Tiene en su taller-escritorio-biblioteca una gran placa metálica de acero con un juego de perforaciones perfectas. Ella lo mira desde hace algunos meses y aún no resuelve cómo la va a terminar.
Dice que a esa placa le falta luz, que es opaca y no trasmite nada por lo que piensa pintarla de aluminio brillante y colocarle luces de colores por detrás. Pero como muy bien aclara, ella no hace nada de esas manualidades; sólo diseña y envía su modelo a diferentes talleres y fábricas donde construyen su modelo.
Comenzó a pintar naturalezas de pequeña, guiada por Pedro Renca, y antes de terminar el colegio ya estaba en la Academia de Bellas Artes. Siguió su camino, asumió la geometría y obtuvo una beca para irse, por un año, a París, donde conoció a Víctor Vasarely, maestro que sería determinante en su vida.
De vuelta en Chile, siguió con el arte cinético lo que le valió la incomprensión de su círculo, incluido su marido, el profesor de arte Gustavo Carrasco. A ella no le importó y se refugió en sus paneles de acrílico o madera y cientos de ampolletas.
En 1999, el Museo de Bellas Artes presentó una retrospectiva de su obra, hecho que la instaló en la retina de las nuevas generaciones y hoy está en la renovada galería de Isabel Aninat. Hace algunos años, también estuvo en una exposición del Museo Reina Sofía de Madrid y una obra suya fue rematada en 2007 en Sotheby´s, Nueva York.
-Tuvo una infancia bastante solitaria. ¿Cree que eso definió su personalidad?
“Creo que sí. Yo a los 6 años resolví que iba a ser pintora, ¿por qué? No lo sé, pero estaba consciente de ello aunque no conocía nada de pintura; me esperé hasta grande para serlo y lo fui”.
-¿Pudo haber sido otro tipo de artista, haber seguido en la pintura?
“Pero a quién le importa, eso es imaginería que pudo haber sido y no fue. Lo mío es real. He hecho lo que he querido, de más grande no tanto, pero en fin”.
-¿Tiene un registro de un hecho que la haya llevado por el camino de la geometría y la cinética?
“No, fue instintivo. Había decidido ser pintora pero no sabía de qué; no los busqué, lo fui encontrando, me fui por el caminito del descubrimiento”.
-Fue muy marcada por Vasarely…
(Interrumpe) “Ahí todos se equivocan y te lo puedo probar. Vasarely tenía otro planteamiento, yo hago otro tipo de geometría. Como la gente no entiende y cree que porque tiene una rayita ya es lo mismo.
“No lo achico ni lo agrando, lo respeto, que es distinto”.
-Si Vasarely no fue su maestro, ¿fue otro?
“Pero por qué me quieren colgar de alguien. Yo no me cuelgo de nadie. Soy la que soy. No rechazo a Vasarely, a mí me interesó mucho lo que hacía, pero para qué lo iba a hacer si ya había otro”.
-A su regreso de Europa cayó en la incomprensión…
“Eso no me llegó…”
-Usted nunca abandonó, en cambio, prefirió aislarse.
“No, aislarme es separarse. Todo me provocó pensar cómo yo quería hacer las cosas. Aislarme habría sido negar todo lo que conocía cerca mío”.
-Tiene una fuerza interior que…
“Ah, desde chica, nací motorcito y voy a morir motorcito” (se larga a reír).
-¿Cuáles son sus amigos del arte, pero no los de la exposición, sino que los con que comparte ideas?
“No, nunca ando consultando ideas; tengo las mías y me importa un rábano lo que opinan los demás. Eso no me preocupa; con mis amigos me gusta conversar, pero no intercambio ideas. Hablamos de temas generales, son mis colegas, pero nunca he vivido preocupada de lo que dice el otro.
“No son amigos sociales, pero de pensamiento sí; no me interesan las cosas sociales”.
-A estas alturas, ¿aceptaría el Premio Nacional de Arte?
“No me lo van a dar nunca y se los agradezco. Yo no les sirvo porque no pertenezco a ningún partido político y no me lo van a dar nunca por ese motivo. Ellos buscan a la persona que los haga aparecer sonante y constante, en cambio, yo me abanico. Como no me lo van a dar, mejor que se lo guarden… aunque no me opongo si me lo dan.
“No lo voy a buscar, no voy a andar detrás, pidiéndolo”.