Este año, la Unión de Empresarios Cristianos, Usec, cumple 60 años. Sus orígenes están en la Acción Católica liderada por San Alberto Hurtado, quien le encomendó al grupo -encabezado por Jorge Matetic Fernández, padre del actual presidente de la Usec- apoyar a los dirigentes empresariales.
Hoy la agrupación, afiliada a la Unión Internacional de Empresarios Cristianos, Uniapac, agrupa no sólo a los dueños de empresas sino que a ejecutivos y consultores, de los cuales algunos son activos participantes de movimientos católicos. Y dentro de sus hitos se encuentra el gran movimiento de reflexión que se gestó a raíz de la visita del Papa Juan Pablo II en 1987.
-¿Qué implica ser empresario-cristiano?
“Primero se es cristiano y luego, empresario. Las personas que forman parte de la Usec son personas que recibieron una educación católica y se formaron en familias que comparten el magisterio social de la Iglesia. Nosotros nos basamos en lo que dice ella que comprende muchos principios como el de solidaridad, subsidiariedad, el valor del trabajo, la dignidad de la persona. Esas son nuestras bases fundacionales”.
-¿Ser empresario cristiano impone mayores responsabilidades?
“Sí, de todas maneras, partiendo de la base que en Chile el 70% de las personas se declara católica. Cuando eres una persona que cree y tiene ciertos valores, como líder de una empresa, que gestiona un trabajo con personas, tu responsabilidad es buscar el desarrollo integral de todos tus colaboradores. Eso se logra brindándoles las condiciones, en todo sentido, para que desarrollen sus capacidades, talentos y potencialidades.
“El empresario cristiano tiene el deber de cimentar un liderazgo inspirado en valores; si se quiere cultivar el valor de la verdad dentro de la empresa, se debe educar con la práctica de la virtud de la honestidad y el trabajo parte por el ejemplo. Esto es un deber de los empresarios católicos”.
-Y cuando se habla de la distribución de las ganancias de una empresa, ¿el empresario cristiano tiene que dar hasta que duela?
“Su primera responsabilidad es que su empresa sea rentable, porque si no lo es, no tendrá nada que repartir. El ser empresario es una vocación y lo que hoy se hace, en una gestión moderna, es compartir el éxito de las utilidades, pero el trabajador tiene que entender que cuando a la empresa le va mal, todos se tienen que apretar el cinturón y estar dispuestos a hacer sacrificios. Esto es para los dos lados, es una apuesta y debe existir el incentivo de que si a la empresa le va bien a todos les va bien, también. Y en un momento de crisis, la mirada del empresario cristiano debe ser la mantención del empleo por sobre el despido”.
-¿Hay contradicción entre ser empresario cristiano y ser empresario rico? ¿Se mantiene el prejuicio?
“No, no es mala la riqueza. El prejuicio se mantiene absolutamente. La sociedad, en general, siempre ha mirado al empresario como el malo de la película y creo que, al revés, se tiene que cambiar el switch, que es algo que va a costar porque esto tiene que ver con la historia, el desarrollo de la humanidad. Hay muchos mitos que derribar. Si se piensa que el empresario es una persona que tiene la vocación de emprender, de crear y que para eso necesita de otros y, por lo tanto, genera empleos, entonces, dónde está la maldad”.
-¿El empresario cristiano tiene que actuar sujeto a lo legal o a lo ético?
“Por ambas cosas. Como empresa tiene que cumplir con todos los deberes y obligaciones que le impone la ley y en el ámbito ético, regido por sus valores. Y ahí está su mayor responsabilidad”.
Al abordar el simposio que se realizó los últimos días de mayo entre empresarios y obispos de todo el continente, Soledad Neumann aclara que el sueldo ético, planteado por monseñor Alejandro Goic, no fue debatido en el encuentro por tratarse de un asunto de carácter nacional y no Latinoamericano.
-¿Qué desafíos surgieron del encuentro?
“El empresariado planteó a la Iglesia, entendida como jerarquía, que nunca se rezaba por ellos ni en las misas ni otras circunstancias; expusieron que siempre se pedía por los pobres, los enfermos y gobernantes, pero nunca por los empresarios y esto lo plantearon varios asistentes.
“También se planteó que debía existir una especie de vicaría de la Empresa entendida como un comunidad de personas y que ahí debían estar los trabajadores y ejecutivos; de alguna forma lo que se demandó es que exista una especie de pastoral que pueda trabajar en la empresa. Muchos empresarios expresaron que echaban de menos tener más vínculos con la Iglesia para promover una labor pastoral en la empresa”.
-¿Pero esta situación no se explica por el hecho de que la Iglesia tiene que hacerse cargo de los más débiles, entendiendo por ello a los trabajadores y no a los empresarios?
“La Iglesia ha puesto sobre la mesa temas pendientes en nuestra sociedad y me parece bien que lo haga, es su rol. Y en el caso de los trabajadores, claro, hubo una época en Chile en que fue necesario que salieran en su defensa frente a las negativas condiciones laborales. La Iglesia está en contacto con la pobreza dura y están, obviamente, más preocupados de ellos”.
-¿Y qué concluyeron?
“Se planteó generar una instancia de diálogo permanente entre el empresariado y la Iglesia porque echamos de menos que, cuando la Iglesia se pronunciaba sobre temas que tienen que ver con la empresa, no se nos considere de referentes. Nosotros queremos colaborar para poder abordar estos temas”.