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Los desafíos de las mujeres trabajadoras

"El principio de sentirnos necesarias nos gobierna la vida", asegura la sicóloga Pilar Sordo, quien en este artículo reflexiona sobre la mujer que trabaja fuera de la casa, algo que aún algunas reconocen con culpa, sobre todo si les gusta lo que hacen. La sicóloga las invita a otro desafío: "Hoy las mujeres estamos aportando muchas cosas dentro de nuestra sociedad en el ámbito laboral. Yo me pregunto, con toda humildad, si estamos haciendo lo mismo dentro de nuestras casas".

03 de Abril de 2008 | 10:09 |
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Cuando me pidieron un ensayo acerca de las mujeres que trabajan, mi primera sensación fue pensar en cómo lo iba a hacer para hablar de todas las mujeres. Evidentemente, después me explicaron que tenía que hacerlo para las mujeres que trabajan fuera de la casa y ahí surgió mi primera reflexión: por qué nos cuesta tanto decir mujeres que trabajan fuera de la casa, mujeres que trabajan dentro de la casa.

Las mujeres que lo hacen fuera están sometidas, o mejor dicho estamos sometidas, a un sinnúmero de responsabilidades y deberes que nos inundan todo el día. Parece ser que la "sociedad" nos obligara a estar regias, trabajar en forma exitosa, ser madres de fotografías publicitarias, esposas de revistas europeas y además tener nuestras casas como si concursaran a la portada de una revista de diseño.

Todo esto parece impuesto desde fuera y, en honor a la verdad, algo de eso hay a mi juicio, pero sólo algo, porque creo que las mujeres debemos aprender a decidir qué tipo de vida queremos llevar y, por lo tanto, qué tipo de mujer queremos ser.

Las mujeres que trabajamos hacemos muchas cosas, y no me cabe duda de que intentamos hacer todas las cosas lo mejor posible y con todo el amor del mundo. Pero creo que fallamos en la forma de ejecutar parte de esas acciones.

Y, por favor, no piensen que estoy generalizando, sólo me refiero a una tendencia que he podido apreciar objetivamente en las investigaciones que he realizado, entendiendo que hay muchas de nosotras que han mejorado notoriamente la forma de realizar lo que hacen.

Cuando me refiero a "esa forma" estoy hablando del tradicional "reclamo o queja" de algunas mujeres frente a las tareas que tienen.

Si yo tengo que hacer el aseo de la casa, cosa que me puede cargar, tengo dos alternativas: o lo hago pateando los muebles, o lo hago cantando. Ése es mi gran ejercicio de la libertad. La otra alternativa es pedir ayuda explícita para aliviarnos en el ejercicio de la multiplicidad de roles que tenemos que ejercer.

Aquí nos encontramos con uno de los conflictos que muchas veces tenemos las mujeres que trabajamos fuera, y que tiene que ver con el aprendizaje que tenemos que hacer para darnos cuenta de que no somos indispensables todo lo que en el fondo de nuestro corazón nos gustaría ser. Admitir y decir "no puedo", "eso lo hace mejor otro" o incluso en algunas ocasiones decir "no soy capaz, o no quiero", son sin duda alguna frases difíciles de aprender a primera vista para el desarrollo sicológico de las mujeres. Es que el principio de sentirnos necesarias nos gobierna la vida y, a veces, la limita en la capacidad para aprender a realizar lo que de verdad es importante y, de paso, aprender a discriminar lo que es accesorio. Claramente es importante que las mujeres aprendamos a reconocer que no podemos hacerlo todo y, lo que es peor, que no debemos, porque tampoco ayudamos a que los demás aprendan a hacerse cargo de sus propias responsabilidades.

Hay una frase clásica dentro del discurso femenino que me molesta mucho, y que tiene que ver con la clásica pregunta entre mujeres: ¿Él te ayuda en la casa? Ese concepto de ayuda implica que hay uno que tiene la obligación de hacer la tarea, y otro que es tan bueno, tan bueno, que sólo colabora en ese proceso.

El intercambio de roles y el compartirlos es clave en toda mujer, pero particularmente en las mujeres que trabajan fuera del hogar. El tema no es ayudar, el tema de fondo es compartir, asumir lo que nos toca vivir, lo bueno, lo malo, lo cómodo y lo incómodo.

Quizás si las mujeres aprendiéramos a explicitar en qué necesitamos intercambiar roles o compartirlos, nos ahorraríamos un sinfín de discusiones y sobre todo de sensaciones de soledad, injusticia y agobio permanente, porque estamos esperando que a ellos les nazca o se les ocurra actuar.

La estructura masculina, por estar dispuesta en objetivos, tiende a actuar sólo cuando es necesario y, por lo tanto, si se le explicita algo como una necesidad real, va a tender a responder aun cuando sea bastante cómodos la mayor parte del tiempo dentro de su casa.

Todavía nos queda mucho por avanzar

Esta mujer que trabaja fuera debiera priorizar los vínculos que aportan al amor, y no necesariamente las obligaciones, ya que estas últimas puede delegarlas en otros que incluso pueden hacerlo mejor. Esto requiere humildad y la capacidad de luchar contra el sentirse indispensable, y por sobre todo evitar la queja.

Hoy las mujeres estamos aportando muchas cosas dentro de nuestra sociedad en el ámbito laboral. Yo me pregunto con toda humildad si estamos haciendo lo mismo dentro de nuestras casas. Yo creo que nos falta hacer un viaje de retorno que nada tiene que ver con dejar de trabajar fuera, sino que con volver a preocuparnos de generar nido, de generar "calor" dentro de nuestros hogares, que es distinto a tener casa.

Creo que todo lo que haga la mujer en la generación de los treinta fuera de su hogar le puede producir muchas emociones y muchas sensaciones de satisfacción que la hacen sentir que obtiene muchos logros, que le hacen parecer que es muy feliz con ello. Pero a partir de los cuarenta comienza un viaje interno de retorno, que la lleva a concluir que todo lo que hace fuera de la casa produce mucho placer y satisfacción, pero que en este ciclo biológico y existencial, la plenitud de su vida funciona dependiendo de lo que esté pasando "puertas adentro".

Esto no quiere decir que el trabajo no nos llene el alma y no tenga que ver con una misión incluso frente a Dios, pero si una mujer tiene "temas pendientes o complicados puertas adentro", su sensación de plenitud afuera no será la misma.

Otro punto que para mí es importante mencionar es algo que me llama mucho la atención, porque me toca escucharlo muy seguido. Es la dificultad que tienen muchas mujeres para decir que lo pasan "chancho" trabajando. Es más frecuente escuchar que la "pega" las tiene agotada; si tienen mucha, se quejan, y si tienen poca, también. Esto en el fondo, según lo que ellas mismas plantean, tiene que ver con las culpas que sienten si dicen que son felices trabajando, porque es como si dijeran que prefieren el trabajo a la casa y eso es ser mala madre. Parece que nos cuesta entender que las cosas hay que separarlas y no es para nada incompatible el ser feliz en el trabajo, y decirlo, con el disfrutar los espacios dentro de nuestras casas.

Esto, sin duda, también tiene que ver con la gran costumbre nacional de nunca decir que estamos contentos con nada. En este tema, creo que las mujeres debemos avanzar y ser más honestas en lo bueno y en lo malo de nuestras vidas. Es como comprarnos ropa y esconderla.

Mujeres trabajadoras, uf, suena a discurso, pero sí les quiero expresar que somos una fuente importante de ingresos al país, que el país nos necesita en lo que hacemos y en muchas cosas más. Sin duda tenemos que ejercer fuerzas para tener las mismas oportunidades, pero creo que eso no puede alterar el orgullo de ser mujer. Debemos ser femeninas y cándidas porque eso no nos quita inteligencia.Nuestros afectos no pueden ni deben ser olvidados y si bien nos sentimos orgullosas de nuestros trabajos fuera, los trabajos de adentro nos conectan con el alma como ningún mundo laboral lo podrá hacer jamás.

Mostrémosles a nuestros hijos(as) mujeres contentas dentro y fuera del hogar. Esto será el mejor testimonio de que ser mujer es un privilegio y que no necesitamos cambiar para ingresar en el ámbito laboral.