Se mueve entre la pena y la alegría; la tristeza de una madre que entrega su hijo y la felicidad de unos padres que lo reciben para cuidarlo toda la vida. Y reconoce que después de años a cargo de una fundación dedicada a la adopción de niños, valora mucho más el acto de la madre que se desprende de su niño, por sobre el de los padres que adoptan.
Su trabajo no es fácil, debe muchas veces ‘trabajar’ con el fin de evitar que una joven desesperada aborte y viva tranquila ese embarazo no deseado. También, debe ‘convencer’ a los abuelos de la importancia de recibir a un nieto y apoyar a la madre estudiante, situación que ha debido enfrentar incluso con familias pudientes del sector alto que intentan con la adopción esconder el hecho y no coartar el futuro de sus hijas.
En los casi 13 años de existencia, la
Fundación San José ha entregado en adopción cerca de 900 niños y en cada uno de ellos un cirio ha marcado el hecho: la madre lo prende al despedirse de su hijo y luego, los padres adoptivos también lo encienden al momento de recibirlo.
Bernardita Egaña habla desde la experiencia; madre de tres hijos biológicos, resolvió crear la fundación después de vivir el proceso de adopción de sus dos hijas mujeres.
-¿Ha cambiado la percepción del aborto entre los jóvenes de hoy? ¿Son más permisivos?
“Las únicas estadísticas que manejamos son las que nos entregan las mujeres que hemos atendido; hoy tenemos un 15% de adolescentes entre 11 y 17 años de un nivel medio bajo y todas –al igual que las más de 4 mil que hemos atendido- pensaron en el aborto, pero no lo hicieron. Diría que entre los jóvenes no ha aumentado el aborto.
“Sí se expresa una diferencia entre los jóvenes de nivel socioeconómico más alto y los bajo; los primeros tienen todas las posibilidades de abortar más rápido que los segundos. Sin embargo, ambos grupos tienen temor de abortar, de lo que les puede significar como una hemorragia; son ignorantes en el sentido de que no saben que un aborto no se puede realizar después de los 3 meses que es cuando se dan cuenta que quedaron embarazados”.
-¿Entre los jóvenes pesa más ahora el sentir que cortan su proyecto de vida por sobre las dificultades económicas de mantener un hijo?
“Si bien están presente cuestiones como que los proyectos personales que se rompen y los conflictos familiares, en nuestro caso pesan mucho las dificultades económicas porque tenemos niñas de sectores medio-bajo. En los sectores altos pesa el que los padres (abuelos) no los van a asumir”.
-¿Y el rechazo social?
“Es fuerte, pero es menos. Hoy hay muchas niñitas que se casan con la mochila, o sea, hay muchos jóvenes que les da lo mismo casarse con una madre soltera. Lo hacen y es más, les ponen sus apellidos a los niños.
“En el nivel medio alto es complicado por varias razones: el temor, el qué hago con esta guagua cuando se está en la enseñanza media y les da pánico contarle a los padres, lo que demuestra que no existe una buena relación con ellos”.
A juicio de Bernardita, gran parte del problema que explica estos embarazos adolescentes es la falta de educación. Las niñas tienen relaciones sin saber si están o no en sus días fértiles; además suman el hecho de que lo hacen bebidas (el alcohol es un factor importante) y porque creen que la primera vez no les va a pasar nada. También señala que muchas de las jóvenes no le cuentan a los pololos y finalmente, el embarazo no se vive en pareja.
-¿Ha cambiado el rango de edad en el cual se siente que el embarazo no es deseado?
“Cuando hablamos de embarazo no deseado estamos hablando de mujeres que entienden lo que es eso, por lo que dejemos a la juventud a un lado; entre 12 y 17 años de cualquier nivel no saben de qué se trata. En el rango de mujeres de 20 a 40 años se dan varias situaciones; en las universitarias, cuando les pasa y no tienen redes de apoyo, entregan los hijos en adopción; en el nivel medio bajo, las mujeres que han vivido una historia de maltrato, con violaciones de cercanos, generalmente, se embarazan del primer hombre que les dice que las quiere, por lo que tienen varios hijos de distintos padres y, finalmente, llega el momento en que resuelven abortar. Como no tienen los medios y saben de los riesgos llegan a la Fundación”.
-¿Qué tan efectivas resultan las campañas contra el aborto?
“Nosotros no somos un fundación que trabaja contra el aborto como Chile Unido, nosotros nos presentamos como alternativa al embarazo no deseado, o sea,
no abortes, ten a tu hijo, nosotros te vamos a ayudar y lo das en adopción. Nuestro lema es la opción por la vida no sólo como un no al aborto, sino también al abandono o maltrato del niño.
“Ahora, cuando hemos hecho la campaña por televisión han aumentado los llamados de ayuda; acabamos de salir en canal 13 dos semanas y olvídate lo que creció la demanda”.
-Vamos al tema de la adopción. ¿Ha crecido o se mantiene estable la demanda por adopciones?
“Creció hasta el año 2000 y de ahí se ha mantenido estable porque ha bajado la natalidad en Chile y el mundo. Además, las parejas se están casando más tarde, sus proyectos de vida es el de pareja y los niños no están presente. Se piensa en la adopción muy tarde cuando son mayores, cuando se dan cuenta que son infértiles y ya han pasado 8 años de tratamientos.
“Creo también que los hijos no son prioritarios, formar familia no lo es, está bombardeada por ser competitivos, tener un buen trabajo, tener una casa, un buen auto, viajar, el yo y tú. Antes uno se casaba pensando en los hijos, en proyectar a la familia; hoy las parejas viven juntas pensando en sus proyectos como dos, por eso no se casan”.
Bernardita Egaña afirma que la reforma de la ley de adopción en 1999 acortó los plazos y separó los procesos de adopción. Es decir, después de que se ha cerrado el proceso en el cual la mujer resuelve la entrega y se deja firme ese hecho, recién comienza el proceso de adopción que, inicialmente, se llama cuidado personal y que dura unos 7 meses antes de que se falle la adopción final. Así las cosas, un niño adoptado no llega a los brazos de sus nuevos padres antes de los tres meses de nacido, pero con la certeza de que la madre biológica no podrá nunca más reclamarlo.
-¿Hay más padres esperando que niños para adoptar?
“Hace dos años teníamos 7 matrimonios para cada niño y hoy tenemos 5 parejas por cada niño. Varias cosas lo explican, los matrimonios que llevan años de tratamiento no pierden la esperanza de que les va a resultar por lo que llegan viejos a la adopción. Además, deben vivir todo el proceso de duelo antes de resolver llegar a adoptar; al final, no es que los trámites sean engorrosos, sino que hay una parte emocional en juego que se debe cerrar.
“Siempre digo, la adopción no debiera existir; todos los padres debieran ser fértiles y todas las mujeres debieran poder quedarse con sus hijos. Y me impresiona la facilidad de algunas para quedar embarazadas y que no se cuidan; nosotros tenemos reincidentes de 2 o 3 hijos de madres de 30 años”.
-¿A qué edad se sabe que un niño ya no será adoptado?
“Nosotros tenemos sólo guaguas de 3 días a 6 meses y las entregamos todas, incluso los enfermos como los que tienen una cardiopatía congénita o son Down. En cambio, en el Sename y la Casa Nacional de la Infancia hay niños más grandes y es sabido que ellos son más difíciles de colocar.
“Un niño de 7 años que ha tenido relación con sus padres, pero que está en una situación de riesgo y por eso es ingresado a un hogar, en algún momento será considerado para un proceso de adopción, pero eso es muy difícil en Chile. A los extranjeros les interesa mucho menos la edad, no son exigentes con nada a diferencia de los chilenos”.
-¿Por qué?
“Porque los chilenos tienen el sueño de una guagua. Porque además se tiene que estar muy preparado para recibir a un niño que ha vivido 7 años en un hogar, que conoce a sus padres y se sabe abandonado. Es asumir a un niño con muchos problemas psicológicos que siente que el hogar de menores es su hogar”.
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