Muchas personas sufren de juanetes o Hallux valgus. No es que lo padezcan más las mujeres mayores por haber usado taco alto en su juventud -de hecho, las primeras evidencias suelen surgir a temprana edad-, el problema es que por el susto de someterse a una cirugía, que solía ser muy invasiva, soportaron muchos años el dolor, el cual se fue haciendo cada vez más progresivo. Y es que cuando aparecen los juanetes, no hay vuelta atrás.
Esta patología se produce cuando el dedo gordo del pie se desvía hacia el exterior -tomando como referencia la línea media del cuerpo-, lo que hace que el hueso que lo sostiene se vaya hacia adentro.
Esto forma un ángulo que provoca una gran protuberancia, la que al estar en contacto con el zapato da origen a una bursitis, es decir, una especie de pequeña bolsa que contiene líquido lubricante y que causa irritación, inflamación y dolor. Además, la deformación hace que el segundo y tercer dedo se monten sobre el primero, lo que a la vez lleva a que las articulaciones choquen con el zapato, originándose callos.
Cuando el problema está empezando, lo más recomendable es la kinesiterapia con electroestimulación del músculo que está menos activo. Esto debe acompañarse de un calzado adecuado (de punta ancha y taco moderado); también se usan en las noches férulas laterales de plástico, que se sujetan al pie y tienden a tirar el dedo hacia afuera. No son convenientes los separadores de dedo de goma, pues desvían los dedos pequeños.
Si el juanete está consolidado, sólo queda la cirugía. Es típica la osteotomía, que consiste en cortar el hueso que sobresale. No obstante, la traslocación de músculos es un tratamiento más definitivo, pues opera sobre el origen del problema.
Esto, porque al cambiar el lugar de los músculos en su inserción en el hueso, éste vuelve a su lugar y el juanete desaparece. Generalmente, en la intervención se operan ambos pies, proceso que demora alrededor de dos horas y que se realiza con anestesia raquídea o general.
Tras un día de hospitalización, el postoperatorio implica una semana de reposo relativo, caminando lo indispensable; la segunda semana, el paciente se puede mover libremente dentro de la casa; y la tercera, ya pueda volver a su vida normal.
Además, hoy existen medicamentos anestésicos que se infiltran durante la operación y que evitan durante 48 horas el dolor más intenso.