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Mi otro yo

Aunque exista mucha incredulidad con el tema, hay quienes aseguran que existen conexiones con otras personas que van más allá del sentido común y que complementan al ser humano de una manera única. Sólo hay que estar atentos.

08 de Septiembre de 2008 | 08:57 |
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“Cada uno de nosotros no es por tanto más que una mitad de hombre que ha sido separado de un todo de la misma manera que se parte en dos un lenguado. Estas dos mitades se buscan siempre”, escribió Platón, adelantándose varios siglos a la discusión de si existe o no lo que se conoce como alma gemela.

Curiosamente, es como en el yin y el yang ver a dos seres, como Carolina y Pablo, hablar del tema. Él, esperanzado, con un dejo de brillo en los ojos, es de los que pregonan la existencia de la media naranja, de la otra mitad, de ese ser que encajará, como si fuera un engranaje hecho perfectamente para otro ser humano: “Tiene que haber alguien para mí, alguien que me acompañe y con quien me sienta pleno”, dice el joven de 23 años.

Ella, de 25, con varias relaciones acabadas en el camino, es más escéptica y trata de medir sus palabras para decir que “esto es igual como el Día de los Enamorados: algo que se inventó para tenernos felices un rato. Pero no existe; no hay nadie hecho para uno, uno se acomoda no más a lo que hay y si se tiene suerte, dura, sino, se acaba. Punto”.

Pero Pilar Sordo, terapeuta de pareja, asegura que, efectivamente, “hay conexiones que no necesariamente son psicológicas, que hacen que las personas tengan mejor sintonía unas con otras. Esas conexiones pueden tener alguna planificación desde Dios, pero no todo el mundo, dependiendo de las trancas y heridas que se van acumulando en la vida, tiene la posibilidad de darse cuenta. Así que no todos tienen la suerte conectarse con esa persona”.

Desde su oficina, el tarotista y numerólogo Alejandro Ayún también coincide con Sordo en la existencia de esos seres especiales que pueden presentarse en la vida de cada uno, sólo que lo llama “sinastría”, que, según sus palabras, es la compatibilidad, similitud o conexión que se puede dar entre dos o más personas.

Visto desde la óptica de su oficio, Ayún dice que estas sinastrías pueden darse por elementos kármicos, “es decir, que de otra vida quedaron con algo pendiente y en ésta se tienen que encontrar para recomponer aquello, aunque después cada uno siga su rumbo”, como también por “un efecto químico-físico” o por un factor emocional.

“No tiene porqué ser una relación amorosa. Puede pasar con un hijo, puede ser un amigo, un primo, un compañero de trabajo… Existen distintas manifestaciones en que el ser humano encuentra, ya sea por compatibilidad o por contraposición, la unión adecuada con el otro”, afirma el tarotista.


Una sintonía que debe ser parecida

El alma gemela podría ser vista como el mismísimo símbolo oriental del yin y el yang, una especie de dualidad que viene a recordar que nada existe por sí mismo, sino que necesita de un contrapeso, de un complemento que permite la realización total del ser.

Pero así como éste es blanco y negro, en el caso de las almas gemelas, ¿debe ser un contrario o un igual aquel que venga a complementarnos?

Para Pilar Sordo, “es alguien más parecido a uno, que alguien distinto. Debe tener algunas características diferentes, que son las que generan el aprendizaje con el otro en la relación, pero hay una esencia en la forma de mirar el planeta, la vida, el futuro, las prioridades… Como cierta sintonía que debe ser parecida”.

La terapeuta aclara que se deben abrir los canales para que llegue esa persona, y la manera de hacerlo se da dependiendo del grado de lucidez o madurez que se tenga en la vida.

“Hay algunas que tienen el privilegio de estar en un período donde están abiertas y que hacen que esa persona llegue. Existe una historia para atrás de cada uno, donde el aprendizaje de los errores permitió que se pudieran abrir esas personas, pero no todo el mundo tiene conciencia de eso”, comenta.

En el rostro de un amigo o de una pareja, el alma gemela llega y no desaparece jamás, como explica Ayún.

En el caso de un hombre y una mujer, cuando se trata de “el otro yo”, “el amor dura toda la vida. Nunca muere, pase lo que pase. Lo que muere, y, por lo tanto, hace que el amor sea algo que se debe ejercitar en una relación, es la pasión, el deseo y la excitación de querer estar, pero la conexión va a ser permanente, sólo que toma otra forma”, asegura el numerólogo.
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