Dentro de la sede de Un Techo para Chile, en San Joaquín, el trabajo no para. Están en plena campaña para reunir fondos, así que los jóvenes que conforman el equipo de esta organización van de un lado a otro, coordinando los trabajos y a los cerca de 10 mil voluntarios que salieron a las calles este año. Un gran cartel al fondo les recuerda su meta: “Sólo faltan 802 días para el 18 de septiembre del 2010, donde celebraremos el día en que se acabarán los campamentos en nuestro país… y que Un Techo para mi País esté presente en toda Latinoamérica”.
Con 28 mil familias, representadas en 533 campamentos en el país, suena un objetivo difícil de alcanzar, pero el director nacional de Un Techo Para Chile, Sebastián Bowen, está esperanzado en que se llegará a la meta. Confía en la guía del padre Felipe Berríos y en el progreso que ya han hecho con la construcción de 33 mil mediaguas, 35 mil bibliotecas, la capacitación de oficios básicos a más de 8 mil personas y, sobre todo, las cerca de 6 mil familias que hoy están en proceso de recibir su añorada vivienda definitiva.
La iniciativa, que se viene desarrollando en Chile desde 1997, se ha extendido al resto de Latinoamérica, estando presente hoy en día en 12 países de la región bajo la consigna de Un Techo para mi País, y tiene ya 5 mil mediaguas en pie. Sin embargo, uno de los topes con los que se ha encontrado El Techo, afuera, ha sido la falta de cultura del voluntariado entre los universitarios, algo que en Chile, según lo ha dicho Bowen en reiteradas ocasiones, no sucede.
-¿Se acabó la cultura del “no estoy ni ahí” entre los jóvenes chilenos?
“No creo que haya habido una generación del ‘no estoy ni ahí’. Lo único que faltaba era saber desembocar los intereses que tenían los jóvenes y en eso El Techo ha sido un gran recipiente. Se encasilló a la juventud con el ‘Chino’ Ríos, cuando dijo ‘no estoy ni ahí’, pero hay otra cara de la moneda que se muestra poco: el ‘sí estoy ahí’, que es lo que se puede ver hoy día con 10 mil voluntarios saliendo a la calle. Si no, cómo se explica el que haya más de mil inscritos para los trabajos de invierno, que superan completamente los cupos que tenemos. Ellos están dispuestos a dar dos semanas de su vida únicamente a trabajar”.
-¿No te preocupa que a veces se tome como una excusa para ir a divertirse y que no se considere el real peso al trabajo que están haciendo?
“Muchos jóvenes van a los trabajos de verano o invierno porque saben que ahí se pasa bien, pero al tercer día el trabajo solo te va a dar vuelta. Los trabajos tienen esa fuerza de mostrar que aquí hay algo más importante, que es el proyecto país que estamos tratando de construir y que se grafica en estas mediaguas que estamos construyendo.
“Tengo mucha fe de que conociendo los campamentos y trabajando se van a dar cuenta de la potencia real de la pobreza en Chile, que es algo que te cautiva finalmente, porque significa una paradoja: ves miseria extrema y al mismo tiempo, riqueza extrema en los campamentos”.
-¿Cuál es esa riqueza que has visto tú en los campamentos?
“Llegar ahí y darte cuenta que todos los líderes que muestran en la televisión son una alpargata al lado de los dirigentes de un campamento… Esa es una riqueza que no puedo perderla. Tengo que estar ahí, aprendiendo de ella. Ver que una mujer creó luz eléctrica para su casa, a través de una batería que se encontró al lado de los rieles del tren, ese es un ingenio, sabiduría que tampoco, como país, podemos perder. Ver cómo se entregan los dirigentes, teniendo 6 hijos y trabajando durante el día, a un proyecto de su comunidad, con eso me están enseñando a ser dirigente, como nadie más lo podría hacer. La pobreza no es buena, pero sí permite desarrollar una serie de virtudes que hacen falta en la sociedad actual, como la de asociarte con otro, la solidaridad, el ingenio para salir adelante, el esfuerzo. Y eso me lo ha demostrado fuertemente El Techo”.
-Los chilenos, ¿conocemos los verdaderos niveles de pobreza de nuestro país?
“La pobreza aquí está profundamente sumergida. Nos cuesta mostrarla, a pesar de que está al alcance de la mano de todos. Está oculta y se nos olvida, pero está ahí y hay que tener la disposición de conocerla para llevarse una grata sorpresa de cómo es la gente y también para ver lo terrible que es que vivan ahí”.
“Chile no es un país pobre, es un país injusto”, es una frase que Sebastián ha escuchado antes y que adoptó para sí, porque sirve para graficar una realidad de toda Latinoamérica. “Este es un continente muy rico. No le hace falta nada. Tiene mar, cordillera, desierto, frutos, animales, buenos especialistas, buenas universidades, buenos técnicos... Eso hace pensar que si hay pobreza en Latinoamérica, no es porque el continente sea un lugar pobre, si no que nosotros no hemos sabido distribuir las riquezas. Vemos que en el mismo continente, una familia millonaria de Centroamérica puede tener 7 limusinas, mientras hay favelas en Brasil. Si juntáramos la plata de todos, nos alcanzaría”.
-¿Lo ves como un problema de la sociedad más que un mal desempeño de los que dirigen?
“Tiene ambas caras. Somos responsables y cómplices de esa injusticia, en tanto no somos capaces de denunciar cuando la vemos y no participamos para cambiarla. Al mismo tiempo, los que están en el poder son cómplices, porque ellos tienen las principales herramientas para mejorar esta situación”.
-Has dicho que la solidaridad no busca limosna, sino que busca la integración de un país entero. ¿Crees que el buen resultado que ha tenido El Techo demuestra que los chilenos han cambiado su percepción de la solidaridad?
“Hoy la solidaridad está jugando un momento crucial. Cada vez más, la corriente apunta hacia la solidaridad de la beneficencia, de la limosna, y es difícil para una organización desmarcarse de ese lugar. Sin embargo, El Techo, a través de lo que ha logrado hacer en su historia, ha hecho carne el rol social del universitario y eso ya está dentro del concepto de solidaridad de la integración, en el sentido de que justamente lo que hace el universitario es decir:
¿Saben qué? El país me ha dado la posibilidad de tener una mejor calidad universitaria y tengo que retribuir eso solidariamente, a través de encontrar las soluciones para Chile. Esa concepción del universitario no es beneficencia. Este cuento no es lo que te sobra”.
-Igualmente, son importantes los aportes de la gente.
“Hay algo súper importante dentro de esos aportes, y es que nosotros sabemos que Un Techo para Chile por sí solo no logra nada. Si se han logrado cosas y se ha posicionado el tema de la pobreza en los campamentos, es porque la ciudadanía le ha otorgado un valor a esto. La forma real en cómo se concreta ese valor es también a través del aporte que dan a la campaña, que va directamente a los campamentos, con mediaguas y capacitación”.
-¿Cuáles son los reales progresos que desarrolla una comunidad que deja de vivir en un campamento?
“El Techo tiene un postulado central de que toda persona tiene una dignidad inherente. Eso es clave. Mucha veces sucede que la gente en los campamentos no cree que sea digna y cuando se dan cuenta de que ellos pueden desarrollarse, progresar, acceder a ciertas oportunidades, trabajarlas y empezar a potenciar sus capacidades como persona, se dan cuenta de que tienen una dignidad y empiezan a exigir derechos concorde a eso. No sólo a exigirlos, sino que a comportarse como tal. Esa cuestión es esencial y ese paso lo da la mediagua, la organización de la comunidad, el trabajar para el proyecto de una vivienda definitiva, la capacitación de un oficio básico, la dignidad del trabajo, el valor de la familia.
“Para mí la mediagua es la clave estratégica de todo el trabajo de El Techo; permite que una familia tenga una casa... Es distinta, es de madera y todo, pero no está trabajando un año y medio para llegar a eso, sino que la tiene a los tres meses desde que postuló a ella. Es como decir: chiquillos, ustedes pueden lograr lo que se propongan, y por otro lado nosotros estamos acá para facilitar y apoyar eso”.
-Hay gente que critica la dignidad de las mediaguas. ¿Cómo tomas esas críticas?
“Siempre he pensado que la gente que critica la mediagua es porque no conoce a la gente de los campamentos o porque nunca construyó una. Puedo asegurar que cuando alguien ve cómo una familia es capaz de llorar de alegría por considerar que se les ha construido un palacio, se va a dar cuenta de que no se es nadie para venir a criticar tan drásticamente esto. No digo que ésa sea la solución que la sociedad tiene que darle a esas familias, pero sí tiene un valor gigantesco”.
Un 2010 sin campamentos… Suena una meta difícil de alcanzar.
“Suena súper complicado, pero en ningún caso El Techo pretende radicar esos campamentos solo. Estamos apostando a ganador, a que se unan todas las voluntades. Por otro lado, el problema hoy no es el qué, sino el cómo. Si vamos a erradicar los campamentos no lo hagamos construyendo casas y metiendo a las familias adentro. Hagámoslo con un proceso de participación de las familias, que sientan suyo el destino del nuevo barrio. Sólo así vamos a hacer que no vuelvan a los campamentos. Si logramos llegar a la meta será porque efectivamente el país se compró el cuento de que este es un compromiso de todos y cuando digo que es de todos es porque el Gobierno se puso, al igual que las empresas y la ciudadanía entera”.
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