“Yo soy la niña de papá, soy la niña de sus ojos y me gustaría que mi pareja tuviera cosas parecidas a él, como que no sea amarrete con la plata, que tenga una conversación interesante, que sea divertido”, confiesa María Paz (25).
Sigmund Freud lo llamó complejo de Edipo, incluyendo a hombres y mujeres, a padres y madres, hijos e hijas. Mientras que Carl Jung elaboró una teoría asignada sólo a ellas, que ejemplificó con el nombre de complejo de Electra. De cualquier manera, y bajo esta perspectiva de los enredos helénicos, cada ser humano pasaría por una etapa en sus vidas de enamoramiento hacia sus padres, que a eso de los cuatro o cinco años acaba con la primera desilusión amorosa de la vida, al constatar que ese ser perfecto, que protege y que llena de alegría, pertenece a otro/a.
Esta etapa y la idealización de los padres que se hace en ella, son fundamentales en los patrones que se buscarán en una pareja en la adultez, como lo confirma la psicóloga y terapeuta de pareja de la Universidad de Chile, Ximena Santa Cruz.
“La influencia es absolutamente abismante. En la familia de origen uno aprende las maneras de relacionarse en pareja, las relaciones de poder, todos los mandatos que tienen que ver con el ser hombre y mujer y cómo llevarse (con la pareja) por oposición o por imitación de los padres”, asegura.
Natalia tiene 26 años. Los tres últimos los ha compartido con Juan Luis, un hombre que como ella confiesa, tiene varias similitudes al papá de ella, que van desde “enojarse por asuntos mínimos” y ser impaciente, hasta “comer mal y sorbetear el té”. “Son cosas que no toleraba de mi papá, pero que con el tiempo me di cuenta que mi pololo también las tenía y que se las aguanto sin problema”, cuenta.
Esto es muy común, como explica la terapeuta: “Entre mis pacientes, siempre pasa que el hombre que tenía una mamá súper destructiva y complicada se encontró a una mujer mandona e igual de destructiva y complicada como señora, porque él nunca tuvo una experiencia de relacionarse distinto con las mujeres”.
Mamá hay una sola
Existen casos emblemáticos, como Julito Martínez, que vivió con su madre hasta que ella murió a los 98 años, ocultando su matrimonio con Norma, el amor de su vida. Pero nunca se arrepintió y aseguraba que acompañar a la mujer que le dio la vida era su “responsabilidad de hombre”.
Otro caso conocido es el del príncipe Carlos de Inglaterra. Según comentó el biógrafo de los Windsor, el periodista británico Christopher Wilson, a “El Mercurio”, “él sufre un fuerte complejo de Edipo y Camilla (Parker Bowles) es astuta porque se dio cuenta desde el primer momento que para conquistarlo tenía que ser maternal pero muy sexual a la vez, ser su amante y llenar el vacío que dejó la reina Isabel, que descuidó totalmente el papel de madre para dedicarse a ser una buena monarca".
Santa Cruz explica que en estos casos de abandono se hace más complicado consolidar una buena relación, porque aparte de los factores de similitud que se encuentran entre la pareja y el progenitor, un sujeto se puede “pasar la vida creyendo que le va a ir mal y generando dinámicas para confirmar que las relaciones de pareja efectivamente no funcionan”.
Jorge (27) cuenta que siempre buscó ganarse la aprobación que creyó no tener del lado paterno. “Con mi mamá tenemos una buena relación, por su carácter suave. En cambio el de mi papá es mucho más marcado y fuerte, y me he dado cuenta que normalmente me llaman la atención las mujeres con una personalidad así. Pero no me ha ido muy bien, así que creo que debo buscarme alguien más calmadita, como mi mamá”.
Se debe tener cuidado de no confundir con verdadero amor la comodidad que puede causar una pareja, por las similitudes que tienen con nuestros padres. “Lo que se debe entender es lo que se siente en la profundidad con el otro, que se refiere a cómo mira la vida, a sus sentimientos, sus sensibilidades… En esas cosas uno puede encontrar la claridad de cómo se puede coincidir con el otro y amarlo. Cuando uno ama esa interioridad, ya no pasa por si se parece a tu papá o no”, dice Santa Cruz.