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Un hombre práctico que quiere ser artista

08 de Julio de 2008 | 12:19 |
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Entrar a la Clínica del doctor Héctor Valdés Peñailillo es casi como ingresar a una galería de arte. De hecho, varias veces ha servido a los artistas como plataforma para mostrar su trabajo. En ella, grandes cuadros, coloridos, y esculturas adornan el espacio con muebles exclusivos, y estratégicamente instalados. Es de esperar que alguien tan ligado a la plástica se interese por la forma y el color. Sin embargo, lo del cirujano viene de lo que tal vez fue un deseo frustrado por dedicarse a la arquitectura.

“Mi madre tenía muchas ganas de tener un hijo médico y esa era una carrera muy atractiva y muy bonita, pero lo que a mí me atraía era la manualidad, lo pasaba genial con técnicas manuales y con dibujo… Al final estaba casi en un cara o sello entre arquitectura o medicina”.

Optó por el delantal blanco e ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, titulándose en 1982 de una carrera que, como explica, lo deprimía por tener que trabajar con el dolor de los enfermos. Pero descubrió la cirugía plástica, disciplina médica que dice haberla encontrado por “una suerte divina”.

Es por eso que en 1985 partió al país de vanguardia en cirugía estética en el mundo: Brasil, para hacer su especialización en la Sociedad Brasilera de Cirugía Plástica. Ahí, el doctor comenzó ayudando como arsenalero quirúrgico en el quirófano, para ir avanzando en los tres años que dura el curso, hasta utilizar él mismo el bisturí en grandes cirugías.

-¿Cuál fue su primera cirugía?
“Una mama… ¡Genial!”

-De lo que pudo ver mientras estuvo allá, ¿qué hace que Brasil esté más avanzado en el tema de la cirugía plástica?
“Allá viven de una manera absolutamente distinta. Ya en la época en que yo estaba, los brasileños tenían una relación mucho más libre con su cuerpo, que lo exponen sin vergüenza, lo desnudan ante el resto. Ellos consideran la playa su gran salón de estar. La gente invita poco a sus casas, porque la reunión social es en la playa. Ahí haces a tus amigos, te presentan gente, armas los panoramas del fin de semana y prácticamente estás desnudo. Entonces, tienes que estar perfecto, porque si no es como ir mal vestido para la ocasión. Por eso la cirugía plástica es lo que les soluciona la carta de presentación”.

La experiencia de trabajar en los hospitales gratuitos de cirugía plástica de Brasil, motivó en el médico la idea de crear en Chile, en el 2003, la Fundación Dr. Héctor Valdés, en la que personas de escasos recursos pueden acceder a los beneficios de reparar quirúrgicamente sus grandes complejos físicos.

-¿Cómo ha sido su experiencia con la Fundación?
“La idea partió con mucha ilusión. Empecé en una época en la cual la cirugía plástica en Chile todavía era para un grupo de gente con mejor situación económica y me daba mucha pena esa discriminación. Abrimos la Fundación y atendimos a más de mil pacientes, con todo tipo de necesidades, tanto de cirugías reparadoras como estéticas. Nunca solicitamos ningún apoyo económico gubernamental ni de nada. Obviamente, los recursos con la demanda de cirugía estética son limitados, así que hemos tenido que restringir las atenciones, esencialmente, a pacientes que requieran cirugías reparadoras y eminentemente faciales. Siempre supe que tenía una deuda pendiente. Tenía que dar una mano a la gente que no podía financiar una cirugía en plan súper clínica”.

Héctor Valdés confiesa que sin la cirugía hubiese estado desesperado, porque el tema de la arquitectura siempre quedó pendiente: “El tiempo te pilla y con la actividad es casi imposible. Pero bueno, lo disfruto un poco en las cosas que hago, en mi casa, en mis cosas personales, en la clínica, donde he metido mis ganas, mis deseos, mi idea del espacio, de altura, de puertas, de todo… Ha sido capricho y empeño, o tozudez mía. En eso me divierto y por suerte puedo utilizar la arquitectura en mi vida cotidiana”.

En esa vida cotidiana, el médico se considera un hombre práctico. Entre el ir y venir de Madrid a Santiago, tomó la decisión de tener dos clósets idénticos en sus casas chilena y española y así poder viajar sin maleta.

Apenas tres colores de pantalones, gris, azul oscuro y beige, componen su guardarropa y, a la hora de ir a comprarse los atuendos, prefiere llevarse tres prendas iguales una vez que sabe que algo le queda bien.

“Detesto probarme ropa y gastar tiempo en eso. Entonces, cuando me gusta algo y me queda bien de entrada compro por lo menos cuatro pares idénticos. Tengo todo repetido. La última vez que me compré zapatos, me llevé seis pares, así ya no me compro hasta dos o tres años, hasta que se agoten… ¡Qué maravilla!”

-Siempre ha sido muy receloso con su vida privada. ¿Le incomoda mucho que su fama profesional despierte el interés de los medios por saber más de usted?
“Me incomoda cuando eso ha significado exponer a mi familia, que, obviamente, no le interesa ser conocida. Los medios, afortunadamente, han entendido esa situación. Siempre he estado encantado de contar en qué está esta especialidad, qué pasa con la cirugía fuera del país y en Chile. Lo hago con todo gusto. Sé que a algunos los medios les podría interesar saber qué hay detrás de este señor… Pero en mi estructura de familia existe el deseo es dejar a la familia en privado”.

Sin embargo, algunos datos de la vida del cirujano han logrado salir a la luz pública, como el hecho de que le tenía pánico al matrimonio, pero a sus 39 años una hematóloga española supo conquistarlo y lo llevó hasta el altar. Juntos, han tenido la fortuna de poder adoptar a cinco hijos, a quienes Valdés dedicó su último libro.

-¿Cómo ha sido su experiencia como padre?
“Sólo puedo decir que ha sido tan fantástica como la de cualquier padre de cinco niños. Mis hijos fueron deseados, buscados y esperados. No me siento diferente a ningún padre y creo que la forma como uno construye su familia es una opción personal, pero que el deseo, las ganas y la dedicación es idéntica a la del resto”.

-Doctor, ¿cuál es su vicio privado?
“Los chocolates (se ríe) ¡Muy aburrido mi vicio privado! Soy un hombre muy tentado por los sabores… Soy un pruébalo todo. Tengo suerte de que engordo poco, pero con los años tengo que cuidarme”.

-Al ver su clínica, cualquiera diría que su vicio estaba en el arte…
“Es cierto que el vicio que tengo es poseer algunos objetos manuales, de escultura y pintura. Tengo habitaciones con cuadros comprados y esculturas guardadas, metidas por todas partes, porque no tengo espacio para todo. Compro muchísimo, una gran cantidad de esculturas y cada una tiene su propia historia. Los artistas me fascinan porque son libres. Se visten como quieren, fuman lo que quieren, viven donde quieren, se relacionan con quien quieren… Da lo mismo si es un hippie o si es un junkie. El ejecutivo es mucho más prisionero” (dice, apuntándose).

-¿Por qué se apunta cuando habla de los ejecutivos?
“Porque dentro de la libertad que tengo hay cosas que siempre soporté muy mal, como el usar corbata. Es un estereotipo occidental de una forma de vestir bien y siempre he evitado llevarla. Me siento un poco prisionero de un estereotipo, de un molde… De muchacho, era mucho más excéntrico con la ropa. Ahí me atrevía a andar con pantalones amarillos, con camisas con flores. Sobre todo en mi época de recién llegado de Brasil. Era mucho más libre, pero bueno, hay realidades de las que no puedo escapar… Un médico tiene que transmitir serenidad y me adapté a esa realidad porque no queda más remedio. Eso es lo que admiro de los artistas, se presentan como son. Para mí son unos genios. Si hoy me preguntaran: ¿a qué te gustaría dedicarte de ahora en adelante? Yo diría que a ser artista, a la pintura y a la escultura”.

-Entonces, ¿cambiaría la cirugía por el arte?
“La cambiaría… La cambiaría…”.

-¿Y cuándo se va a retirar para empezar a esculpir y pintar?
“Reconozco que en algún momento pensé en ponerme una fecha de término, pero como te la pasas bien haciendo lo que haces, vas alargándote un poco… Espero que de aquí a un par de años pase. Estoy preparando un pequeño taller para hacer mis pequeñas piezas. Lo que más me gusta es la escultura, me gusta la forma… El tallar con madera… Fundir con aluminio me fascina”.