Rodolfo Guzmán (30) es alto, flaco, de grandes ojos azules y pecoso. Su vida siempre ha girado en torno a la cocina, pero también a las ciencias y al deporte.
El gusto por la gastronomía le cayó por herencia y por costumbre. Su madre es “una gran cocinera”, cuenta y desde muy pequeño la admiraba y acompañaba con sus hermanos (son tres hombres) a crear diversos platos, sobre todo postres y chocolates.
De a poco fue metiendo, literalmente, la cuchara y experimentando con nuevos sabores en cada receta materna.
Pero aún así nunca pensó en dedicarse a la gastronomía, porque en paralelo para su familia la práctica de deportes también era muy importante. Por eso, Rodolfo siempre fue alentado a dedicarse al ski acuático de forma profesional.
Por razones que ni él mismo sabe explicar, cuando salió del colegio entró a estudiar ingeniería comercial. Sólo duró un año porque no le gustó y porque surgió la posibilidad de viajar a competir por el ski.
Fue en su estadía en Estados Unidos (Orlando) en donde, luego de un tiempo de cocinarle periódicamente a sus amigos, decidió que quería estudiar gastronomía y volvió a Chile.
-¿Por qué no estudiaste gastronomía desde un principio y te metiste a ingeniería?
“Aunque siempre me gustó la cocina y he cocinado toda mi vida, desde chico, no pensé estudiar antes gastronomía. No sé por qué, pero en un principio ni siquiera se me pasó por la cabeza. No me gustó mucho ingeniería pero de algo me ha servido, como base para estructurar…”
-¿No fue por prejuicio? Hasta hace algunos años atrás estudiar gastronomía no era tan bien mirado.
“No, mi familia no es así, les daba lo mismo, no fue tema. No había ni un prejuicio, simplemente no se me ocurrió. Pero de pronto se me pasó por la cabeza y la estudié al tiro, jajajá”.
Además del deporte y la cocina, siempre le gustó la ciencia y también por un factor de herencia: es descendiente de un premio Nobel de química. Es por eso que empezó a estudiar bioquímica por cuenta propia para poder llevar y entrelazar estos conocimientos con la cocina.
“Siempre me ha gustado la ciencia y he leído mucho, además lo llevo en la sangre. Mientras estudiaba cocina me di cuenta de que habían cosas que no tenían respuesta y que sólo podían explicarse a través de la física y la química”.
Ahora se la pasa corriendo entre el restorán y el laboratorio de la UC y dice que no sabe cómo le alcanza el día. “No sé, pero me alcanza. Nunca fui muy organizado pero he tenido que serlo”.
Poco espacio libre le queda, además, porque cada cierto tiempo debe viajar fuera de Chile por alguna convención y porque siempre está viajando por el país descubriendo nuevos productos. Se confiesa chileno de tomo y lomo y muy apasionado por su país y lo que tiene.
“A veces agarro un avión y vuelvo o voy en auto, depende. Siempre estoy en contacto con gente que tiene hongos, hierbas o flores y voy, investigo, me paseo entre bosques buscando las zonas y determino cómo los puedo traer, de eso se trata. A veces me voy 10 días, a veces tres, a veces uno. Chile es enorme, el sur es una verdadera selva y no tenemos idea de lo que hay, entonces es genial”.
Ha viajado por Asia, EE.UU., Canadá y trabajado en Europa y asegura que no hay como su país natal y aunque podría haber hecho carrera afuera decidió volver a su tierra sin pensarlo dos veces.
Imposible sacarlo del tema gastronómico, todo su entorno y hasta sus amistades están relacionadas a este mundo. De ahí que comparta siempre con otros jóvenes chefs, también destacados, como su íntimo amigo Matías Palomo, Carlos García, Benjamín Cienfuegos, entre otros, que además de juntarse de vez en cuando a carretear, tienen todos el mismo objetivo: revolucionar la cocina chilena.
-¿Algún vicio privado?
“Sí, el deporte, de todas maneras. No sólo por ser esquiador acuático profesional por muchos años y dedicarme mucho a él; ahora escalo y hago mucho, mucho deporte”.
-¿Te queda tiempo para hacerlo?
“No me queda mucho tiempo libre pero me organizo, porque me encanta”.
-¿Cómo logras escaparte?
“Siempre estoy metido en la cocina todos los días, pero me escapo nomás, me organizo un fin de semana, qué se yo. Me encanta escalar, estar dentro del agua, competí hasta los 22 pero me retiré por la cocina”.
-¿Era lo uno o lo otro?
“Exacto, pero la cocina no me amarra, me encanta y quiero siempre estar muy presente. Me fascina lo que hago, para mí no es como un trabajo, lo disfruto muchísimo”.