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Luchando contra el prejuicio de ser agente cultural privado

La directora ejecutiva de la Fundación Plaza Mulato Gil de Castro asegura que hacer cultura desde el mundo privado impone grandes desafíos como darle sustentabilidad a las fundaciones, más allá de sus creadores, y conseguir que los pares los apoyen.

09 de Octubre de 2008 | 08:56 |
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Se tiene una imagen errada. Se jura que por ser una fundación privada, los recursos sobran y por ello, hacer cultura desde ese ámbito es fácil. Pero no es así, los gestores culturales afirman que tienen que ingeniárselas para captar donativos.

María José Bunster, directora ejecutiva de los Museos de Artes Visuales y Museo Arqueológico de Santiago, apunta a la importancia de que las fundaciones sobrepasen la frontera de las familias que las crearon y asimismo, llama al Estado a cumplir su rol subsidiario fuera de Santiago.

Ella hace lo suyo desde la fundación que creara, en 1994, Manuel Santa Cruz y su socio y cuñado Hugo Yaconi, quienes convirtieron la clásica plaza del barrio Lastarria en un centro de atracción turístico permanente gracias a los dos museos abiertos y que contienen mil 500 obras plásticas y 3 mil 300 piezas arqueológicas.

-¿Cuáles son los desafíos de hacer cultura desde el mundo privado?
“Creo que es sensibilizar al mundo privado desde la propia plataforma en que estamos, una fundación privada; mostrarles lo que se ha hecho y cómo se puede replicar para que los empresarios pongan los fondos para continuar expandiendo la cultura, como responsabilidad social. Que se den cuenta que, en definitiva, ese es el legado que pueden dejar en el mundo y por lo que serán reconocidos, más que por vender un producto o servicio”.

-¿Y en qué se distingue esto de hacer cultura desde el mundo público?
“En el mundo estatal se tiene un presupuesto que ha sido otorgado y financiado con anterioridad. Se tiene un piso, un mapa por donde caminar”.

-¿Por lo mismo, debe ser el Estado obligado a hacer cultura subsidiaria, llevarla a los lugares apartados?
“Creo que sí; Chile es un país súper heterogéneo. La Región Metropolitana concentra todo y no se ha podido descentralizar y en cultura, tampoco se ha logrado y se reciente. En Puerto Williams o Visviri, lo cultural es sumamente limitado y escaso; ahí se invierte muy poco y si yo estuviera en el mundo público, esos serían los lugares donde pondría el ojo, para fortalecer la educación o el rescate del patrimonio, en vez de inventar más y más centros culturales, metiendo más plata en Santiago.
“Buscaría levantar, restaurar, potenciar lo que ya existe en zonas alejadas”.

-¿Para hacer cultura desde el mundo privado, hay incentivos suficientes, son los necesarios?
“Creo que no. Manejamos una ley de donaciones culturales…”

-Que está coja.
“Sí, pero funciona. Es el único elemento que se tiene a la mano…”

-Pero, era mejor.
“Sí, pero presentó sus problemas por el mal uso que le dieron algunos, entonces entiendo cual fue la mirada del Gobierno de paralizarla y darle una vuelta, pegarle las tijeretadas necesarias, para acotarla.
“La ley funciona, nosotros no hemos dejado de ocuparla, incluso desde el momento en que fue reformada. Con quienes ya se utilizaba no hubo problemas, pero se hizo muy difícil seguir incentivando a otras empresas para que se sumaran; se tuvo que comenzar a hacer, nuevamente, un lobby gigante y demostrar que esto es lícito y fácil. Se tuvo que retomar las confianzas, lo que fue complicado”.

-Más allá de la ley en particular, ¿qué trabas administrativas gubernamentales enfrentan?
“Nosotros no particularmente. Usamos, como fundación la ley para todos los proyectos específicos, porque los hacemos con donaciones. Pero hablemos las cosas por su nombre, existe mucha voluntad por parte del comité de la ley de donaciones y de Oscar Agüero como coordinador; es un facilitador de la cultura porque es un conocedor del tema y es proclive a que la ley se use correctamente. Cuando rechaza proyecto lo hace porque no tienen asidero o son sospechosos”.

-¿Aquí aplica el Fondart?
“Sí, hemos ganado algunos proyectos, pero diría que su foco no son las fundaciones privadas como ésta, sino que los artistas independientes y emergentes y proyectos del Estado.
“Los proyectos que hemos ganado son chiquititos y los hemos combinado con aportes del sector privado, como es el proyecto “El museo alegra tu vida” que se trabaja junto a la Junaeb y Lipigas”.

-¿Cuánto influye en esto la idea de que las fundaciones tienen un presupuesto holgado? Las colecciones privadas son notables y sobrepasan con creces las estatales.
“Es cierto, pero la colección del Bellas Artes es muy importante, no la dejaría como algo menor. Y otros de la Dibam tampoco tienen pocas o malas piezas.
“Es verdad que se tiende a pensar que para qué se nos va a aportar si tienen plata, son empresarios. Por eso cuesta tanto encontrar donativos; llego a una empresa y me dicen pero si tú tienes, voy a dar en otro lado y qué decir cuando voy a pedir al sistema público. En otros países existe la solidaridad entre pares y fundaciones, hay una colaboración y por eso también, es tan importante la consolidación de los amigos de museos que en el caso del MAVI estamos trabajando”.

-¿Les juega en contra estar tan ligados a los gestores? Lo que además lleva a preguntar ¿cómo se asegura la continuidad de una fundación cuando desaparece la familia?
“Ese es el desafío en el que estamos trabajando hace años que es darle sustentabilidad a la fundación, o sea, ver cuán independientes se llega a ser cuando la familia ya no esté. Y esta preocupación también la tienen ellos (Santa Cruz y Yaconi).
“Además, la fundación tiene patrimonio, es decir, tiene proyecciones inmobiliarias, lo que también nos da una vía para darle sustentabilidad. Y estamos buscando alianzas con otras empresas que se puedan enganchar con este proyecto”.

-El Estado no da beneficio alguno a estos coleccionistas que perfectamente podrían dejar sus piezas en casa.
“Es verdad, podrían dejar su colección guardada y a nadie le importaría y el Estado no los incentiva.
“Y del tiempo que llevo aquí, 6 años, he observado que el mundo público ve con muy buenos ojos estas fundaciones; no son pocos los que solicitan el museo para hacer lanzamientos de programas gubernamentales, entonces, debiera haber una acción consecuente”.

-Después de todo eso, ¿qué motiva a Santa Cruz y Yaconi a poner todo esto al alcance de la gente?
“Ellos son los seres más felices cuando les digo que el día domingo vinieron 800 personas a ver una exposición. Para ellos el sentido es que esto sea un regalo para la ciudad y la gente. Nunca he comprendido qué los motivó a iniciar la colección y después abrir un museo, pero claramente, tiene que ver con que son unos aventureros y ponderan que el arte es lo que le da sentido a la vida y es un aporte para mejorar la calidad de vida de los chilenos”.


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