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“Enamorarse es una cosa muy rara”

13 de Agosto de 2008 | 16:42 |
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Dos enormes gatas con sobrepeso evidente duermen al sol en el living de su departamento, repleto de fotografías y trofeos que dan cuenta de su larga historia de vida.

A los 87 años, Bélgica Castro se muestra activa y está tan atenta a la entrevista como a recibir los balones de gas que le llevan o llegar a la hora a la peluquería donde le arreglan el pelo, pequeños gustos que se da con razón.

Casada con el dramaturgo Alejandro Sieveking, trece años menor que ella, esta actriz abre la puerta a su vida privada con una sinceridad que sorprende, sobre todo, porque no retiene juicios frente a lo que considera los desvalores que se han instalado en la sociedad. Él se enamoró de ella cuando la vio actuar en la obra “El tío Vania”, pero debieron pasar muchos años antes de que tuvieran el primer encuentro.

-¿Cuál es la receta para permanecer tanto tiempo al lado de la misma persona?
“Convivencia, sólo saber convivir, respetar a la otra persona”.

-Sí, hoy los matrimonios no duran ni 3 años.
“Por eso digo, hay que saber convivir y ellos no saben. Mira como se tratan, cómo es posible que uno le diga al otro ‘y vos qué te creís’, no, si eso no es posible, eso es como un insulto en este país y se lo estás diciendo a la persona que supuestamente amas, porque por algo se casaron. ¿Cómo se pueden gritar así?”

-¿Cuándo conoció a Sieveking no se cuestionó la diferencia de edad, sus amigos?
“Sí, claro, pero yo les decía a todos ‘y qué quieren que haga’, ‘qué le voy a hacer’. Si enamorarse es una cosa muy rara y cuando uno se enamora, se enamora”.

-Ustedes no tuvieron hijos, ¿no los echó de menos?
“No, si tengo uno, pero de mi primer matrimonio (también actor), pero me engañó y él tenía sólo 9 meses…

-¿Y usted no perdona una infidelidad?
“No, cuando él me contó no lo podía creer. Me fui un lunes a Viña con María Cánepa y volví un martes porque tenía función y cuando entré a la casa dije ‘no, no puedo’, cómo iba a estar con una persona que me engañó, mira que maricón, ¿no crees?”

-¿Y tiene nietos?
“Me dio dos nietos, veinteañeros; el varón vive en Viña del Mar y es periodista, pero se dedicó al ‘animé’, tiene una tienda y vende esas cosas por Internet; ella está estudiando kinesiología, pero tienen sus mundos”.

-Después de tantos años, ¿la han tratado de jubilar?
“Estoy jubilada de la Universidad de Chile”.

-Sí, pero es un tecnicismo.
(Se ríe con cara de vivaracha) “Pero quien me iba a tratar de jubilada si saben que tengo muy mal genio (sus ojos se iluminan más aún). Bueno, sigo haciendo clases y voy a seguir trabajando… siempre que sea bueno el guión”.

Aunque no tiene un cigarrillo en la mano que la delate, pese a sus años, una carraspera aparece en la conversación, lo que la lleva confesar su vicio.

Eso es parte de su historia, como lo es haber nacido en Concepción, crecido en Temuco, pero declararse santiaguina de tomo y lomo; el campo nunca le gustó porque “es muy aburrido”; no se tiene donde ir al cine, museos, galerías, teatro y librerías, de las que es fanática. “Qué haces si estás viviendo en chuchunco. Ya, bonito el paisaje y ¿ahora qué hacemos?”, resume.


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