EMOLTV

Las diferencias sexuales

Aunque el género masculino consigue mejores marcas, los hombres y las mujeres reaccionan de forma similar al estímulo del ejercicio.

24 de Junio de 2008 | 09:46 |
imagen
¿Qué hace al género masculino deportivamente más potente que su contraparte femenina?

A pesar de las evidentes diferencias de marcas y contexturas, hombres y mujeres reaccionan de manera similar al estímulo del ejercicio. La conexión entre salud y ejercicio afecta a sus sistemas cardiovasculares por igual.

Toda la evidencia de la fisiología del ejercicio sugiere que el sistema respiratorio y cardiovascular de hombres y mujeres son igualmente susceptibles a incrementos del consumo máximo de oxígeno (VO2 máx.) mediante un entrenamiento de resistencia.

Los beneficios fisiológicos del entrenamiento se muestran en ambos sexos con un mejoramiento aeróbico en todas las edades, proporcional a la carga impuesta.

Más allá del entrenamiento, y del obvio mejoramiento del estado físico, los estudios epidemiológicos muestran que la actividad física confiere en ambos sexos protección a enfermedades comunes, y crónicas, como la enfermedad cardíaca coronaria, la hipertensión, la diabetes mellitus no dependiente de insulina (diabetes tipo II), la osteoporosis, la obesidad y también los problemas mentales.

Aunque las mujeres sufren menos de enfermedad cardiovascular con la edad, los beneficios profilácticos de un buen estado físico en la incidencia de la hipertensión y enfermedad coronaria se dan en ambos sexos.

Sin embargo, mientras hombres y mujeres comparten una misma fisiología del ejercicio, hallamos diferencias de su antropometría debido a diferencias en su composición corporal, que se producen por el efecto de las hormonas sexuales producidas tanto en varones como en damas. En el hombre abundan los andrógenos, como la testosterona, la hormona masculinizante que potencia el efecto del ejercicio en el músculo. En la mujer abundan los estrógenos y la progesterona, las hormonas feminizantes.

Las hormonas sexuales afectan a los tejidos periféricos y, en el caso del aparato músculo-esquelético, determinan la masa de hueso, de músculo y de grasa subcutánea. El efecto masculino o andrógeno tiende a una mayor talla, a una mayor masa muscular y ósea, y a una menor cantidad de grasa, es decir, a una mayor masa magra (la masa corporal exenta de tejido graso o adiposo). El efecto femenino o estrógeno tiende a lo opuesto.

Estas diferencias en la composición corporal dependiente de las secreciones hormonales hacen del cuerpo masculino una herramienta más potente, es decir, capaz de desarrollar más trabajo en el tiempo, y también más resistente al trauma físico. Esto se refleja en el consumo máximo de oxígeno y en las diferencias en las marcas atléticas.

Cuestión de peso

Un modelo diferencial propuesto para reflejar la distinta composición corporal entre ambos sexos asigna un exceso de diez centímetros de talla y una docena de kilos a los hombres, con una mitad de este peso en mayor densidad y masa ósea y la otra mitad en masa muscular.

Una mujer de referencia muestra una grasa corporal de un 15 a un 17%, en comparación a un 10 a un 12% del sexo opuesto, todo esto derivado de efectos hormonales. Porque estas proporciones se deben al efecto anabólico (efecto estimulador del crecimiento de los tejidos) de la testosterona secretada en mayor proporción en los hombres, lo que estimula huesos, tendones, ligamentos y músculos. También obedece al efecto selectivo de los estrógenos, que se producen más en las mujeres, para estimular la acumulación de los depósitos de grasa.

Estas señales hormonales están determinadas desde el sistema nervioso a través del hipotálamo a la hipófisis, y a través de ella, a las glándulas secretoras de hormonas, que en este caso son los testículos (testosterona), los ovarios (estrógenos) y la corteza de la glándula suprarrenal (cortisol, estrógeno y testosterona).

Un mínimo de 12% de grasa esencial como proporción de todo el cuerpo se requiere para mantener andando el ciclo reproductivo en la mujer. Una reducción de las reservas de grasa bajo este nivel lleva a disfunciones menstruales y hasta a amenorrea, es decir, la cesación de las reglas o ciclos menstruales.

La evaluación clínica de una disfunción menstrual en atletas debe descartar un bajo porcentaje de grasa corporal, y el estrés, que también produce trastornos en los ciclos menstruales.

Los hombres, aunque no muestran su ciclicidad a través de reglas, son también presas de estados cíclicos, en relación a sus hormonas sexuales y corticoesteroides.

Esto hace que tanto hombres y mujeres, atletas y no atletas, confirmen la máxima de que todos los días no son iguales. Y para comprobar esto, más allá de subjetividades, basta medir las hormonas.

La compensación de estos cambios diarios viene dada por reconocerlos, en primer lugar, y luego compensarlos con el ritmo, con aquella parte de los atletas que controla su cuerpo, más allá de cualquiera hormona.
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?