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“Lo más importante en la vida es estar sano, todo lo demás puede andar bien”

29 de Abril de 2008 | 09:08 |
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Su pasión por la montaña afloró a temprana edad en Melipilla, su pueblo natal. Su primera experiencia fue a los 10 años, en un promontorio en el campo. Si bien no fue capaz de subirlo por completo no por eso se frustró ni mucho menos.

Ya a los 15, mientras iba a pescar y cazar con su familia, le echó el ojo a una montañita detrás de Melipilla. “La empecé a subir y bajar con un compañero del colegio (The Grange School), uno de esos amigos sanos, con quien siempre hacíamos deporte”, cuenta risueño.

Luego, alentado por un profesor, pasó a una gran montaña de la zona. “Me sentí muy cómodo, más por gusto que por deporte. Así empecé y nunca más paré”.

Y nunca más paró de subir cuanta cumbre se le cruzara por el camino. Hasta que en 1992, conquistó nada menos que el Everest, convirtiéndose en el primer chileno en hacerlo.

Alto, de profundos ojos azules, barba y pelos largos, aunque no lo parece, además de ser un avezado montañista, Mauricio Purto también es médico. Estudió en la Católica, titulándose con distinción máxima (diploma que muestra orgulloso en su oficina), influenciado por su padre, el doctor del pueblo que desde los 13 años lo llevaba a presenciar sus autopsias.

“Yo quería ser como él y desafiar la muerte, porque no quería morir, quería ser capo y premio Nóbel. Pensaba que había que ser un superhombre para ganarse el amor de una princesa. Siempre fui muy apasionado e idealista, buscaba la perfección, quería trascender, hasta el día de hoy, no me gusta el estancamiento”, explica.

-¿Cómo lograbas compatibilizar la medicina con el montañismo?
“Es una pregunta clave, fue muy, muy duro”.

-¿Cuánto tiempo te dedicas a ser médico ahora?
“Los martes y jueves recibo gente acá. Lo mío es la medicina del deporte. Soy médico y deportista, el camino era evidente”.

-Pero, realmente ¿te sientes más médico o deportista?
“Soy más curandero que médico, en todo caso, pero uno es lo que representa; soy médico, deportista, realizador y escritor y algo más. Tengo ansias de comunicarme con los demás, una visión profunda, absorta en la belleza. Quiero comunicar y llevar a la gente a vencer sus miedos”.

-¿Tú ya venciste todos tus miedos?
“Soy cauteloso pero no me pongo límites, me gusta lo ilimitado, lo infinito, que todo explote, ¡como un big bang! Hay que atreverse, no hay nada seguro, te puede pasar algo en cualquier parte, nadie es dueño del siguiente segundo y la montaña te enseña que la seguridad no existe. No es que allá hay más riesgos sino que es proporcional al desenvolvimiento que tengas en ese ambiente. Somos vulnerables frente al destino. Eso me lo enseñó tanto la montaña como la medicina y la muerte; hay que dejar los apegos, superar miedos porque pueden estar en todas partes; ante el cambio, ante lo desconocido y te frena a incorporar otras formas y paradigmas, desestructurarse y expandirse”.

-¿Has estado en peligro en alguno de tus viajes?
“Mortal no, pero me enfermé gravemente en Nepal, tuve una disentería que me dejó muy débil, flaco, sangraba, por las malas condiciones higiénicas pero tenía que terminar de trabajar, así es la pega. La cosa es que Nepal para mí es como un país idílico, me gusta mucho, es un destino al que siempre me gusta volver. Entonces para mí fue terrible estar enfermo ahí, el dolor de la enfermedad te insensibiliza al resto, es una experiencia trágica, desgarradora. Lo más importante en la vida es estar sano, cuando eso lo está, todo lo demás puede andar bien”.

-Ser doctor es un buen complemento para eso.
“Puedes ser doctor y saber lo que te está pasando pero estás desamparado, tienes que seguir caminando y estás a cinco días de ninguna parte y estás con tus hijos y eres responsable de tu equipo y sin energías, es potente. Cuando miro para atrás y veo cómo seguí adelante, me compadezco un poco a mí mismo. Me acuerdo con dolor de eso por no haber podido andar más luminoso con mis hijos, porque siempre soñé con ir con ellos allá, pero no será la última vez. Fue duro, tenía muchas expectativas y siempre que las tengo, algo pasa”.

-¿A qué lugar no volverías?
“A Egipto, no me gustó trabajar ahí, no me gustó la forma y los tratos, creo que hay muy pocas libertades personales allá. Pero viajar siempre es una experiencia que te expande, además, cuando uno viaja no es nadie, nadie te conoce, entonces el ego no está y es mejor aún”.

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