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Jóvenes controlan su mundo desde la comodidad de su pieza

Son estudiantes y profesionales que se niegan a desconectarse y han encontrado en su afición a la tecnología un nicho profesional.

06 de Agosto de 2008 | 09:06 |
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Un enredo de cables que conectan celulares a un servidor ocupa la mayor parte del clóset de Felipe Sáez (20). Un televisor, videojuegos y varias CPU completan la escena. Él ya asumió que debe compartir pieza con un insólito compañero: sus artefactos tecnológicos.

Además de ser un estudiante de informática, Felipe trabaja como soporte técnico de varios sitios web a los que debe estar atento las 24 horas junto con un par de compañeros. Dice que es usual que pasen de un viernes a un domingo frente a un computador, aunque haciéndose tiempo para carretear y dormir.

"La tecnología también es mi ocio", confiesa. "Por ejemplo, de aburrido se me ocurre conectar la televisión al celular y, mediante Bluetooth, cambiar los canales".

Felipe es parte de una generación que ha crecido rodeada de tecnología. Esos jóvenes que en su pieza de la casa paterna tienen un equipamiento básico: una cama, un equipo de música, televisor y computador. En sus bolsillos llevan modernas Blackberry y están a la espera del iPhone. Son hijos de la llamada "bedroom culture" o cultura del dormitorio.

Complementan sus relaciones interpersonales con la maraña de redes sociales que ofrece internet. No dejan de enterarse qué pasa con sus amigos por medio de las fotos de Flickr o los posteos de Twitter. Y al momento de elegir una carrera profesional han optado por seguir conectados por la tecnología.

"Mi pieza es mi oficina horizontal. Desde aquí tengo el control absoluto", sentencia José Ignacio Stark (23), editor del blog tecnológico Fayer Wayer. "Ahora estoy equipando una pieza nueva de manera que sea mi cuartel general y en caso de una bomba nuclear que no tenga que salir de ahí", bromea. "Tendrá teléfono, televisor, un lugar para mis libros y juegos, un servidor para estar conectado a full".
Enchufados
El 42,4% de los jóvenes sentre 15 y 29 años accede a internet todos o casi todos los días, según la V Encuesta Nacional de Juventud.
Con un 54,5 %, la casa predomina como el lugar más frecuente de uso del computador, seguida de los cibercafés, de acuerdo con la misma fuente.

"Cuando quiero relajarme y vienen mis amigos no nos juntamos en el living; la reunión es en mi pieza. Éste es mi hábitat, mi centro de operaciones y de entretenimiento", explica.

Según su experiencia, es necesario configurar límites y horarios, ya que, debido al relajo, las distracciones son muchas. "Si uno no tiene un método se puede tentar con otras cosas. En todo caso, se trabaja más contento porque es mas cómodo".

A pesar de las bondades de la virtualidad, reconocen que el contacto cara a cara es irreemplazable. Así lo cree Felipe Parada (25), publicista que trabaja desde su casa. "Un apretón de manos no existe en internet. Por mucho que evolucione la tecnología lo humano no va a pasar".

Para él, las redes sociales de internet permiten formar comunidades reales evitando que el uso de la tecnología sea necesariamente en solitario. "Por eso los tarreos tienen cabida. No tiene precio ganar un juego y reírse en la cara de otra persona".

Hikikomori, los aislados tecnológicos

Meses enteros encerrados en su pieza. Una bandeja al lado de la puerta es el único contacto con sus padres. Son los llamados hikikomori, un caso extremo de adicción a la tecnología en jóvenes. Se trata mayormente de adolescentes de sexo masculino que dejaron el colegio, sufren de ansiedad social, se niegan a encontrar un trabajo y a abandonar el hogar paterno. Tristemente célebres, han ganado la atención mediática por los asesinatos cometidos por algunos de sus exponentes.

A juicio de los jóvenes chilenos, esta realidad debe ser entendida en el contexto de la vida en una sociedad como la japonesa.
"El ritmo de vida actual es un caldo de cultivo para que cualquiera se friquee.

Cuando el tipo dice que está cansado de la vida está diciendo que está cansado del estilo de vida de los japoneses, que no paran", opina Juan Ignacio Stark.