿cero rollo con lo de la vida privada?
“Es que no es que yo vaya a hacer una lucha contra alguien para mantener mi privacidad. Yo la mantengo no más. Incluso esa vez di muy pocas entrevistas, que no trascendieron mucho en términos mediáticos. A mí no me cambió el panorama. No empecé a ir todos los programas ni salí en todas las revistas. ¡Nada!".

“Monos con Navaja” y “Ángel Negro”, ambas del año 2000, son sólo algunas de las películas que lo han registrado en la pantalla grande. El año pasado se sumó el éxito de “Casa de Remolienda”, que atrajo a más de 50 mil espectadores a los cines chilenos.

-Contento con los resultados…
“¡Me encantó esa película! La encontré súper bonita y fue una experiencia bien estrambótica, porque Joaquín Eyzaguirre (el director del film) es un ser diferente. Es muy entretenido, yo lo quiero mucho. Tenemos una relación bastante especial. Un poco incomprendida por el entorno, pero que a nosotros nos producía mucho placer, porque tenemos un humor muy parecido, que por lo general es de difícil acceso para mucha gente. Yo le dije que no entendía mucho la película durante la realización, pero cuando la vi se me abrieron muchas luces”.

-¿Cuál será tu siguiente trabajo en el cine?
“Hace poco terminamos de grabar con la Tatiana Gaviola (directora de “Mi último hombre”, 1996) una película, sobre la vida de la Teresa Wilms Montt, que se hizo conocida porque Vicente Huidobro la ayudó a escapar de un claustro y cruzó con ella la cordillera, hacia Argentina. Fue una mujer que murió muy joven y que fue muy emancipada para su época”.

-Cine, televisión o teatro, ¿con qué te quedas?
“Teatro. Lo hago siempre, todos los años. No es que me sobre el tiempo, lo sacrifico. Me encantaría de repente descansar, hacer mi pega acá, después irme a mi casa y tomar oncecita, mi pan tostado, mi tesito, estar con mi familia y ver tele. Pero nunca he podido dejar de hacer teatro”.
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