Dice que perdió la cuenta de los años que tiene. “Me quedé en los 39”, se excusa Isabel. Chuncha de corazón, pero de origen colocolino, la entrenadora comenta que su familia tiene el corazón dividido entre el equipo albo y el azul. “Cuando yo estoy participando son todos de la “U”, afirma.
Siendo la mayor de las hijas mujeres del clan Berríos, Isabel se acopló a los diez años al juego de su padre y hermanos pichangueros. Desde las canchas de Pudahuel, varias ronchas le sacó a su madre que no comprendía en un comienzo por qué su niñita corría detrás de una pelota, en vez de encerrarse a jugar a las tacitas.
“Es que le daba vergüenza y temor de que me trataran mal, que me pusieran apodos”, dice al recordar aquellos tiempos en que los amigos le decían “Caszely” y que con las otras niñas, “las más atrevidas” como asegura, salían a la calle a meter goles.
-Si a tu mamá no le gustaba que jugaras, ¿qué te dijo cuando quisiste profesionalizarte en el fútbol?
“Ella sabía que yo lo iba a hacer igual. No tuve necesidad de decírselo. Se cansó de cachetearme, porque a veces me pegaba unas cachetaditas cuando se daba cuenta de que había jugado. Pero en el fondo lo hacía más por el miedo al juicio social, a lo que me pudieran hacer a mí o a lo que le dijeran a ella en público, que la avergonzaran. Mi mamá siempre me decía que yo era la hija más burra que había tenido. Pero después, cuando partí en la selección, ella ya era pecho de paloma y me dijo ‘qué bueno que nunca me hiciste caso’. Eso para mí fue un logro, el haberla convencido de que yo era capaz. Espero lo mismo para el fin de mi carrera: convencerlos a todos y que un día yo pueda ser una profesional respetada, querida y valorada en mi país”.
-Siempre te proyectas acá, pero te han ofrecido hacer carrera en el extranjero…
“Sí, he tenido algunas ofertas, pero siempre he soñado con hacer patria acá. Si me convenzo que no existen las condiciones, no tengo ningún problema en irme. Por ahora mi fe está aquí. Yo me siento capacitada para todo lo que venga. No le tengo miedo a los desafíos. La vida me ha puesto cosas más difíciles que una cancha de fútbol y un balón”.
-¿Qué cosas?
“Muchos sacrificios. Mi mamá trabajó mucho para darnos todo. Éramos siete hermanos y siempre faltaba dinero para todo. Debe ser una realidad de muchas, pero eso a mí me fortaleció”.
Sentada en una gradería del Caracol Azul, “la profe” como la llaman los niños que van a entrenar al recinto de la “U”, saluda con una enérgica sonrisa a cada persona que pasa frente a ella. Es popular y la quieren.
-¿Qué es el fútbol para ti?
“Lo es todo. Cuando no estoy en la cancha, estoy en el computador escribiendo qué es lo que voy a hacer mañana. Siempre estoy haciendo algo referente al fútbol y tratando de seguir aprendiendo, para ser buena en esto”.
